El laberinto dem¨®crata cristiano
TODOS LOS sondeos, por el momento, coinciden en predecir un escu¨¢lido resultado electoral para la democracia cristiana espa?ola. Este ha sido uno de los datos m¨¢s sorprendentes aportados por las primeras encuestas, pues la corriente democristiana ha sido la que ha inspirado a gran n¨²mero de partidos de la derecha europea en el ¨²ltimo siglo. Tambi¨¦n, en las escasas encuestas que se realizaban en los ¨²ltimos a?os del franquismo, la posici¨®n de la democracia cristiana sal¨ªa con mejor imagen, en cuanto a preferencias de un posible electorado. Pero, confrontada a una realidad concreta de elecciones inminentes, estas esperanzas se han desvanecido.?Por qu¨¦? Las razones, en principio, son cuatro. En primer lugar, el electorado potencial de la derecha o el centroderecha est¨¢ siendo absorbido por opciones de otro tipo, que pueden ir desde la Uni¨®n del Centro Democr¨¢tico a Alianza Popular. Pues, en segundo lugar, no cabe duda de que la identificaci¨®n de la democracia cristiana oficial con el franquismo durante los ¨²ltimos a?os -o, al menos, de sus principales figuras- ha perjudicado a esta corriente en su imagen democr¨¢tica, que algunos l¨ªderes incontaminados han pretendido preservar, pero, por lo visto, sin grandes resultados. Al mismo tiempo, y esta es la tercera raz¨®n, los programas de la DC son, a menudo, vagos, y, en ocasiones, totalmente maximalistas, llegando en algunos temas a posiciones que est¨¢n m¨¢s all¨¢ que las marxistas. Esto ha creado una desorientaci¨®n que ahora repercute en su contra.
Por ¨²ltimo, hay que tener en cuenta que la Iglesia espa?ola no se ha querido beligerante para apoyar la formaci¨®n de un gran partido dem¨®crata cristiano, que, sin este apoyo, es impensable. Como tambi¨¦n parece impensable que la Iglesia cambie a estas alturas de estrategia.
La democracia cristiana en Europa, para convertirse en un gran partido pol¨ªtico, ha tenido que superar una dicotom¨ªa: la dependencia directa de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica o la tentaci¨®n de colaborar con reg¨ªmenes fascistas. En Espa?a, durante m¨¢s de veinte a?os, s¨®lo una figura p¨²blica, la del antiguo ministro de la CEDA Gim¨¦nez Fern¨¢ndez, dio un testimonio claro de rechazo al r¨¦gimen de Franco, que se tildaba de cat¨®lico. Mucho despu¨¦s, con el alejamiento de Ruiz-Gim¨¦nez y la vuelta de su exilio voluntario de Gil Robles, comenzaron a constituirse en Espa?a los primeros n¨²cleos democristianos totalmente exentos de tinte fascista. Pero el magnetismo del poder y una versi¨®n interesada de la doctrina del posibilismo pol¨ªtico explican la incorporaci¨®n a sucesivos Gobiernos del general Franco de personalidades que se autodefinen como dem¨®cratas cristianos. M¨¢s tarde, el proceso de apertura pol¨ªtica que se inicia con la Monarqu¨ªa limpia las filas democristianas del tinte franquista. Todos los intentos de constituir una aut¨¦ntica democracia cristiana con la herencia del franquismo fracasan.
Por otro lado, la actitud de la Iglesia cat¨®lica espa?ola ha jugado una mala pasada a la posibilidad de un partido dem¨®crata cristiano fuerte y unido. En estos momentos, la Iglesia cat¨®lica espa?ola purga sus lustros de d¨®cil connivencia con el franquismo. La evoluci¨®n posconciliar ha coadyuvado tambi¨¦n a que la Iglesia espa?ola parezca retirarse, al menos por alg¨²n tiempo, de los asuntos pol¨ªticos. Aunque alguno de sus pr¨ªncipes no est¨¦ resistiendo en estos momentos, de manera individual, a la tentaci¨®n de intervenir en asuntos terrenales, llegando hasta la parcialidad absoluta: a hacer recomendaciones partidistas o a desaconsejar el voto a determinadas tendencias.
De una situaci¨®n pol¨ªtica tan confusa no pod¨ªa surgir una postura ideol¨®gica clara. Los programas de los diversos partidos dem¨®cratas cristianos pecan de falta de concreci¨®n, cuando no apuntan hacia formulaciones izquierdistas al estilo MAPU chileno, poco acordes con lo que puede ser su electorado potencial. Proclamar la primac¨ªa de los derechos humanos y de las libertades p¨²blicas, la separaci¨®n de la Iglesia cat¨®lica y del Estado, o reconocer el derecho de autonom¨ªa de las diferentes regiones dentro de una estructura federal, es un muestrario de buenas intenciones que no distingue a ning¨²n partido en la Espa?a de 1977. Defender la socializaci¨®n gradual de la econom¨ªa o abogar por la primac¨ªa de la autogesti¨®n subrayan el peligro se?alado en el segundo t¨¦rmino. Un partido dem¨®crata cristiano es s¨®lo muy dif¨ªcilmente -por no decir pr¨¢cticamente imposible- un partido de izquierdas. Las clases medias conservadoras son su principal clientela, y plantear programas sociales que les llevan casi a la izquierda del PC es toda una ingenuidad.
Las elecciones pueden aportar elementos de soluci¨®n a los problemas que aquejan a nuestra democracia cristiana: pero no parece posible que puedan disipar todas las dudas de la noche a la ma?ana. En este contexto hay que constatar dos casos espec¨ªficos, que en parte se salvan de este triste panorama, y que, al mismo tiempo, apoyan los argumentos de este comentario. Son las dos excepciones del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a. En Euskadi, la democracia cristiana est¨¢ representada por el Partido Nacionalista Vasco, que no ha experimentado el descr¨¦dito de la misma doctrina espa?ola por una raz¨®n bien sencilla: ha sido una fuerza beligerante contra el franquismo y no se ha erosionado ante el modelo de democracia que se nos presenta. Al mismo tiempo, ha contado con un gran apoyo no menos beligerante, en ocasiones, del clero vasco. Y cabe se?alar que el Pa¨ªs Vasco es la ¨²nica excepci¨®n que presentan los sondeos: en toda Espa?a las encuestas dan a la Uni¨®n del Centro como posible ganadora, excepto en Euskadi, donde el primer lugar en las preferencias del electorado lo ocupa el PNV. Sin llegar a estas cotas la democracia cristiana catalana goza asimismo ante su electorado de una imagen mucho m¨¢s prestigiosa que en el resto del pa¨ªs.
En estas dos opciones se ve c¨®mo la derecha y el centro derecha encuentran su cauce natural de expresi¨®n, por encima de respuestas m¨¢s artificiales y coyunturales -como la Uni¨®n del Centro- o m¨¢s conservadoras, como Alianza Popular. ?Podr¨¢ resucitar de sus cenizas la democracia cristiana espa?ola? Ser¨ªa de desear que as¨ª sucediera, para bien del pueblo espa?ol, en nuestra opini¨®n. Pues la profunda influencia del cristianismo y de la doctrina social y pol¨ªtica de la Iglesia cat¨®lica sobre nuestro pueblo -aunque no se refleje en esta confusi¨®n preelectoral apresurada- es indudable. Si sus resultados, el d¨ªa 15, son estimables, a¨²n cabe la esperanza. Si son ¨ªnfimos, su electorado potencial se repartir¨¢ implacablemente entre otras opciones.
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