Los maestros del dise?o, en Madrid
En ese estrat¨¦gico enclave del barrio de Salamanca que, por haberse convertido en feudo de las galer¨ªas de post¨ªn e inevitable escaparate de las exposiciones al uso, alguien ha dado en llamar la Madison Avenue madrile?a (y otros m¨¢s a lo castizo mencionan como la calle Echegaray del arte) acaba de abrirse un establecimiento destinado a la oferta del mobiliario, utensilio y accesorio dom¨¦stico, en su m¨¢s estricta y consagrada acepci¨®n de modernidad, sin incurrir en confusas mezcolanzas o h¨ªbridos tan de la costumbre del gremio.Los nombres de los dise?adores, en ¨¦I representados, hablan por s¨ª mismos: Gaud¨ª, Hoffmann, Mies, Mackintosh, Man Ray, Juan Gris, Alvar Aalto, Breuer, Le Corbusier, Terragni, Rietveld...y un largo etc¨¦tera que se extiende a nuevas hornadas (Mendini, Castiglioni, Gregotti .. ) entre las que sobresalen algunos catalanes (Miguel Mil¨¢, Xavier Sust, Studio Per ...). Muchas de las piezas que aqu¨ª y ahora se exponen obran en los museos (el de Arte Moderno de Nueva York, a la cabeza) y no pocos de sus autores protagonizaron cap¨ªtulos memorables en la historia del arte contempor¨¢neo.
Mobiliario Moderno
Bocaccio Design.Villanueva, 5
?Arte? ?Utilidad? ?Creaci¨®n? ?Dise?o? ?Etica? ?Est¨¦tica? Responder a la cadena de tales preguntas exigir¨ªa una amplia disertaci¨®n que no es del caso. Solamente dir¨¦ que en el recuento de las visitas, masivas a veces, predomina el estudioso, o el simple contemplador, sobre el comprador o eventual usuario. Por el reci¨¦n inaugurado local han pasado cursos enteros de arquitectura, acompa?ados del sus profesores, centros escolares de diversos niveles... y aislados visitantes que entran, observan, anotan y se van, como suele ocurrir en las salas de exposiciones, no menos comerciales de otro lado.
Y si de exposiciones va la cosa, no tengo escr¨²pulo en afirmar que la que aqu¨ª se comenta resulta ser una de las m¨¢s relevantes de cuantas a lo largo del a?o hayan visto la luz en Madrid. De su contemplaci¨®n se desprende, no sin amarga iron¨ªa, que Ias m¨¢s durables consecuencias de la arquitectura contempor¨¢nea se han visto plasmadas, posiblemente, en el dise?o del mueble, en tanto los proyectos del inmueble quedaban, no pocas veces, a merced de la piqueta, al arbitrio especulador, o en la semblanza gr¨¢fica de tantos y tantos edificios nonnatos.
Es tambi¨¦n de se?alarse que orillada su utilidad, mal entendidos sus usos y escandalosamente emulado y trastocado su orden y concierto formal, muchos de estos muebles han venido a convertirse (para bien o para mal, y no lejos de ciertas observaciones dada¨ªstas) en prototipos de creaci¨®n, en verdaderas obras de arte. Al hecho, ya apuntado, de su efectiva constancia en museos de renombre, cabe agregar que los m¨¢s de ellos dejan traslucir (de espaldas, repito, a su empleo) una capacidad de meditaci¨®n yexperiencia en el espacio que para s¨ª quisieran muchos de los que se dicen escultores.
Y vayamos con algunas de las otras preguntas antes formuladas. La moderna arquitectura y las formas renovadas del dise?o se han desarrollado hist¨®ricamente a tenor de unos cuantos principios generales; la racionalidad de las formas, tanto arquitect¨®nicas como industriales, a manera de decisiones l¨®gicas; la b¨²squeda, en tecnolog¨ªa, de unos procesos que posibiliten la fabricaci¨®n en serie, y la concepci¨®n del edificio y del objeto de uso como expl¨ªcitos condicionantes del desarrollo y mecanismos intercesores, al propio tiempo, en la educaci¨®n democr¨¢tica de la sociedad.
Dise?o industrial y edificio arquitect¨®nico se consideraron solidarios de un espacio integral, concebidos y consumados a la luz de un principio ¨¦tico-did¨¢ctico que pretend¨ªa ense?ar el buen uso de las nuevas propuestas espaciales, y en todas sus funciones. A tales razones respond¨ªan los nuevos c¨®digos y los objetos mismos que de ellos nacieron y hoy puede usted contemplar: el racionalismo formal con que Le Corbusier o Mies construyen una butaca, el racionalismo metodol¨®gico del De Stijl o del Bauhaus (la silla de Reetveld o la de Breuer), el racionalismo emp¨ªrico de Aalto (comprobable en las planchas curvadas de sus muebles), el org¨¢nico de Wrigth, o constructivista de los rusos...
En torno a un tajante principio ¨¦tico-racional deben integrarse ( a juicio de estos colosos de la arquitectura y del dise?o, del urbanismo y del arte) las peque?as y las grandes necesidades de la vida, y los medios y objetos de su exigencia. Todo, absolutamente todo (la ciudad, la casa, la mesa, la l¨¢mpara, el armario ... ), debe quedar gobernado por un solo m¨¦todo de proyecto, no si¨¦ndo de extra?ar que algunos de los muebles de nuestro caso se vean dise?ados como edificios (repare el contemplador, a t¨ªtulo de ejemplo, en los de Rennie Mackintosh).
Al igual que la planificaci¨®n urbana y el edificio arquitect¨®nico, naci¨® el dise?o del mobiliario moderno con m¨®viles y valores harto dispares de los que la ulterior comercializaci¨®n vino a conferirles. Entra?aba, ante todo, una respuesta racional y moral, de cara al medio m¨¢s obvio e inmediato de la convivencia. Frente a la violencia sufrida a lo largo de la primera guerra mundial, pretendieron estos genuinos paladines del movimiento moderno que la raz¨®n y la moral hicieran m¨¢s habitables, mejor avenidos y ordenados los espacios del uso y el tr¨¢nsito de cada d¨ªa.
La finalidad ¨²ltima de tales objetos y utensilios radicaba en poner, una vez m¨¢s, a prueba la posibilidad de ennoblecer la vida mediante la actividad creadora. No se trata, pues, de meras presencias formales, organizadas de acuerdo con los ritmos y relaciones de la geometr¨ªa del espacio; lo en cualquiera de ellos decisivo es aquel acto o acontecimiento en que se produce eficientemente una experiencia pl¨¢stica. De aqu¨ª que, desde?ada, por adulterada o incomprendida, su primitiva funci¨®n, hayan pasado a ser, no pocos, admirables piezas de museo.
Se confundi¨®, posiblemente, funci¨®n con finalidad. Mal entendida aqu¨¦lla, cay¨® ¨¦sta en olvido. Y, as¨ª, toda su capacidad dignificadora de la vida com¨²n qued¨® en fr¨ªo arquetipo, en tanto el principio ¨¦tico-racional que alentara sus or¨ªgenes dio, paso a lo anodino del buen gusto, y se ve¨ªa suplida (?y a qu¨¦ precios!) su inicial encomienda colectiva por el capricho ultraminoritario. Ah¨ª est¨¢n, no obstante, predicando, con su propio ejemplo, su ejemplar contextura e incitando el af¨¢n generaciones, entre las que, seg¨²n dije, cuentan unos cuantos excelentes dise?adores catalanes.
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