Esc¨¢ndalo may¨²sculo para rematar la isidrada
La feria acab¨® en esc¨¢ndalo may¨²sculo, sencillamente porque el p¨²blico se sinti¨® defraudado, y con raz¨®n. La corrida-concurso, que pese a los muy malos precedentes que tiene en esta plaza hab¨ªa ilusionado a aficionados y masa (la gente es g¨¹ena), result¨® el fracaso y el desastre a que la abocaron muy graves errores de planteamiento.En una corrida-concurso no pueden salir dos toros del mismo hierro, como ocurri¨®, por mucho que advierta un locutor, mediante megafon¨ªa, que uno de ellos ?no juega?. Si el previsto de El Campillo se inutiliz¨® en los corrales, debieron sustituirlo por otro de una divisa que no estuviera anunciada. Tampoco son de recibo para este tipo de acontecimientos reses inv¨¢lidas, como era el mart¨ªnberrocal que salt¨® a la arena en cuarto lugar. Por qu¨¦ los veterinarios dieron por bueno este toro en el reconocimiento -igual que tantos y tantos, en tantas ocasiones- es vieja pregunta que nadie responde. Ni se puede incluir en el cartel, para la lidia, a un torero tan poco lidiador como Antonio Rojas, quien cada vez que interven¨ªa era para meter no el capote sino la pata. Tampoco en corrida-concurso, ni en ninguna -menos a¨²n en pleno abono de San Isidro- se puede tener de sobrero un animal tan pobre de cabeza y tan inv¨¢lido como el albaserrada que cerr¨® la feria, y que desat¨® la bronca, los almohadillazos, los ep¨ªtetos m¨¢s descarnados, y el furibundo abandono de la plaza por parte de amplios sectores del p¨²blico.
Plaza de Las Ventas
Decimos¨¦ptima y ¨²ltima corrida de feria. Un toro de Agr¨ªcola Peralta y otro de Viento Verde, ambos para rejones, dieron juego. Angel Peralta: Pitos. Rafael Peralta: Oreja.Toros de distintas ganader¨ªas, para concurso. Miguel M¨¢rquez: Algunos pitos. Bronca. Antonio Rojas: Algunas palmas. Silencio. Roberto Dom¨ªnquez: Gran ovaci¨®n y salida al tercio. Aplausos. Presidi¨® mal el se?or Santa Olalla, a quien abuche¨® el p¨²blico. El jurado de la corrida concurso declar¨® desiertos todos los premios excepto el concerniente al mejor picador, que concedi¨® a Jos¨¦ Alonso, de la cuadrilla de Dom¨ªnquez.
La presidencia tambi¨¦n merece un toque de atenci¨®n: aparte de que en materia de avisos incumpli¨® lo reglamentado -en dos minutos rebas¨® el tiempo Roberto Dom¨ªnguez durante su primera faena, y no envi¨® el preceptivo recado-, no tiene l¨®gica que devolviera al corral al c¨ªnque?o, terciado pero serio, de Marcos N¨²?ez, y que, en cambio, mantuviera en el ruedo ese albaserrada in¨²til e impresentable, para cuya lidia el p¨²blico reclamaba que volvieran a salir los Peralta.
Y el jurado: Pues si era coherente que declaraba desiertos los premios establecidos al mejor toro y al mejor lidiador -ni toro ni lidiador hubo- no ten¨ªa por qu¨¦ hacer excepci¨®n con el picador que mejor ejecutara la suerte de varas para galardonar a uno que tap¨® la salida en el primer puyazo, y en el segundo encuentro esper¨® al amparo de las tablas.
En fin, a la hora de la verdad, con tanto cambio de toro result¨® que de concurso verdadero s¨®lo hubo tres, todos bien presentados -como en general ocurri¨® con la corrida entera, de mucho trap¨ªo-, ninguno sali¨® bravo. Miguel M¨¢rquez no se confi¨® ni con el distra¨ªdo de Hern¨¢ndez Pl¨¢ ni con el sobrero de Ruise?ada, insuficientemente picado y con genio, que le desarm¨® dos veces. Rojas acept¨® los terrenos que eligieron sus dos mansos -junto a tablas del cuatro- y apenas sac¨® muletazos pese a sus largas y desesperantes porf¨ªas.
Roberto Dom¨ªnguez tuvo, en cambio, los m¨¢s boyantes toros, y supo aprovecharlos. AI de Ib¨¢n, consigui¨® meterle en la muleta y le hizo una faena reposada y de clase, con variaci¨®n y gusto, quiz¨¢ la mejor de cuantas le hemos visto en Madrid. Los pases de pecho, los ayudados a una y dos manos y los recortes fueron extraordinarios. Tard¨® en matar, quiz¨¢ porque el toro se distra¨ªa con los movimientos continuos del callej¨®n. Al albaserrada tambi¨¦n le tore¨® con entrega y enjundia, pero como si no, pues el p¨²blico estaba levantisco contra el palco y no toleraba la faena al inv¨¢lido y despitorrado esp¨¦cimen. Con el capote tambi¨¦n destac¨® Dom¨ªnguez, sobre todo cuando pon¨ªa en suerte los toros a una mano. Pudo ser su gran tarde, pero qued¨® diluida en el fracaso general del espect¨¢culo.
Con un toro alegre, Angel Peralta cabalg¨® al galope y no gust¨®. Con un manso al que fij¨® un pe¨®n, su hermano Rafael estuvo vibrante y espect acular. Hubo un par, de impresi¨®n, al quiebro; clav¨® arriba con seguridad y limpieza -y a la velocidad del rayo, porque aquello de salir toreando de la reuni¨®n debi¨® quedar para otras galas- y mat¨® de un rejonazo fulminante en lo alto.
Era la hora de cenar cuando acab¨® la feria. El ruedo, lleno de almohadillas y botes. Al presidente le despidieron con un abucheo may¨²sculo. La gente, aunque g¨¹ena, estaba fuera de s¨ª. Y luego, los taurinos nos piden que destaquemos lo positivo. Ya, ya...
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