No fracasar
Director de Espresso, de Lisboa.Fundador del Partido Social Dem¨®crata Portugu¨¦s
Dos aspectos me alegran por encima de todo en lo que respecta a las elecciones espa?olas y a sus resultados. La madurez pol¨ªtica demostrada por un pueblo que se dec¨ªa no estar preparado y que finalmente ha sabido aclararse y votar, sobreponi¨¦ndose a una clase pol¨ªtica en la que no confiaba totalmente; y por otro lado, una clara opci¨®n por un cambio que la distribuci¨®n de los esca?os del Congreso de Diputados revela; un cambio que no significa solamente una elecci¨®n de la democracia y un rechazo de la dictadura, sino que implica tambi¨¦n para un pa¨ªs joven, la creaci¨®n de una nueva sociedad y por consiguiente las sustituciones de estructuras (y de superestructuras para citar a Areilza) que amparaban, permit¨ªan, y orientaban a la antigua sociedad. Dos aspectos me preocupan, sin embargo, pocas horas despu¨¦s de realizado el hist¨®rico acto electoral del 15 de junio. El primero es el presentimiento de un cierto agotamiento de la clase pol¨ªtica; la mayor¨ªa de los dirigentes de las m¨¢s diversas tendencias parecen no saber lo que quieren en t¨¦rminos estrat¨¦gicos nacionales y hasta de partido, mostr¨¢ndose m¨¢s interesados en concretar o conservar sus ambiciones o posiciones personales, que de planificar a largo plazo y construir en com¨²n (respetando como es evidente y saludable, las diferencias de opini¨®n) la nueva sociedad por la cual los electores, sobre todo los menores de cuarenta a?os, se pronunciaron con nitidez. Una prueba muy reciente de esa obsesi¨®n por el Poder es la forma, en verdad peculiar, como se ha ido dando la informaci¨®n sobre los resultados electorales de car¨¢cter m¨¢s general, especialmente los relativos a las zonas urbanas e industriales, pero podr¨ªan ponerse otros ejemplos como el de la ausencia casi total de debate ideol¨®gico en la campa?a.
El segundo aspecto preocupante que por otra parte se relaciona con el primero, consiste en el peligro de la falta de entendimiento entre las fuerzas verdaderamente empe?adas en conseguir una democracia que no sea s¨®lo formalmente pol¨ªtica, sino tambi¨¦n sustancialmente econ¨®mica y social; la falta de entendimiento puede provocar sucesivos impasses que f¨¢cilmente degeneran en irreversibles radicalizaciones de posiciones. Si as¨ª ocurriese, no podr¨¢ haber compromiso constitucional ni pacto social ni programa, econ¨®mico, lo que llenar¨¢ de j¨²bilo a una derecha no democr¨¢tica que nadie tendr¨¢ la ilusi¨®n de creer que se adapta a la estruendosa derrota sufrida en las elecciones (y en el fondo a todo lo ocurrido en los ¨²ltimos meses).
Por esta raz¨®n, es necesario no fracasar ahora que las fuerzas democr¨¢ticas entran en un cap¨ªtulo decisivo en la historia contempor¨¢nea de su pa¨ªs, historia que les compete escribir legitimadas y responsabilizadas como est¨¢n por primera vez desde hace varios decenios por el mandato del pueblo libremente ejercido.
Como portugu¨¦s que he vivido intensamente la dif¨ªcil experiencia de su Patria en los ¨²ltimos tres a?os, y como vecino ib¨¦rico consciente de que todo lo que ocurra de este lado de la Pen¨ªnsula, tiene obvias repercusiones en Portugal y como amigo de Espa?a que siempre fui y ser¨¦, considero que no es inmiscuirse en los asuntos internos de un pa¨ªs extranjero, el manifestar mi deseo sincero de que las fuerzas democr¨¢ticas espa?olas no desaprovechen esta enorme y ¨²nica oportunidad de aut¨¦ntico cambio que en este momento los electores confiadamente ofrecen. O sea: que los dos aspectos positivos que al principio se?alo no vengan a ser postergados, escamoteados, destruidos, por los dos aspectos preocupantes que acabo de mencionar.
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