Un mercado monopolista
J. FELIX LOBOEl mercado en el que operan las oficinas de farmacia es un mercado claramente monopolista. Que no se escandalicen los farmac¨¦uticos; el suyo no es, ni mucho menos el ¨²nico monopilio profesional; los m¨¦dicos, los abogados, etc¨¦tera tambi¨¦n tienen los suyos.En efecto, la econom¨ªa de las farmacias se apoya -como todo monopolio- en dos pilares: el margen m¨¢s o menos amplio de poder sobre el precio y la posibilidad de imponer barreras a los nuevos competidores o entrantes potenciales en el mercado.
El precio de los servicios de distribuci¨®n minorista de f¨¢rmacos no es otro que el llamado margen profesional (un tanto por ciento sobre el precio de venta al p¨²blico). En situaci¨®n de libre competencia podr¨ªa ser (de hecho lo fue hasta 1945) un margen libre que cada farmac¨¦utico fijara seg¨²n su conveniencia. Pero no lo es. Es un margen ¨²nico para todas las farmacias impuesto por orden ministerial (indudablemente por presiones de los farmac¨¦uticos previamente puestos de acuerdo de forma t¨¢cita o expresa). El 11 de enero de 1945 se fij¨® por primera vez en un 25%. Ya tenemos as¨ª el primer elemento de todo monopolio colectivo: el acuerdo sobre precios y los mecanismos para hacerlo cumplir.
Profesor encargado de Estructura Econ¨®mica de la Universidad Complutense
Direcci¨®n, Peter Weir. Gui¨®n, Cliff Green. Basado en la novela de Joan Lindsay. Fotograf¨ªa, Rusell Boyd. M¨²sica, Beethoven y Bruce Meaton. Int¨¦rpretes: Rachel Roberts, Dominic Guard, Helen Morse, Jacki Weaver. Australia. Dram¨¢tica. Color. Local de estreno: Pompeya.
El segundo elemento tambi¨¦n se instrument¨® eficazmente. Para abrir una farmacia y entrar en el negocio hay que superar tres barreras. Primero hay que ser licenciado en farmacia. Segundo, s¨®lo un farmac¨¦utico puede ser propietario de una farmacia (y s¨®lo de una); y no cabe, por ejemplo, que unos grandes almacenes. tengan un mostrador dedicado a despachar recetas aunque las despachen farmac¨¦uticos. Tercero, y ¨²ltimo, las farmacias deben guardar unas ciertas distancias entre s¨ª, variables en funci¨®n de los habitantes de la poblaci¨®n de que se trate. Con la importante peculiaridad de que en las grandes ciudades el sistema de distancias ha resultado, a la postre, bastante flexible. Esta ¨²ltima restricci¨®n (el elemento monopolista m¨¢s ostensible del mercado) la impuso el decreto de 24 de enero de 1941 que expresamente reconoc¨ªa que ?... la libre competencia... no satisface las necesidades m¨¢s elementales del profesional ... ?
La din¨¢mica del mercado a lo largo de los ¨²ltimos a?os ha sido clara. En las zonas urbanas expansivas -no en las zonas rurales en regresi¨®n- el margen profesional, la mete¨®rica expansi¨®n de la demanda impulsada por la Seguridad Social y la pol¨ªtica de sistem¨¢tica elevaci¨®n de precios de los productos seguida por los laboratorios, han venido asegurando a las farmacias grandes ingresos y ping¨¹es beneficios.
No es extra?o que a ese panal de rica miel 10.000 moscas se acercaran. En su intento topaban con las barreras de entrada. En muchos casos no pudieron ser superadas; en algunos se sortearon fraudulentamente; en otros, muchos, se entr¨® al mercado gracias al portillo abierto dejado en las grandes ciudades. En sus barrios nuevos -y sobre todo en los caros- las farmacias proliferaron como hongos. Pero las muchas nuevas farmacias, atra¨ªdas por las expectativas de altos beneficios, significaron menores ventas unitarias; y cuando los ingresos se estabilizan y los costes suben, inexorablemente los beneficios se evaporan. Es pues cierto que actualmente muchas farmacias est¨¢n en mala situaci¨®n econ¨®mica, especialmente, en relaci¨®n con las expectativas de sus propietarios. Pero est¨¢n en mala situaci¨®n primero y fundamentalmente porque facturan (a los particulares y a la Seguridad Social) muy poco.
La din¨¢mica monopolista del mercado de las oficinas de farmacia, en t¨¦rminos sociales, para la econom¨ªa en su conjunto, no ha sido menos negativa. El exceso de capacidad instalada, la proliferaci¨®n abusiva de nuevas farmacias, impone un elevado coste social. Los recursos en capital f¨ªsico y humano paralizados son importantes; m¨¢s importante es a¨²n el derroche que implica la imposibilidad de reducir costes en las farmacias, casi siempre bajo m¨ªnimos en cuanto a lo que debe ser la dimensi¨®n ¨®ptima de un establecimiento.
Ante una situaci¨®n como la descrita o cambia la estructura del mercado o perecen buena parte de los farmac¨¦uticos o... suben sistem¨¢ticamente los precios.
Esta ¨²ltima es la estrategia seguida imponiendo al resto de los espa?oles el coste de unas estructuras ineficientes.
En 1948, la Seguridad Social exige a los farmac¨¦uticos un ?descuento? del 6,66%. Estos responden obteniendo (en virtud de la misma orden ministerial de 10 de mayo) un aumento (para todo el mercado) del margen, que pasa del 25% al 3O%.
En 1964 se establece una escala para el margen, hoy todav¨ªa vigente, que pasa de ser lineal (30% en todo caso), a ser ligeraciente regresivo, oscilando entre un 30% para medicamentos de hasta 150 pesetas de PVP y un 15 % hipot¨¦tico m¨ªnimo. Por ejemplo, para PVP = 500 el margen bruto es de 115 pesetas (23 %); para PVP= 1.000 es de 190 pesetas (19%). Este sistema levant¨® airadas protestas de los farmac¨¦uticos. El margen en t¨¦rminos relativos ciertamente disminu¨ªa, pero en t¨¦rminos absolutos, de ingresos brutos, no debi¨® perjudicarles tanto, ya que los precios de los medicamentos consurnidos se han desplazado continuamente hacia arriba. Y un margen porcentual menor, aplicado sobre una base mayor, puede dar un ingreso superior al de un margen mayor aplicado sobre una base menor.
Muy recientemente los farmac¨¦uticos han conseguido desplazar hacia arriba la escala del margen (aunque s¨®lo para las nuevas especialidades). Desde 1 de octubre en que se aplicar¨¢ tendremos, pues, alza del precio de los servicios farmac¨¦uticos. Alza limitada, pero alza al fin.
Han existido otras elevaciones del precio de distribuci¨®n de medicamentos. Pero han sido ocultas. Para revelar¨ªas es preciso entrar de lleno en el terreno de las relaciones entre farmac¨¦uticos y Seguridad Social.
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