Falsos problemas, falsos descuentos, falsos interlocutores
Cuando se cre¨® el Seguro de Enfermedad se intent¨® -e incluso se legisl¨®- que tuviera en sus ambulatorios sus propias farmacias. Los farmac¨¦uticos se opusieron con tes¨®n. Fue una batalla perdida por el INP en toda la l¨ªnea. Hasta 1962, incluso los hospitales, por grandes que fueran, hab¨ªan de comprar los medicamentos necesarios para sus servicios en la farmacia de la esquina. Las recetas de los enfermos en asistencia ambulatoria siempre han tenido que pasar por el monop¨®lico circuito de distribuci¨®n minorista y sus altos costes. Dadas las ineficiencias de ¨¦ste era, y es, l¨ªcito presuponer que unas oficinas de farmacia gestionadas por la Seguridad Social e insertas en sus ambulatorios originar¨ªan costes sociales muy inferiores a los actuales.Pero no es en este estrecho planteamiento economicista, que es el que en su d¨ªa se hizo la Seguridad Social, donde reside el quid de la cuesti¨®n. No se trata s¨®lo de sustituir las farmacias privadas por farmacias p¨²blicas y de aprovechar las econom¨ªas de escala inherentes a su concentraci¨®n. De lo que se trata es de alterar la estructura de la prestaci¨®n de servicios sanitarios, ajust¨¢ndola a las necesidades t¨¦cnicas modernas logrando, entre otras cosas, que el experto en drogas sea parte integrante del equipo sanitario.
Profesor encargado de Estructura Econ¨®mica de la Universidad Complutense
Cinco novillos de Marib¨¢?ez y uno (el cuarto) de Sotillo Guti¨¦rrez. Aqu¨¦llos, desiguales, aunque correctos de presentaci¨®n, astifinos; con un impresionante veleto -el quinto- de pintones como agujas; todos mansos con problemas los dos primeros, manejables los dem¨¢s. El de Sotillo, serio, manso y peligroso.Luis Miguel Ruiz: Estocada baja (aviso, con minuto y medio de retraso) y descabello (divisi¨®n, y protestas cuando intenta darla vuelta al ruedo) Cogido en el cuarto. Ni?o de Aran juez: Media trasera (palmas y pitos, y saludos). Espadazo al aire, das pinchazos y bajonazo (aplausos y saludos). Cuatro pinchazos, estocada trasera tendida y dos des cabellos. El presidente le perdon¨® dos avisos (vuelta al ruedo). Lorenzo Gonz¨¢lez de Marbella, debutante: Pinchazo, estocada que asoma y descabello (silencio). Media dessprendida (silencio). Presidi¨® muy mal el comisario Santa Olalla. Ruiz fue asistido en la enfermer¨ªa de contusi¨®n abdominal y puntazo corrido. Pron¨®stico reservado.
Y esta, m¨¢s que batalla, guerra, de la sanidad espa?ola s¨ª que la ha perdido el INP en todos los frentes. Tienen parte de raz¨®n los f¨¢rmac¨¦uticos cuando al caos y a la insuficiencia de los servicios sanitarios de la Seguridad Social oponen la existencia de un amplio n¨²mero de farmacias desparramadas por todo el pa¨ªs, con turnos de guardia permanentes y proporcionando un servicio, muy caro y muy por debajo de lo deseable, pero proporcion¨¢ndolo al fin.
?Qu¨¦ iban a esperar del INP los farmac¨¦uticos como profesionales ante el ejemplo de la pol¨ªtica seguida con los m¨¦dicos? ?Un trato similar al recibido por los MIR? En muchas poblaciones con elevad¨ªsimo n¨²mero de habitantes que carecen ?todav¨ªa! hasta de ambulatorio, ?d¨®nde va a instalar el INP sus farmacias?
Malos interlocutores son, por tanto, los viejos pol¨ªticos del Ministerio de Trabajo y los directivos de siempre del INP para negociar con los farmac¨¦uticos sobre su futuro.
Pero tampoco son buenos negociadores para defender frente a ¨¦stos los intereses de los trabajadores.
La Seguridad Social, al ampliar su ¨¢mbito ha ido configur¨¢ndose como monopolio de demanda de los medicamentos y, por tanto, tambi¨¦n de los servicios de distribuci¨®n farmac¨¦uticos. Si en Espa?a se reconociera este hecho y desapareciera la actual dualidad de competencias entre Direcci¨®n General de Sanidad e INP, en cuya virtud la primera fija los precios (tanto de los medicamentos como el margen de farmacia), pero no los paga; y la segunda los paga, pero no los discute, se dar¨ªa un gran paso adelante.
Una administraci¨®n sanitaria unificada y controlada, adem¨¢s, por Parlamento y sindicatos obreros, se ver¨ªa forzada a usar de su poder en el mercado como monopolista de demanda. Tratando de obtener los precios m¨¢s bajos posibles negociar¨ªa con los monopolios existentes por el lado de la oferta: los de las medicinas con los fabricantes; el de la distribuci¨®n con el monopolio colectivo que son los farmac¨¦uticos. As¨ª, todos los protagonistas interpretar¨ªan el papel que, hoy por hoy, les corresponde en este drama para el que los economistas tenemos un t¨ªtulo: el de monopolio bilateral.
La Seguridad Social hasta ahora no ha optado por tal soluci¨®n m¨¢s que marginalmente. Como es otro ente el queda el precio, el INP no negocia sobre precios, s¨®lo exige descuentos. Y, claro est¨¢, negociar sobre descuentos es negociar con desventaja.
En realidad, pues, las negociaciones entre farmac¨¦uticos y Seguridad Social son asim¨¦tricas. Aqu¨¦llos quieren elevar el precio de sus servicios disminuyendo o suprimiendo el falso descuento. Esta s¨®lo puede pretender que el descuento se mantenga. ?Por qu¨¦ no que el precio baje?
De hecho los descuentos no han hecho sino decrecer desde que se crearon. Esto es, el precio que la Seguridad Social paga por los servicios de distribuci¨®n minorista no ha cesado de aumentar.
El descuento inicial del 6,66 % fijado en 1948, y parcialmente cubierto con la subida del margen del 25 % al 30 %, fue elevado hasta el 11,3 % en 1953. Esta s¨ª fue una apreciable rebaja de precios consentida por los farmac¨¦uticos. Por contra, los convenios de 167 y 1972 redujeron el descuento (elevaron el precio) a trav¨¦s de una absurda escala que primaba a las farmacias de mayores ventas. En 1971, el descuento se situaba como media en torno a un 10 %. Desde 1972 baj¨® al 7,5 %. En febrero de 1974 baja de nuevo ligeramente. En una palabra, los descuentos son hoy seguramente los m¨¢s bajos de la historia; esto es, los precios que paga la Seguridad Social a los farmac¨¦uticos por sus servicios no han dejado de crecer.
La soluci¨®n a los problemas suscitados est¨¢ claro que no radica ni en seguir como hasta ahora, ni en acceder de plano a las peticiones de los farmac¨¦uticos. Esta ¨²ltima ser¨ªa una salida que a largo plazo lamentar¨ªan los propios farmac¨¦uticos. De momento obtendr¨ªan un respiro econ¨®mico; pero ante las nuevas expectativas de beneficio, otra vez se forzar¨ªa el ritmo deapertura de farmacias, caer¨ªan las ventas y los farmac¨¦uticos estar¨ªan en la posici¨®n de partida, tras haber hecho pagar al resto de los espa?oles una importante factura.
Para que la supresi¨®n del descuento (l¨¦ase alza del precio) sea econ¨®micamente racional ha de venir acompa?ada de unas restricciones mucho m¨¢s estrictas a la apertura de nuevas farmacias. Y esto, ?lo van a consentir los estudiantes de farmacia o sus padres?
Soluciones
S¨®lo dos v¨ªas parecen entonces practicables:
1. Eliminar los descuentos y, conjuntamente, todas las dem¨¢s restricciones a la libertad del mercado. Suprimir la intervenci¨®n del margen y dejarlo fluctuar libremente. Permit¨ªr que cualquiera, y por supuesto unos grandes almacenes comerciales, o un sindicato, o una asociaci¨®n de consumidores, pueda ser propietario de oficinas de farmacia, sin sujeci¨®n a distancias m¨ªnimas. Y, desde luego, que la autoridad sanitaria ¨²nica, negocie el precio, no el descuento, que por los servicios de distribuci¨®n prestados a la Seguridad Social van a cobrarle los farmac¨¦uticos.
2. Que los farmac¨¦uticos se dispongan a dar la batalla contra los laboratorios y con el apoyo de los m¨¦dicos para conquistar el espacio profesional que les corresponde ocupar: el de la informaci¨®n farmacol¨®gica, el del trabajo en el equipo sanitario, en los controles de calidad hospitalaria, an¨¢lisis bromatol¨®gicos, etc¨¦tera. En esa batalla la nueva Seguridad Social y la sociedad espa?ola les prestar¨ªa su apoyo como guardianes del asalto qu¨ªmico a la vida que deben ser, ofreci¨¦ndoles puestos de trabajo atractivos, bien remunerados; negociando la paulatina concen traci¨®n de las farmacias y su medi do traslado a los centros sanitarios de barrio o rurales que han de crearse. Una soluci¨®n, en fin, a largo plazo, inserta en la reforma de la Sanidad espa?ola, y que toca al problema verdaderamente latente en el fondo: el del capitalismo moponopolista internacional de los laboratorios farmac¨¦uticos.
Se opte por uno u otro camino es obvio que en el IN P no hay hoy interlocutores v¨¢lidos para los farmac¨¦uticos. Las organizaciones sindicales es indispensable que est¨¦n presentes en la negociaci¨®n; si se adopta el primer camino, como defensores de los intereses de los trabajadores (es su salud y muchos miles de millones de pesetas lo que est¨¢ en juego); si se sigue el segundo, como expresi¨®n, en este campo concreto, de la uni¨®n de las fuerzas del trabajo y la cultura.
Por una y otra v¨ªa -aunque con costes diferentes- se puede avanzar en la direcci¨®n apuntada ya por el doctor Jaime Vera terciando en una pol¨¦mica que entre la Mutualidad Obrera y la Corporaci¨®n Farmac¨¦utica tuvo lugar nada menos que en 1914. Que ?el farmac¨¦utico es su ciencia lo que ha de administrar y no mercanc¨ªas, aunque sean farmac¨¦uticas?.
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