El viaje de Tarradellas
EL VIAJE a Madrid del se?or Tarradellas, su entrevista con el presidente Su¨¢rez y la visita que rendir¨¢ en el d¨ªa de hoy al Rey ponen fin al contencioso, de car¨¢cter sobre todo formal, que amenazaba con dificultar innecesariamente la negociaci¨®n de la autonom¨ªa catalana. Porque la injustificada pretensi¨®n de mantener viva la ficci¨®n de una legitimidad hist¨®rica encarnada por quien fue nombrado presidente de la Generalitat en el exilio en 1954 era el ¨²nico obst¨¢culo que imped¨ªa poner en marcha' el mec¨¢nismo que devolver¨¢ a Catalu?a sus instituciones de. autobobierno,Algunos analistas han extra¨ªdo la err¨®nea conclusi¨®n de que los medianos resultados electorales obtenidos por el Pacte Democratic per Catalunya y el d¨¦bil respaldo de sufragios de Esquerra Republicana significaban el ocaso del autonomismo en Catalu?a. Nada m¨¢s lejos de la verdad. El modesto ¨¦xito del se?or Pujol y la derrota del se?or Barrera s¨®lo son el indicio de la relativa decadencia de una determinada forma de interpretar el catalanismo, ligada a sectores de clases medias y expresada a trav¨¦s de una ideolog¨ªa y unas organizaciones pol¨ªticas interclasistas bajo la hegemon¨ªa de la burgues¨ªa catalana. La alianza electoral del Partido Socialista de Catalu?a y del PSOE, y la interpenetraci¨®n del PSUC y el PCE, han permitido que los inmigr¨¢ntes -que representan casi el 50 % de la poblaci¨®n activa en el Principado- hayan hecho suya1a reivindicaci¨®n de la autonom¨ªa y desaparezca el peligro de enfrentamientos nacionalistas de tipo lerrouxista. Por lo dem¨¢s, la s¨²bita conversi¨®n a las tesis autonomistas de la UCD, espectacularinente puesta de relieve por el decisivo papel desempe?ado por el se?or Sent¨ªs en el viaje del se?or Tarradellas, si bien puede despertar recelos o dar lugar a reproches, es la m¨¢s clara prueba de que en Catalu?a existe un amplio e irresistible consenso.
En esta situaci¨®n, el prop¨®sito de restablecer, aunque s¨®lo fuera provisionalmente, el Estatuto de 1932 (enmarcado en la Constituci¨®n republicana de 1931) y el empe?o en defender la legitimidad de las instituciones catalanas de autogobierno anteriores a 1939, encarnada en la persona del se?or Tarradellas como presidente de la Generalitat en el exilio, encerraban serios peligros para el establecimiento de la democracia en Espa?a, en tanto en cuanto esa postura her¨ªa la sensibilidad de aquellos sectores sociales e instituciones que, en el resto de la Pen¨ªnsula, tiend¨¦n a confundir la autonom¨ªa con el separatismo. Pero, adem¨¢s, ese proyecto entraba en abierta contradicci¨®n con el resto del movimiento democr¨¢tico. El argumento de que el franquismo fue un simple par¨¦ntesis en la historia de Espa?a no s¨®lo adolec¨ªa de falta de realismo, sino que desenganchaba la cuesti¨®n catalana del resto de la negociaci¨®n global entre las fuerzas de la Oposici¨®n y un Gobierno deseoso de olvidar el franquismo y de legitimarse democr¨¢ticamente, pero imposibilitado para aceptar legitimaciones hist¨®ricas de la preguerra.
El buen sentido de los pol¨ªticos catalanes y el realismo del se?or Tarradellas han terminado por imponerse a las emociones y a los sentimientos. El reconocimiento de la Monarqu¨ªa por el se?or Tarradellas elimina el obst¨¢culo que hac¨ªa imposible su regreso como titular de una legitimidad de origen republicano. A partir de ahora, todo es posible, incluso, que ocupe la presidencia de la Asamblea de Parlamentarios, si ¨¦stos as¨ª lo deciden. Al enfrenta miento hist¨®rico sucede la negociaci¨®n pol¨ªtica; y a la obstinaci¨®n, la diplomacia.
Por lo dem¨¢s, quienes han sido m¨¢s tarradellistas que el propio se?or Tarradellas sentir¨¢n una justificada extra?eza ante el sorprendente viaje a Madrid del presidente en el exilio de la Generalitat. Hace unos meses este peri¨®dico inform¨® de que exist¨ªan contactos entre Madrid y Saint-Martin le Beaux, provocando un alud de desmentidos, que ayer se convirtieron en humo. Sin duda, en todo este asunto intervienen factores peculiares de la pol¨ªtica catalana, relacionados con el deseo de cada partido d¨¦ imponer su propia hegemon¨ªa, que no resultan f¨¢cilmente comprensibles para quienes permanecen fuera de ese escenario. Pero lo importante es que, desde ayer, ha quedado exp¨¦dito el camino para que los catalanes puedan elaborar, primero, el Estatuto de 1977 y negociarlo, despu¨¦s, en las Cortes electas el 15 de junio.
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