Voluntad y angustia de ser lobo estepario
En el centenario de Hermann Hesse
La dial¨¦ctica disc¨ªpulo-maestro es un nudo capital en la obra de Hermann Hesse, y me permito tomarlo aqu¨ª como leit-motiv para subrayar las caracter¨ªsticas de su producci¨®n literaria. Podemos rastrear el citado nudo dial¨¦ctico en una obra tan prime riza como Peter Camenzind (1904), sobre el desplazado que busca un amigo que le sirva de gu¨ªa en el oficio de vivir y que, al no hallarlo, se entrega a la doctrina y pr¨¢cticas. de San Francisco de As¨ªs. Algo semejante sucede en Bajo la rueda (1906): tampoco ah¨ª encuentra el protagonista Giebenrath un maestro, ni entre sus profesores ni en el monasterio de Maulbronn. Pero en Demian (1919), el joven Sinclair tendr¨¢ por ?conductor? a ese personaje clarividente y esot¨¦rico, Max De mian, a cuya muerte habr¨¢ de es perar Sinclair para saber gobernarse solo en la existencia. En Siddharta (1922), la dial¨¦ctica disc¨ªpulo-maestro se plantea en toda su plenitud y profundidad; pero en esta novela parab¨®lica, el protagonista, que lleva ese nombre sagrado, ya no ser¨¢ un disc¨ªpulo, sino un joven, un hombre, que tras haber buscado el magisterio de alg¨²n d¨ªa superior, como el mismo Buda Sakya Muni, eligir¨¢ muy pronto su propia conciencia, su propia responsabilidad, como ¨²nica estrella polar para su peregrinaci¨®n. En el Lobo estepario (1927), como el mismo t¨ªtulo sugiere, ese hombre ya se ve irremisiblemente abocado a no depender de nadie m¨¢s que de s¨ª mismo: es la experiencia de la total soledad.Esta constante meditaci¨®n de Hesse en torno a la citada dial¨¦ctica, en las obras citadas como en las restantes, incluidos los ensayos y poemas, fue caracter¨ªstica de su ¨¦poca. La encontramos en Thomas Mann, en Rilke, en el fil¨®sofo Max Scheler o en el te¨®logo Guardini, por citar algunos nombres bien conocidos aqu¨ª. Que Scheler se interesase tanto por los fundadores de religiones es una muestra de su busca constante de un magisterio superior. Que Hesse hiciese lo mismo, dirigiendo su inter¨¦s hacia San Francisco, Nietzsche, Buda o los fil¨®sofos morales de China, se?ala en la misma direcci¨®n. Pero con una diferencia: mientras que Scheler busc¨® un maestro en quien depositar su fe, y lo hall¨® en las mismas doctrinas que Hesse estudi¨®, ¨¦ste lleg¨® muy pronto a la conclusi¨®n de que aquello por lo cual un hombre verdaderamente original organiza su vida no es la doctrina que explicita y que despu¨¦s sus disc¨ªpulos seguir¨¢n, sino una experiencia propia, ¨²nica e irrepetible, que jam¨¢s queda plasmada en ?evangelio?, pero que le da el poder para afrontar la existencia y abrirse un camino que otros, disc¨ªpulos o fieles, podr¨¢n seguir a ciegas.El disc¨ªpulo es el par¨¢sito que vive a costa de otro. Romano Guardini, record¨¦moslo, no aconsejaba otra cosa que la plena entrega del fiel a Jesucristo. Pero el hombre original, es decir, aquel que quiere vivir su propia vida, que acepta su propio destino despu¨¦s de la penosa lucha por encontrarlo, salta fuera de la dial¨¦ctica disc¨ªpulo-maestro y hasta fuera de las mismas doctrinas que el magisterio segrega.Las consecuencias de esta peculiar v¨ªa hessiana (peculiar, aunque no privativa), son f¨¢ciles de imaginar respecto de su posici¨®n ante la cultura o la pol¨ªtica. Hesse fue uno de los escas¨ªsimos intelectuales -y, de entre ellos, el m¨¢s conocido- que no se dej¨® arrastrar por la ola de nacionalismo germ¨¢nico en la guerra del 14. Y casi no es necesario decir que menos acept¨® a¨²n el burdo liderazgo de Hitler y los nazis. Preocupado, hasta la soledad total, por la independencia del pensamiento y de la acci¨®n, en ninguno de ambos casos dud¨® del camino a seguir. M¨¢s significativa fue su actitud en la Rep¨²blica de Weimar - 1919/1933- ante la que adopt¨® una posici¨®n mucho m¨¢s cr¨ªtica por dif¨ªcil, que ante el hitlerismo, por evidente. En la Correspondencia Hermann Hesse-Thomas Mann (Muchnik editor) o en los Escritos autobiogr¨¢ficos. Obstinaci¨®n (Alianza Editorial), publicados ambos ahora como contribuci¨®n al centenario, se subraya hasta la saciedad esta obstinada decisi¨®n hessiana: la de ser ¨¦l mismo, radicalmente, con una profundidad rara en nuestro siglo. Su voluntad de conocerse se deriva, justamente, de su voluntad de abrazar en su grandeza y angustia su. propio sino.Esta voluntad da a Hesse su luminoso car¨¢cter de intemporal; pero, como Rafael Cont¨¦ se?ala, su intemporalidad es la m¨¢s actual de las intemporalidades, por contradictorio que ello pueda parecer.
Actual, en la pol¨ªtica o en la cultura, porque tambi¨¦n ahora se nos presenta a todos nosotros con evidencia la problem¨¢tica de aquel nudo dial¨¦ctico: ser disc¨ªpulos de ¨¦sta o de aquella tendencia, de ¨¦ste o de aquel l¨ªder, como algo necesario si queremos organizar la convivencia y encauzar nuestra vida social, y como algo peligroso que, en aras de la eficacia, sacrifica la insobornable decisi¨®n individual. Hesse replante¨® y profundiz¨® la cuesti¨®n nietzscheana, seg¨²n la cual, mientras que nuestra ¨¦poca est¨¢ equipada como ninguna otra de verdades conquistadas por la ciencia, en nuestra ¨¦poca, tambi¨¦n, la subjetividad se halla incapacitada para prestar su total adhesi¨®n a aquellas verdades objetivas. Un abismo separa a ambas l¨ªneas paralelas, y Hesse quiso hallar el puente de uni¨®n entre una y otra, puente que para ¨¦l es ¨²nico en cada persona, como es ¨²nica para cada hombre la puerta de la ley, en Kafka. Hesse sugiri¨® que las adhesiones precipitadas de la fe a las doctrinas de cualquier tipo son como las adhesiones del burgu¨¦s a la vida honorable: ser honorable porque se esquivan, en el mejor de los casos, las tendencias malignas que nos llaman. Pero quien desee ser en su plenitud, debe hacer como Dante: pasar por el infierno interior antes de llegar al para¨ªso, aceptar las tendencias malignas como propias para trascenderlas y salvar, juntamente con las positivas, no a una parte del ser humano, sino al hombre en su totalidad. Este, creo, es el n¨²cleo del pensamiento y de la obra de aquel lobo estepario, que ya no quiso ser ni maestro ni disc¨ªpulo, y que naci¨® en Calw, pueblecito de la Selva Negra, el 2 de julio de 1877.
Babelia
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