La gratitud por el infortunio evitado
Si alguien hubiese tenido bondad, talento, destreza, acierto y suerte -en suma, genialidad hist¨®rica- para haber evitado la guerra civil en 1936, Espa?a lo hubiera venerado, lo hubiera puesto en la lista de sus glorias, le hubiese guardado -agradecimiento ilimitado. ?No es as¨ª? No, no creo que eso hubiese sucedido; al contrario, nadie hubiese sentido la menor gratitud a ese genio. ?Por qu¨¦? Porque si se hubiese evitado la guerra, nadie creer¨ªa que iba a producirse.
Temo que est¨¦ pasando ahora algo muy parecido. Durante muchos a?os, los espa?oles y los extranjeros hemos estado especulando -con bastante aprensi¨®n- sobre lo que suceder¨ªa cuando terminase el r¨¦gimen de casi cuatro decenios que concluy¨® el 20 de noviembre de 1975. Son muchos los que tem¨ªan perturbaciones sin cuento. Se Contaba con un largo periodo de alteraciones, inseguridad, violencia, crisis econ¨®mica, depuraciones, insultos, persecuciones m¨¢s o menos sangrientas, falta de libertad general, quiz¨¢ con algunas excepciones bien escogidas. El r¨¦gimen anterior hab¨ªa prometido todo ¨¦sto, cansinamente, como ¨²nica alternativa a su existencia.
Hab¨ªa algunos, ciertamente, que confiaban en que no pasar¨ªa nada. Eran los que deseaban, en efecto, que no pasara nada, que todo continuara aproximadamente como antes. Es decir, que funcionaran los resortes del miedo y un poderoso aparato de represi¨®n, trasladado a las manos oportunas, concentrado en ellas, de manera que el pa¨ªs quedase ?congelado? y sin alteraci¨®n sustancial. ?Por cu¨¢nto tiempo? Lo m¨¢s posible.
Ninguna de estos dos previsiones se ha cumplido. No ha pasado nada... malo. Ha pasado, en profundidad, m¨¢s de lo que los m¨¢s deseosos de cambio se atrev¨ªan a esperar. Al decir que no ha pasado nada malo, me refiero, claro es, al ?orden de magnitud? (concepto indispensable para entender la bistoria) correspondiente a tama?a crisis; y cuando digo que ha pasado m¨¢s de lo que nadie se atrev¨ªa a esperar, no digo que eso que ha pasado coincida con los deseos particulares de unos u otros, sino m¨¢s bien con los de la mayor¨ªa.
Los espa?oles no hemos dejado de vivir normalmente ni un s¨®lo d¨ªa. Con las naturales perturbaciones locales y pasajeras, hemos acudido puntualmente a nuestro trabajo cotidiano, hemos comido tres veces -o m¨¢s- al d¨ªa, nos hemos reunido en calles, paseos, caf¨¦s, espect¨¢culos; hemos viajado; nos hemos sentido seguros en nuestras casas -muchos, bastante m¨¢s seguros que antes-; hemos le¨ªdo libremente libros y peri¨®dicos espa?oles y extranjeros; hemos o¨ªdo todas las emisoras de radio que nuestros aparatos nos Permiten, sin la menor prohibici¨®n ni zozobra; hemos hablado de pol¨ªtica ilimitadamente, y hemos o¨ªdo hablar; se nos han ofrecido diversas opciones, y hemos elegido entre ellas libremente hace cosa de un mes: hemos visto desaparecer un r¨¦gimen y aparecer otro bien distinto; hemos escuchado himnos que ning¨²n joven hab¨ªa o¨ªdo, hemos visto flamear banderas proscritas, sin que se hunda el mundo, ni sobrevengan mayores inconvenientes; hemos pasado de la m¨¢s inveros¨ªmil autocracia, de la m¨¢s fabulosa concentraci¨®n de poder personal en tina sola mano, a una Monarqu¨ªa democr¨¢tica y sin exclusiones, con un ampl¨ªsimo espectro de partidos, con ejercicio de las libertades y constante respeto de todas las opiniones. Todo ello en diecinueve meses.
Yo sospecho que el pueblo, los innumerables espa?oles que se levantan por la ma?ana, viven su jornada cotidiana, trabajan, esperan, desconf¨ªan, vuelven a confiar; el pueblo que constituye la realidad de lo que Unamuno llamaba la ?Intrahistoria?, siente una confusa gratitud mezclada con sorpresa. Pero si busco la expresi¨®n p¨²blica de esa gratitud, me cuesta mucho trabajo hallarla. Y esto me parece, antes todav¨ªa que desagradecido, poco inteligente.
Los encargados de formular las opiniones, con excepciones avaramente contadas, no parecen sorprenderse de que nos hayamos ahorrado la inmensa mayor¨ªa de los males que nos amenazaban; y ello, no a costa de la paralizaci¨®n de la vida pol¨ªtica, de la obturaci¨®n del futuro, del intento desesperado de detener el tiempo y la marcha de la historia, sino al contrario: mediante una prudente aceleraci¨®n de esa marcha. Por una vez, las personas puestas al frente de los asuntos p¨²blicos en una grave crisis parecen haber comprendido lo que tantas veces he explicado te¨®ricamente al estudiar los finales del siglo XVIII, cuando Espa?a tuvo que hacer frente a la Revoluci¨®n Francesa y sus consecuencias: que en la historia no hay ?marcha atr¨¢s?, ni se puede ?frenar?, que por grave que sea la situaci¨®n hay que seguir adelante en la direcci¨®n y a la velocidad adecuadas.
A m¨ª me asombra el camino recorrido en cosa de a?o y medio. Lo que pasa es que se ha avanzado hacia el siglo XXI, y muchos no advierten el avance, porque esperaban dirigirse hacia el siglo XIX o hacia un precipicio que cada vez parece m¨¢s lejano e improbable.
Y es curioso que los que menos gratitud muestran son los que mayor temor sent¨ªan, los que deber¨ªan sentirse m¨¢s aliviados y renacidos a la esperanza; y se quejan de falta de progresos, Ios que tienen abiertos todos los caminos y pueden intentar recorrerlos -si el pa¨ªs los acompa?a, porque ahora se trata de democracia-, y esto, aclara el sentido de esa curiosa ?prisa? que mostraban y que los llevaba a reclamar y ?exigir? transformaciones radicales a los que no ten¨ªan derecho a realizarlas, porque entonces hubieran sido meros actos dictatoriales, pol¨ªtica de ?hechos consumados? antes de qu¨¦ el pa¨ªs pudieraltomar posesi¨®n de s¨ª mismo y forjar sus ¨®rganos eficaces, responsables y flexibles.
Y todav¨ªa hay un fen¨®meno m¨¢s extra?o, y es el que algunos hombres que han participado de manera relevante en este proceso, que han contribuido a evitar los infortunios que nos amenazaban que por ello se han hecho acreedores a nuestra gratitud, se est¨¢n dedicando a renegar de sus propios m¨¦ritos, a invalidar sus aciertos iniciales, a repudiar su desarrollo y consolidaci¨®n, por una de estas dos razones -tan insuficientes- o porque la imaginaci¨®n hist¨®rica ha ido m¨¢s all¨¢ que la suya, y ha impuesto al proceso pol¨ªtico un ritmo y una figura que no supieron prever, o porque no han sido ellos los principales promotores de ese cambio. Como si lo que interesara fuera satisfacer tal o cual vanidad particular, m¨¢s que llevar a t¨¦rmino, una empresa tan fascinadora como poner en marcha un gran pueblo viejo que las ha visto de todos los colores y que, sin embargo, demuestra poseer una asombrosa capacidad de recuperaci¨®n y creaci¨®n.
Porque de esto -y nada menos que esto- se trata: de conseguir que Espa?a, de la que unos se hab¨ªan servido para medrar o darse lustre, de la que otros hab¨ªan desconfiado hasta el m¨¢s abatido desaliento, vuelva a ser, no lo que ha sido porque esto ni es posible ni ser¨ªa interesante, sino lo m¨¢s,que puede ser en el ¨²ltimo cuarto del siglo XX.
Al lado de esta empresa, capaz de encender el entusiasmo de cualquiera que no est¨¦ enteramente muerto, ?qu¨¦ puede importar la preferencia particular de este o aquel se?or, o la tumefacci¨®n del ego -como dicen los pedantes- de cada uno de nosotros los espa?oles?
En diciembre de 1975 publiqu¨¦ unos cuantos art¨ªculos en La Vanguardia (constituyen el ep¨ªlogo de La Espa?a real). Uno de ellos, con gran sorpresa m¨ªa, provoc¨® considerable irritaci¨®n incluso entre personas a quienes consideraba muy pr¨®ximas y con las que me un¨ªa excelente amistad. Su t¨ªtulo era ?Originalidad?; invitaba en ¨¦l a ejercitar la imaginaci¨®n, a inventar, a no repetir ni imitar. ?Hay que mirar atr¨¢s -dec¨ªa- para no quedarse atr¨¢s, para inventar, en vista de ello, algo distinto y superior.? Y conclu¨ªa: ?La ¨²nica consigna v¨¢lida hoy. para todos los espa?oles, sean cualesquiera sus opiniones o preferencias, que no quieran renunciar a ser de verdad, es esta: originalidad.? Este art¨ªculo pareci¨® impertinente, y ello me puso en guardia; me hizo ver que acaso las minor¨ªas dirigentes, en buena parte, se hab¨ªan quedado rezagadas respecto al torso del pa¨ªs.
Esto explicar¨ªa que muchos no sintieran esa gratitud que echo de menos; ser¨ªa que r¨ªo se han enterado bien de lo que ha pasado en este a?o y medio, porque la verdad es que ha sido bastante original. ?No valdr¨ªa la pena precisar qu¨¦ ha pasado, que se ha hecho, qu¨¦ sentid¨® hist¨®rico tiene?
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