Parlamento y pol¨ªtica exterior/1
(Comisi¨®n Internacional del PSOE)
La vida pol¨ªtica de una sociedad puede considerarse desde una doble perspectiva: nacional e internacional. Ambas facetas son estrictamente interdependientes en el mundo en que vivimos. Mediante su pol¨ªtica exterior y sus relaciones internacionales un Estado influye en la vida internacional, pero, a su vez es condicionado o determinado (seg¨²n los casos) en la elaboraci¨®n de tal pol¨ªtica -e incluso en la de su pol¨ªtica nacional- por los dem¨¢s Estados.Ello juega en todo tipo de sociedad nacional, bien sea ¨¦sta democr¨¢tica o no. La ventaja de una sociedad democr¨¢tica es que los ciudadanos -que no s¨²bditos que la componen tienen el derecho y la posibilidad de expresar sus opiniones y de controlar ambas facetas de la pol¨ªtica -nacional e internacional- a trav¨¦s del Parlamento y de otras instituciones y medios sociales, por ejemplo, la prensa.
El Parlamento puede concebIrse como una de las m¨¢s importantes instituciones -si bien no la ¨²nica de expresi¨®n de la voluntad popular, como foro donde los intereses dje la colectividad entendidos de forma diversa se someten a debate p¨²blico y -en el aspecto exteriorcomo garante de los intereses nacionales y portavoz, de los mismos ante la comunidad internacional.
Ci?¨¦ndonos a este ¨²ltirno aspecto, la responsabilidad del Parlamento democr¨¢tico es doble, -puesto que, siendo expresi¨®n de la plural representaci¨®n nacional, ha de encararse con asuntos que afectan a la acci¨®n exterior del Estado, del cual es una instituci¨®n.
En dos palabras, en un Estado autoritario o totalitario la responsabilidad por determinadas acciones realizadas en la vida internacional es m¨¢s f¨¢cilmente achacable a una mera y abstracta entidad sociopol¨ªtica. Por ejemplo, ?la Espa?a de Franco? o ?el Estado franquista?. Incluso en las postrimer¨ªas del r¨¦gimen franquista, y aludiendo a oscuros compromisos internacionales contra¨ªdos, ha podido echarse mano de otra c¨®moda f¨®rmula: la de ?los dif¨ªciles momentos de la transici¨®n?. En un Estado como el franquista -actualmente en v¨ªas de superaci¨®n- la responsabilidad por actos disconformes con el Derecho Internacional, vejatorios para alg¨²n sujeto de las relaciones internacionales o simplemente injustos o ignominiosos era m¨¢s f¨¢cilmente diluible.
Un Estado democr¨¢tico de derecho -hacia el cual parece que nos encaminamos- con un Gobierno emanado de elecciones libres (a pesar de los ?residuos franquistas?, otra expresi¨®n ad hoc) y con un Parlamento de id¨¦ntico origen (con igual proporci¨®n de residuos) no puede tan f¨¢cilmente escapar a la cr¨ªtica interna e internacional por actos internacionales de los que puede ser responsabilizado.
La comunidad internacional tiene el derecho y la.comunidad nacional (representada en el Parlamento) el deber -y el leg¨ªtimo orgullo- de que se abra una meridiana discusi¨®n sobre todos los temas de pol¨ªtica exterior y relaciones internacionales en que un r¨¦gimen anterior no democr¨¢tico, autoritario, haya podido incidir con mediclas no acordes con el derecho y la moral internacionales. Y en nuestro caso -y para empezar-, un buen ejemplo es el de la descolonizaci¨®n del Sahara Occidental.
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