Toros de pesadilla en Las Ventas
Corrida de angustia. Angustia total. M¨¢s que a los toros, el domingo en Las Ventas parec¨ªa que hab¨ªamos ido al circo romano. A los catec¨²menos Ra¨²l, Irineo y Justo los hab¨ªan echado a las fieras. Seis fieras de la peor laya sembraron el p¨¢nico en la arena. O m¨¢s que en la arena, en el tendido, porque los miedos parec¨ªan mayores en el grader¨ªo que en el ruedo.Los catec¨²menos Ra¨²l, Irineo y Justo, jabatos, peleaban con aquellas fieras, arrancados, queri¨¦ndoles sacar pases; ignoraban trucos de veterano (el que lo fuera; que s¨®lo lo era, en puridad, Ra¨²l) y, pechera por delante, les ofrec¨ªan la muleta, ?j¨¦!, para ejecutar la suerte como mandan los c¨¢nones.
Pero lo que mandaba era el toro; la mala sangre del toro. Toro -?dije toro?, itorazo!- tremendo, catedralicio, gayumbo, con un par del bieldos, o bielgos (biesgos, en el argot), que quitaban el sentido. Y el toro quer¨ªa coger a los toreros catec¨²menos en cuanto saltaba al ruedo. Dec¨ªamos ayer... que las visperas de corrida son, para el torero, de duermevela, y en sus sue?os se entremezclan el toro de carril, para el arte y poner la plaza boca abajo, con la pesadilla de una fiera de mala rebaba, de cornada certera. Y esto ¨²ltimo fue lo que sali¨® el domingo, seis veces, seis, como para acabar con toda la torer¨ªa.
Toros de tremendo cuajo; algunos, remedo del bous taurus hist¨®rico. Hasta el segundo, a quienes los revisteros cl¨¢sicos habr¨ªan calificado de terciado, ten¨ªa honduras y anchuras apabullantes; ni se sabe los cent¨ªmetros (hasta metros, le pareci¨® a m¨¢s de uno) que ten¨ªa de cadera a cadera, y de ah¨ª adelante, hasta la cara seria y la agresiva y astifina cabeza. Este es el toro que se exige, y si saliera para todos -modestos, figuras y figurones-, no habr¨ªa problemas.Otra cosa es la catadura. Toros de semejante bronquedad no los quiere nadie, ni en la arena ni en el tendido.
Lo cual no quiere decir que no produjeran espect¨¢culo; al contrario, la emoci¨®n era creciente, porque ten¨ªa que serlo. Todos los ardides que las tauromaquias requieren para dome?ar a semejantes p¨¢jaros de cuenta eran pocos, y los toreros los empleaban a fondo para librar la tarascada, que se produc¨ªa desde el primer capotazo. Es m¨¢s: despu¨¦s de corretear abantos, los morlacos del terror se paraban antes del primer lance, y en estas circunstancias era muy peliagudo meterles mano. El quinto arrebat¨® el percal a Irineo Baz El Charro, al que oblig¨® a tomar el olivo, y luego a un pe¨®n, y al caballo m¨¢s le coce¨® que le embisti¨®. En la muleta se iba al bulto, y si El Charro vive, tras la voltereta y las tarascadas que soport¨®, es algo que no se explica muy bien. Tampoco ten¨ªa un pase el de confirmaci¨®n de alternativa, y aunque no pueda ni concebirse, certificamos que le lleg¨® a dar dos tandas de derechazos.
El quite de la tarde lo hizo Justo Ben¨ªtez en el tercero, cuando, en la dura brega, un banderl llero cay¨®. Su capote se llev¨® con oportunidad el derrote, y se gan¨® la gran ovaci¨®n. Luego, el mismo toro, que correteaba buscando tablas, acometi¨® al picador cuando sal¨ªa al ruedo y a¨²n no hab¨ªan cerrado el port¨®n de cuadrillas. Menos mal que, como manso que era, huy¨® al sentir el hierro, pues, de recargar habr¨ªa armado un desaguisado en el callej¨®n. Toro sin Fijeza y huido Ben¨ªtez, con valor y tes¨®n, le tuvo que robar pases recorriendo toda la circunferencia. El aragon¨¦s instrument¨® buenas ver¨®nicas al sexto que parec¨ªa el menos manso y el m¨¢s boyante, pero en banderillas, que ejecut¨® reuniendo siempre en la cara, la fiera le hizo pasar apuros pues echaba la cara arriba, y en el ¨²ltimo tercio cada embestida result¨® un derrote. Ben¨ªtez volvi¨® a dejar constancia de que hay en ¨¦l torero de coraz¨®n y cabeza, mere cedor de mejores oportunidades.
...Y Ra¨²l S¨¢nchez. Ser¨ªa muy c¨®modo decir ahora, a la vista de los resultados, que el cuarto acab¨® manejable, pues el talaverano consigui¨® sacar varias tandas de naturales, un par de ellos de sensacional temple y hondura, alargando el muy corto recorrido. Pero no: se trataba de un marrajo como lo dem¨¢s. Lo que sucedi¨® fue que Curro Alvarez coloc¨® dos magn¨ªficos pares de banderillas, dej¨¢ndose ver y cuadrando en la cara, lo que de alguna manera arregl¨® al toro. Y que Ra¨²l le encontr¨® el terreno y la distancia, clav¨® las zapatillas en la arena y plante¨® la disyuntiva: O t¨² o yo. Y fue ¨¦l, torero recio, aut¨¦ntico, quien mand¨® sobre el animal En su primero, en cambio, el ?o t¨² o yo? fue el toro, porque Ra¨²l S¨¢nchez, despu¨¦s de intentar el natural, atropell¨® la raz¨®n y cit¨® con la derecha, por donde, desde el primer capotazo, era evidente que ten¨ªa la fiera un peligro tremendo. Y, naturalmente, se produjo la cogida, con dos volteretas consecutivas, terror¨ªficas ambas, pero que, afortunadamente, no tuvieron consecuencias.
?Qui¨¦n ser¨¢ el desalmado que vuelva a meter a estos tres valientes -Ra¨²l, Irineo, Justo- en la encerrona de los toros de pesadilla?
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