Un alegato difuso
La primera conclusi¨®n que sacamos de la lectura de este peque?o volumen es que el autor est¨¢ definitivamente obsesionado. Los periplos interiores y exteriores de los se?ores ministros le sacan de quicio. No resiste, tampoco, los almuerzos de trabajo y los actos sociales en que los titulares del Gobierno intervienen. Se escandaliza con las inauguraciones y la colocaci¨®n de primeras piedras. Postula una espartana austeridad.De acuerdo que la honestidad es condici¨®n necesaria e importante para el ejercicio de la pol¨ªtica.
Pero no su ¨²nica virtualidad. ?De qu¨¦ nos servir¨ªa estar gobernados por hombres de una honradez inmaculada y que su coeficiente mental no superara los l¨ªmites del creticismo? Ser¨ªa, sencillamente, desastroso.
Fernando Merino:
Conducta pol¨ªtica. Barcelona, 1977.
Podr¨ªa admitirse este irritado af¨¢n de conducta puritana, si el autor no se escurriera en otras afirmaciones que entran de lleno en el insulto est¨²pido y en la zafia arbitrariedad.
Dice textualmente: ?Por todos sitios se oye hablar de democracia, pero todos los l¨ªderes aspiran a una cartera ministerial y mejor a la presidencia. ?En qu¨¦ quedamos, quieren la democracia o quieren el ministerio o la presidencia??
Adem¨¢s de injusto, este aserto es c¨ªnicamente ofensivo. Tambi¨¦n es sospechoso que Fernando Merino nos diga que tiene sus ideas pol¨ªticas pero que nos las oculte, como si se tratara de un enigma secreto e irrevelable.
El aldabonazo, como el autor califica su obra, est¨¢ lleno de un frenes¨ª ingenuo y de escepticismo peculiar.
Y quiz¨¢, sin darse cuenta, se descubre, cuando dice: ?Las primeras manifestaciones de la democracia no pueden dar un balance m¨¢s negativo.?
Despu¨¦s, sin rubor, ni sonrojo, y con un desconocimiento total del tema, afirma que la extrema derecha, la derecha, el centro, la izquierda y la extrema izquierda, para ¨¦l son la misma cosa. Esclarecedora revelaci¨®n.
Y contin¨²a, menos mal que reconoce que es reiterativo, con los viajes de los ministros, el despilfarro de la burocracia, la inmoralidad administrativa, los costosos e in¨²tiles desfiles militares, los coches rutilantes de importaci¨®n para los organismos oficiales y un sinf¨ªn de desmanes que condena en su deslabazado c¨®digo moral.
?Para qu¨¦ seguir?
El fen¨®meno de este alegato es la insolidaridad, la exclusi¨®n y el resentimiento. El aldabonazo tiene escasa energ¨ªa. Es una estridente opini¨®n encanijada.
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