Contradicciones de una guerra casi civil
Si se tienen en cuenta los insistentes intentos del coronel Gadafi por fusionar a Libia con Egipto durante los ¨²ltimos a?os, parece l¨®gico calificar la actual guerra entre ambos de casi una guerra civil. Pero si se consideran la crisis energ¨¦tica internacional, la grave situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo, el alejamiento entre El Cairo y Mosc¨², la penetraci¨®n sovi¨¦tica en el llamado ?cuerno de ?frica? y el aparente prop¨®sito de Estados Unidos de mantener las posiciones pol¨ªticas conquistadas en 1975 por Kissinger en Egipto y L¨ªbano, el conflicto se inscribe casi con naturalidad en el cuadro de las grandes maniobras estrat¨¦gicas de las superpotencias, que no s¨®lo abarca a El Cairo y a Tr¨ªpoli, sino tambi¨¦n a Somalia, Etiop¨ªa, Argelia, Marruecos e incluso el Zaire. Se puede decir que es la mitad de ?frica la que se ha convertido en un solo teatro de operaciones, cuyos efectos pueden hacerse sentir en todo el mundo.
El presidente Sadat ha acusado estos d¨ªas al coronel Gadafi de encontrarse poco menos que en manos de los sovi¨¦ticos. Pero lo cierto es que esas acusaciones —y esta guerra— se han producido despu¨¦s del fracaso de las negociaciones del ministro egipcio de Relaciones Exteriores, se?or Fahmi, en Mosc¨², a mediados de junio. El Cairo, alarmado entonces por el triunfo del se?or Begin en Israel, trat¨® de renovar sus acuerdos militares con la URSS. Vale la pena recordar que el 12 de junio, pocas horas despu¨¦s de finalizada la visita del se?or Fahmi a Mosc¨², Pravda le dedic¨® al asunto las siguientes palabras: ?El imperialismo busca suscitar querellas entre los pa¨ªses ¨¢rabes para entorpecer un acuerdo en Oriente Pr¨®ximo. Trata tambi¨¦n de envenenar las relaciones sovi¨¦tico-¨¢rabes. ? Evidentemente, el ¨®rgano del Partido Comunista sovi¨¦tico parec¨ªa, en ese momento, vislumbrar el porvenir. ?Por qu¨¦, entonces, el ministro sovi¨¦tico de Relaciones Exteriores, se?or Gromiko, rehus¨® fijar una fecha para visitar El Cairo? Seg¨²n los portavoces sovi¨¦ticos, esa negativa equival¨ªa a decirle a El Cairo que la URSS esperaba ?antes? pruebas tangibles de su buena voluntad.
Una de esas pruebas pudo haber sido, seg¨²n lo sugiri¨® por esos d¨ªas el propio Gadafi, el levantamiento del ?cord¨®n sanitario que Egipto, Sud¨¢n y T¨²nez le imponen a Libia?, el cual obliga a Tr¨ªpoli desde hace meses a desarrollar una pol¨ªtica de ?proximidad y colaboraci¨®n? econ¨®mica con ciertos pa¨ªses del ?frica Negra, como Uganda, Mauritania, Togo u organizaciones como el Frente Polisario, que dispone de una oficina en Tr¨ªpoli; pol¨ªtica que a principios de junio se complet¨® con unas declaraciones del doctor Triki, ministro libio de Relaciones Exteriores, en favor de la presencia cubana en ?frica. ?El miedo a un pretendido peligro cubano —dijo Triki— es el miedo de Occidente a perder ?frica, y Egipto se ha convertido en el agente de ese temor.? Inmediatamente, El Cairo replic¨® a esa acusaci¨®n con otra, seg¨²n la cual el r¨¦gimen de Gadafi intensificaba su represi¨®n sobre los 300.000 egipcios que viven en Libia. El comandante Abdel Sallan Jalloud, ?n¨²mero dos? del r¨¦gimen libio, afirm¨® entonces que El Cairo estaba preparando un ataque armado contra su pa¨ªs. El enfrentamiento ha tardado poco en estallar, y ello en el instante en que el se?or Begin presentaba su plan de paz en Washington.
El mundo ¨¢rabe est¨¢ ahora a punto de dividirse definitivamente en dos bloques antag¨®nicos, en cada uno de los cuales se observan solidaridades sorprendentes: Tr¨ªpoli, capital del integrismo revolucionario, se alinea junto a Etiop¨ªa, campeona del antiarabismo, y la prooccidental Arabia Saudita no oculta su respaldo a los nacionalistas eritreos, en gran parte marxistas. Si esta divisi¨®n —y confusi¨®n— se acent¨²an, toda ?frica, incluido el Mohgreb, puede transformarse en un nuevo Oriente Pr¨®ximo.
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