?Qu¨¦ hacemos con Madrid? / 1
EI d¨ªa 8 de julio de 1977 cuando se public¨® en el Bolet¨ªn Oficial del Estado la orden ministerial dando por incoado el expediente de protecci¨®n del Patrimonio Monumental y Art¨ªstico madrile?o, fue un d¨ªa de j¨²bilo para muchos de los que amamos a Madrid. Por fin se iba a reconocer que Madrid, el jaranero y pinturero de otros tiempos y el supermillonario en habitantes y problemas de hoy, era un testimonio hist¨®rico digno de respeto.?Por qu¨¦ Madrid ha sido, al correr del tiempo, una ciudad tan poco respetable y tan poco respetada? ?Ser¨¢ porque, en una ¨¦poca, madrile?ismo equival¨ªa a g¨¦nero chico, a sainete de Arniches o de L¨®pez Silva, a casticismo simp¨¢tico e intrascendente, sin que ninguna de estas cosas exigiera una consideraci¨®n de m¨¢s peso? ?Ser¨¢ porque la ciudad de todos y para todos nunca pens¨® en ella y, como las gentes esc¨¦pticas, cansadas de vivir y burlonas, empezaba por despreciarse a s¨ª misma?
Senador de Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico por Toledo
Direcci¨®n: Olivier Hellman. Protagonistas: John Huston, Shelley Wintersy Henry Fonda. Color.A venturas. EE. UU., 19 76. Local de estreno: Palacio de la M¨²sicay Novedades.
Esta ciudad, confusi¨®n y regocijo de las Espa?as, como dijo Gald¨®s, rompeolas de las 49 provincias espa?olas, como dijo Antonio Machado, taller de reputaciones para los que ven¨ªan de fuera, seg¨²n opinaba Mesonero Romanos, nunca se ha tomado en serio, y lo malo es que, al proceder de tan elegante y desinteresada forma ha ocultado su verdadero ser y todos han dado por bueno lo que ella misma dec¨ªa. Que se trataba de una ciudad de poco m¨¢s o menos, sin grandes monumentos, sin glorias arquitect¨®nicas que festejar, sin perspectivas ni soberbias avenidas, sin nada, en fin, de aquellas virtudes que enaltecen a las capitales m¨¢s esplendorosas de otros pa¨ªses, ll¨¢mense Roma, Par¨ªs, Viena o Leningrado.
Puede ser que algo de esto sea verdad. Pero no nos enga?emos, no llevemos el desprecio hacia Madrid al extremo a que se est¨¢ llevando, y, lo que es m¨¢s triste, por algunas personas y autoridades que deb¨ªan ser las primeras en sentirse orgullosas de su ciudad. A pesar de los muchos zarpazos que ha recibido en los ¨²ltimos tiempos, a pesar de que se ha destrozado la Castellana, uno de los paseos m¨¢s hermosos de Europa hace s¨®lo quince o veinte a?os; a pesar de que se ha destruido la plaza de Col¨®n, ocasi¨®n ¨²nica para crear un gran espacio urbano; a pesar de que se ha mancillado una de las m¨¢s nobles perspectivas con una torre bautizada con el nombre de una capital levantina; a pesar de que la pasada guerra destruy¨® casi el 30% del cat¨¢logo de sus iglesias barrocas; a pesar de que, d¨ªa a d¨ªa, se destruyen casonas, palacetes, casas se?oriales de renta y multitud de edificios; a pesar de que ya no quedan fuentes de las muchas que tuvo este Madrid y s¨®lo por casualidad nos han quedado las primorosas de Ventura Rodr¨ªguez en el paseo del Prado; a pesar de que el arbolado de la sedienta villa ha ido, poco a poco, cercen¨¢ndose bajo la poda implacable municipal, convirtiendo alamedas, plazas, paseos, en aparcamientos de autom¨®viles, acicalados luego con jardiner¨ªa de peluquero para ocultar sus entra?as de cemento; a pesar de todo esto, Madrid, ese Madrid que no pregona ni ha pregonado nunca de s¨ª mismo, es una ciudad que vale la pena, que existe a despecho de sus mutilaciones, que presenta barrios y conjuntos armoniosos y delicados para quien los sabe captar y cuya atm¨®sfera y sentido arquitect¨®nico, no por discretos y faltos de espect¨¢culo dejan de ser notables. Madrid est¨¢ todav¨ªa ah¨ª con su plaza Mayor, con el mejor palacio barroco del mundo, con el m¨¢s interesante edificio neocl¨¢sico, con un Arco del Triunfo admirable, con un cat¨¢logo formidable de iglesias barrocas, con barrios como el llamado de los Austrias, el de la Encamaci¨®n, el de Atocha y literatos, el de los Jer¨®nimos o el de las Salesas, de mucho car¨¢cter y varia personalidad. Ese Madrid no se puede perder y a fuerza de obstinaci¨®n estamos empe?ados en conseguirlo.
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