La pol¨ªtica de rentas
POLITICA DE rentas es una expresi¨®n que el Gobierno no ha querido emplear, que, adem¨¢s, no es muy exacta ni est¨¢ de moda, pero que puede servir para definir el mecanismo de moderaci¨®n de precios y salarios indispensable para poner fin al proceso inflacionista que padece la econom¨ªa espa?ola.Las primeras reacciones a los planes del Gobierno en este campo no han sido muy alentadoras. Responsables de las centrales sindicales han mostrado una clara reserva ante lo que califican de medidas inconcretas, al tiempo que se?alan la falta de atenci¨®n hacia el problema del paro, la congelaci¨®n salarial y el aumento de los precios por encima del crecimiento de los salarios como deficiencias m¨¢s graves de lo que, en su opini¨®n, constituye un intento de cargar la soluci¨®n de la crisis econ¨®mica sobre los traba adores.
Los empresarios, por su parte, no parecen mostrar tampoco gran entusiasmo. Sus beneficios han vuelto a bajar en 1976, salvo escasas excepciones, y la reforma fiscal que se anuncia no es precisamente una buena noticia para muchos de ellos. Ante este panorama es comprensible su falta de entusiasmo ante la promesa de subvenciones por nuevo puesto de trabajo creado, sobre todo cuando han pasado ya casi dos semanas y el prop¨®sito gubernamental no se ha traducido todav¨ªa en una normativa concreta. En este estado de cosas lo m¨¢s probable es que sus planes de inversi¨®n para el a?o en curso no sean muy vigorosos y la creaci¨®n de puestos de trabajo resulte escasa.
El profesor Fuentes, en sus escritos de hace unos meses
y en las reuniones que mantuvo entonces, corno experto economista, con informadores y profesionales de la econom¨ªa, insist¨ªa en que la moderaci¨®n en la evoluci¨®n de los salarios era condici¨®n imprescindible para recuperar tasas de inflaci¨®n soportables, que permitieran afrontar el problema del paro. El pasado jueves, ya como vicepresidente del Gobierno, volvi¨® a decir lo mismo.
El Gobierno es consciente de que la pol¨ªtica de rentas constituye el punto fuerte, el nudo, gordiano, de su actuaci¨®n. Pero ni en la declaraci¨®n program¨¢tica, ni posteriormente, h¨¢ planteado el problema con valent¨ªa y con precisi¨®n. Se ha temido la reacci¨®n de la izquierda y de las centrales sindicales y se ha pretendido, insistir en los asuntos fiscales, como contrapartida para mejor presentar la pol¨ªtica de rentas; es decir, la necesidad de que el crecimiento de los salarios se frene. Adem¨¢s, ha olvidado se?alar a los empresarios que ellos juegan un papej importante y a los trabajadores que el restablecimiento de un cierto nivel de beneficios en las empresas es condici¨®n indispensable para el ¨¦xito del programa.
Espa?a se halla inmersa desde hace varios a?os en un proceso inflacionista cuyo origen no fue de inflaci¨®n de costes, pero que hoy en d¨ªa se perpet¨²a fundamentalmente por ese camino. Si se toman los salarios industriales como los m¨¢s representativos de la compleja estructura salarial y se defiactan por el coste de la vida, vemos que el poder de compra de los asalariados aument¨® entre diciembre de 1974 y el mismo mes de 1976 en un 20,2 % en Espa?a, en un 12 % en Francia, un 9,7 % en Suecia, un 8,9 % en Italia, un 3,2 % en Alemania Federal, mientras que permaneci¨® estacionario en Gran breta?a y descendi¨® en Suiza y Holanda, en un 0,9 % y un 2,4 % respectivamente. Las ¨²ltimas informaciones disponibles se?alan que los salarios nominales en la industria y la construcci¨®n estaban creciendo en los primeros meses de 1977 a un ritmo anual del 37 % frente aun crecimiento del 30 % del coste de la vida; es decir, nuestros salarios reales aumentaban alrededor del 5,5 % anual.
La participaci¨®n de los salarios en la renta nacional era demasiado baja, pero un aumento como el experimentado en los ¨²ltimos a?os -de un 48 % en 1970, los sueldos y salarios netos han pasado a representar alrededor de un 55% de la renta nacional en 1976- no pod¨ªa dejar de tener consecuencias econ¨®micas importantes. Existen grupos de la poblaci¨®n trabajadora que se han beneficiado poco o nada de este ?vuelco? en la distribuci¨®n del pastel, pero afirmar que la crisis la est¨¢n soportando s¨®lo los trabi¨ªjadores parece exagerado, a menos que se defina con m¨¢s precisi¨®n qu¨¦ se entiende por trabajadores. Decir estas cosas no es f¨¢cil cuando se desempe?an cargos de responsabilidad p¨²blica o se representa el voto popular en el Parlamento. Pero alguien tiene que decirlo.
Esta necesidad de precisi¨®n y realismo se nos antoja importante porque se trata de salir de la crisis econ¨®mica todos y no unos a costa de otros. Ello exige un esfuerzo colectivo que presenta facetas varias. En primer t¨¦rmino ha de entenderse que durante alg¨²n tiempo el proceso de ajuste al cual la devaluaci¨®n va a someter a nuestra econom¨ªa se debe traducir necesariamente en aumentos deprecios superiores a los de los salarios. Dicho de otra forma, los salarios reales de muchos espa?oles deber¨¢n ser negativos por alg¨²n tiempo. Pero la pretensi¨®n de que los aumentos de sueldo sean lineales y la masa salarial no sobrepase en su crecimiento el 17 %, es una simplificaci¨®n al respecto.
En primer lugar, tenemos una deficiente informaci¨®n sobre los niveles salariales generales del pa¨ªs. La encuesta de salarios de Estad¨ªstica es una de las peores de las que elabora el Instituto.
En segundo lugar, las desigualdades salariales por regiones, por sectores y por empresas son muy grandes. Un trabajador de RENFE tiene unos ingresos inferiores a los de Telef¨®nica o Iberia -al mismo nivel laboral- en un 40 %. Las empresas con m¨¢s capacidad reivindicativa (SEAT, por ejemplo) tienen unos niveles retributivos muy superiores a las de menor capacidad de presi¨®n.
En tercer lugar, hay que tener presentes a jubilados y rentistas, sin duda los m¨¢s castigados por la inflaci¨®n y a los que no s¨®lo no debe congelarse su nivel de ingresos, sino que se debe tratar de elev¨¢rselos para garantizar su capacidad adquisitiva.
Es cierto que este Gobierno o cualquier otro que venga para hacer frente a la crisis econ¨®mica debe afrontar la moderaci¨®n de las rentas salariales, pero debe tener en cuenta estos factores que se?alamos. Las centrales sindicales y los partidos de la Oposici¨®n tambi¨¦n deben plantearse seriamente, si quieren defender un nivel de empleo y una estabilidad democr¨¢tica, la articulaci¨®n razonable y equitativa de ese frenazo a los salarios.
Esa es la ¨²nica v¨ªa de soluci¨®n posible, y con toda independencia creemos que el Gobiernofaltar¨ªa a su deber si no pone todos los medios a su alcance para lograrlo. En este sentido hay un dato importante: la pol¨ªtica monetaria. Est¨¢ claramente demostrado que si un Gobierno, despu¨¦s de devaluar, mantiene una pol¨ªtica monetaria expansiva, le ser¨¢ imposible sostener por mucho tiempo el nuevo tipo de cambio y ello se traducir¨¢ en alzas de precios y ¨¦stas en peticiones de salarios m¨¢s altos. Es decir, se habr¨¢ devaluado in¨²tilmente.
El otro aspecto a considerar es el del paro. La situaci¨®n es aqu¨ª muy grave, pero lo que se necesitan son sugerencias concretas y no simples acusaciones. El Sector P¨²blico puede y debe hacer un esfuerzo para crear puestos de trabajo, pero la soluci¨®n ha de venir ' de la recuperaci¨®n de la inversi¨®n privada. Y ¨¦sta s¨®lo ser¨¢ factible cuando se haya atajado la inflaci¨®n. Mientras tanto, hay que arbitr-ir reformas profundas que den a la clase trabajadora la oportunidad de fiscalizar tanto la gesti¨®n de la Seguridad Social, por ejemplo, como el empleo de los recursos productivos del pa¨ªs.
En ¨²ltimo lugar, estas l¨ªneas s¨®lo pretenden ser una llamada al sacrificio colectivo, a la discusi¨®n racional entre los principales agentes econ¨®micos y a la defensa de los intereses de grupo dentro de un esquema de solidaridad general. Si en pa¨ªses como Gran Breta?a una crisis econ¨®mica de gravedad comparable a la nuestra coexiste con la supervivencia de la democracia, no cabe olvidar' que all¨ª la democracia funciona desde hace tres siglos.
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