Patrimonio hist¨®rico-art¨ªst¨ªco y cultura de masas
Volvemos a la carga sobre el tema del Patrimonio Hist¨®rico Art¨ªstico, con la propuesta, seg¨²n qued¨® anteriormente prometido de alternativas, en vez de sistem¨¢ticas denuncias. Nuestro habitual colaborador Antonio Fern¨¢ndez Alba, arquitecto y catedr¨¢tico de elementos de composici¨®n en la Escuela de Madrid, plantea unos cuantos presupuestos te¨®ricos que nuestro cr¨ªtico de arte Santiago Am¨®n corrobora con un ejemplo concreto: la restituci¨®n del monasterio de Santa Mar¨ªa la Real y la Semana del Rom¨¢nico, en Aguilar de Campoo, de la qu¨¦ambos fueron part¨ªcipes.
No resulta dif¨ªcil predecir que uno de los debates m¨¢s pr¨®ximos en el panorama de la pol¨ªtica cultural del pa¨ªs va a quedar circunscrito a dos frentes muy precisos y no siempre bien analizados en la din¨¢mica de las sociedades industriales y tecnol¨®gicas de nuestro tiempo. Cada d¨ªa se hace m¨¢s evidente la cr¨ªtica ecol¨®gica, Cuyos presupuestos de recuperaci¨®n naturalista tienden a incidir con un significado de mayor trascendencia que muchas de las premisas ideol¨®gicas sustentadas por el juego de los partidos pol¨ªticos, a la conquista del poder.Otro apartado que ha de recabar atenciones no menores de los pol¨ªticos se ver¨¢ suscitado por las demandas de ocupaci¨®n y renovaci¨®n de lo que en t¨¦rminos muy gen¨¦ricos se denomina Patrimonio Hist¨®rico-Cultural. Dos postulados que incluso en las elecciones municipales y pese a las dificultades que a¨²n comporta una toma de conciencia en tal sentido, ser¨¢n, sin duda, enunciados primarios a esgrimir por la cultura de masas.
El t¨¦rmino cultura de masas, aireado y adulterado a tenor de los criterios ideol¨®gicos de quienes lo manejan, alude b¨¢sicamente a un fen¨®meno urbano, clasificado por algunos sectores de la sociolog¨ªa contempor¨¢nea como una cultura de tipo terciario. Anticipemos que tal clasificaci¨®n no implica ning¨²n matiz despectivo: su nomenclatura traduce, m¨¢s bien, un apartado complementario que dentro del contexto de la sociedad industrial, viene a cerrar la cuenta de las culturas tradicionalmente admitidas: religiosas, human¨ªsticas y cient¨ªficas.
La interpretaci¨®n del medio ambiente natural o construido. Por parte de esta cultura de masas representa y va a concretarse en una fuerza de gesti¨®n y acci¨®n pol¨ªticas cuyo alcance apenas se puede hoy advertir. Cr¨®nicas eventuales o manifiestos aparentemente contemplativos y nost¨¢lgicos del medio natural, par¨¢frasis simbolistas de lo antiguo.... parecen ser las acotaciones que nos vienen ofreciendo los medios de comunicaci¨®n m¨¢s informados, siendo escasas las ocasiones en que se hacen patentes los valores de estos movimientos en su aut¨¦ntica dimensi¨®n antropol¨®gica.
Condici¨®n antropol¨®gica
Ideolog¨ªa consumista, p¨¦rdida de la diniensi¨®n de la historia, la modernolatr¨ªa, el oportunismo de las vanguardias, las modas impuestas por la cultura de ¨¦lite..., entra?an situaciones que o distorsionan o desvanecen la cultura de masas. Parecen ignorar tales supuestos cr¨ªticos que esta modalidad cultural es un hecho cong¨¦nito con la sociedad industrial de nuestros d¨ªas y representa una condici¨®n antropol¨®gica a trav¨¦s de la historia del hombre. As¨ª entendida no pretende esta actividad colectiva sustituir ni marginar la cultura hist¨®rico-art¨ªstica-cient¨ªfica, vinculada a la ¨²ltima sociedad burguesa, a no ser que estos tres ¨²ltimos presupuestos quieran transformarse en simples ideologias con la consiguiente marginaci¨®n del conocimiento de toda la fuci¨®n social.
Por citar uno de los cometidos tradicionalmente encubiertos en las prerrogativas m¨¢gicas de los iniciados, ca be advertir que el papel que hoy asume la funci¨®n sociol¨®gica del arte es, precisamente, el de desmitificar las llamadas culturas de ¨¦lite o de los programados grupos de tendencia. Y es contra esta manipulaci¨®n ideol¨®gica de la cultura contra la que se alza o debe alzarse el imaginario colectivo, a modo de un aut¨¦ntico corpus cultural, acumulativo, lleno de experiencias e innovaciones, con rasgos pr¨¢cticamente inexistentes en las anteriores y peculiares de expresi¨®n. Recuperar el patrimonio hist¨®rico y cultural, interpretar la memoria del acontecer popular, salvar el lugar natural del lucro programado.... son axiomas b¨¢sicos para una acci¨®n com¨²n y para un proyecto deliberado. Nada es de extra?ar que en estos programas ocupen un lugar prioritario la lucha por recuperar, a nivel de subsistencia, el ecosistema natural, y la ocupaci¨®n, como espacio habitable, de los reductos del patrimonio hist¨®rico, dirigido y destruido por los grupos de especulaci¨®n cultural econ¨®mica, conocidos usurpadores del bien com¨²n. La lucha contra la Construcci¨®n de centrales nucleares, el voto ecol¨®gico, las cada vez m¨¢s consolidadas asociaciones de vecinos, los grupos de gesti¨®n urbana, la paulatina sensibilizaci¨®n en torno a la destrucci¨®n de edificios y recintos monumentales o simplemente fison¨®micos, la repulsa a la indiscriminada instalaci¨®n industrial, la vigilancia sobre vertidos en las cuencas fluviales..., representan otros tantos sintomas de alternativas de reivindicaci¨®n, concebidas, muchas de ellas, al margen de la pol¨ªtica de partidos y clara definici¨®n de unos grupos sociales. Conscientes de ser las verdaderas fuerzas productivas del medio, comienzan tales grupos a reclamar el control de sus decisiones, arrogadas hasta ahora y programadas por las intenciones, m¨¢s o menos consentidas, de unas minor¨ªas.
Evidenciar los significados
Como acaece en otros muchos campos del dise?o ambiental, los mecanismos con que se afronta tan compleja problem¨¢tica vienen formulados por respuestas individuales y avalados, en los casos m¨¢s significativos, por una competencia t¨¦cnica que en no pocas ocasiones sirve para encubrir deficiencias de origen y concluye por ser del todo ineficiente a todos los niveles de operatividad. Salvar el ambiente de un determinado per¨ªodo hist¨®rico exige algo m¨¢s que la consideraci¨®n de patrimonio-inmueble al que, junto a una determinada clasificaci¨®n historicista por parte de los expertos del ramo, se le asignan (cuando ello ocurre) meras subvenciones econ¨®micas. El conocimiento de los especialistas deber¨¢ en el futuro traducir y poner en evidenicia los que subyacen en lo antiguo y potenciarlos al alcance de conocimiento y uso colectivo. La necesidad de protecci¨®n ha de dimanar, en ¨²ltima instancia, de la propia colectividad, y no de grupos de cultura adjetivada cuya capacidad de decisi¨®n est¨¢ actualmente alejada, hien por desconocimiento o por indiferencia de (y hacia) sus verdaderos depositarios.
Nuestro patrimonio. Paiajistico, hist¨®rico, art¨ªstico y cultural, adolece de una inercia de siglos, manipulado, no pocas veces, por los intereses productivos que estos lugares podr¨ªan ofrecer a la clase dirigente, abandonados, a merced de indigencia econ¨®mica o por falta de iniciativa y, sobre todo de imaginaci¨®n creadora. Agreguese a ello una conciencia popular mal informada, educada en asociar lo nuevo a un significado positivista como signo de un status social renovado, y en contemplar lo antiguo a manera de ¨¢mbito degradado o lugar inasequible a la convivencia entre la cultura t¨¦cnica la sociedad civil.
A mayor abundancia, se ha de reconocer la mediaci¨®n de una burocracia envilecida que con notable ¨¦xito ha venido fomentando la ruptura con este amplio y enriquecedor campo sociol¨®gico y sociol¨®gico que los espacios del pasado nos pueden ofrecer, al tiempo que ha amputado la cuant¨ªa y cua lidad de est¨ªmulos e informaci¨®n que en ellos permanecen. Alternativa prioritaria ser¨¢ la de recuperar el valor significativo de tales espacios, a la que tendr¨¢n necesariamente que concurrir nuestros investigadores y especialistas, arque¨®logos, ge¨®grafos, ec¨®logos, arquitectos y estudiosos del medio, a fin de recuperar significados y revitalizar usos, sin esperar a una ut¨®pica educaci¨®n aristocr¨¢tica de las masas populares. Un patrimonio hist¨®rico, acotado para visitas para postales de turismo, para nost¨¢lgicas evocaciones o complejos tr¨¢mites de menud eo administrativo.... conllevar¨ªa la condena a la inoperancia de unas fuerzas hist¨®rico-culturales que pueden hacer m¨¢s viable y m¨¢s r¨¢pida la transformaci¨®n de nuestra realidad social.
Han de atender las miras a una pol¨ªtica de las cosas reales, a utilizar, sin demora, unos instrumentos elementales, modestos, y, antes de esperar los grandes presupuestos, particularuzar y descentralizar los problemas, circunscribi¨¦ndolos a las ¨¢reas de su propia cultura. Los Proyectos ser¨¢n m¨¢s viables, cuanto directamente vinculados se vean a grupos respsables y m¨¢s desconexos de las oligarqu¨ªas de especialistas y sus consabidos monopolios culturales. S¨®lo una progresiva descentralizaci¨®n, apoyada en unos municipios de honrados ciudadanos, puede posibilitar una aut¨¦ntica estrategia de participaci¨®n, frente a las oportunistas e interesadas en el medro pol¨ªtico.
Desatino y esc¨¢ndalo
Las competencias de las ¨¢reas pol¨ªticas ofrecen uno de los obst¨¢culos m¨¢s invencibles, no s¨®lo adminis trativos, sino, sobre todo, de eficiencia pr¨¢ctica, y tanto en lo concerniente a planificaci¨®n como a ejecuci¨®n del proyecto. Ministerios como el extinguido de la Vivienda al que se ten¨ªan asignadas la conservaci¨®n y restauraci¨®n de edificios, adscritos, a su vez, por constituir recinto monumental, al de Educaci¨®n Ciencia, subvenciones y elevados presupuestos, gratuitaniente concedidos para alzar edificios sin una finalidad concreta... y otros tantos episodios, han venido constituyendo sinraz¨®n y piedra de esc¨¢ndalo.
Cercano queda el esc¨¢ndalo del Museo de Arte Contempor¨¢neo de Madrid, del Centro de Restauraciones, de las ruinas prematuras de la Escuela de Artes y Oficios. edificios alzados, todos ellos, en la Ciudad Universitaria, al tiempo, por ejemplo. que se desploma una capilla de la catedral de Burgos, se transportan al vertedero los escombros del rom¨¢nico rural castellano, se cubren de maleza las reservas arqueol¨®gicas de nuestro patrinionio m¨¢s primitivo..., o ha de ser la iniciativa popular la que, como en el caso del monasterio de Aguilar de Campoo, ponga en marcha el buen sentido de las prioridades, por citar las referencias m¨¢s pr¨®ximas de ese gran cat¨¢logo de la devastaci¨®n que ha sufrido el testimonio colectivo de nuestras culturas.
Hora es ya de superar la cr¨ªtica por unas propuestas de participaci¨®n colectiva, siempre que se sien ta dispuesta la Administraci¨®n a asumir, con precisi¨®n y responsabilidad, las deficiencias estructurales que su aparente planificaci¨®n y control han permitido durante esos ¨²ltimos a?os, y se avenga a aceptar las exigencias innovadoras que las culturas de masas reclaman porque les pertenecen, que no se trata tanto de aceptar la culpa como hacer restituci¨®n por el da?o.
El cambio de un ambiente planificado profesionalmente, a otro elaborado socialmente, resume, en nuestro tiempo, una de las diferen cias cualitativas de la construcci¨®n del medio ambiente. La cultura de masas no se compromete tan l¨¢cidamente como buena parte de las vanguardias canonizadas o al modo de las informales denuncias del panfleto contestatario. Pretende, ante todo, leer las contradicciones reales del medio y entender los valores contempor¨¢neos que la memoria colectiva suministra a trav¨¦s de un conocimiento riguroso de la tradici¨®n, consciente de que la p¨¦rdida de su patrimonio ambiental conlleva la renuncia a su propia identidad humana.
El reci¨¦n creado Ministerio de Cultura, pese a lo poco feliz de su nomenclatura, parece ser el destinatario dentro del incipiente contexto democr¨¢tico del pa¨ªs, para suplir las diferencias de la atomizaci¨®n de funciones y el reparto de intereses sobre el patrimonio colectivo de las diferentes culturas espa?olas.. ?Estar¨¢n dispuestos o ser¨¢n capaces sus equipos no s¨®lo de asumir las culpas, sino de reparar tanto da?o? En beneficio de todos, as¨ª lo deseamos, y esperamos, por ejemplo. que el telegrama que el titular del Departamento envi¨® a los promotores de la ejemplar Iniciativa popular de Aguilar de Campoo sea algo m¨¢s que deferencia protocolaria.
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