La ley, ?expresi¨®n de la voluntad del pueblo?
Hace medio a?o, con motivo de la publicaci¨®n de la ley para la Reforma Pol¨ªtica, escrib¨ª un art¨ªculo titulado ?Ley y ordenanza?. Ordenanza, seg¨²n el diccionario de la Real Academia Espa?ola es: Mandato, disposici¨®n, arbitrio y voluntad de uno. Ley es, seg¨²n el mismo diccionario: Precepto dictado por la suprema autoridad, en que se manda o prohibe una cosa en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados. Es decir, la ley se diferencia de la ordenanza, en que su mandato no es puro arbitrio ni mera voluntad; pues, por su propia definici¨®n, requiere, adem¨¢s, que lo mandado o prohibido sea ?en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados?.Un determinado juramento, afortunadamente no repetido, pues la f¨®rmula se ha cambiado, me volvi¨® a recordar esta cuesti¨®n, ¨ªntimamente relacionada con el art¨ªculo primero, apartado uno de la ley de 4 de enero para la Reforma Pol¨ªtica, en el inciso en que se asigna a la ley el atributo de, ser expresi¨®n de la voluntad soberana del pueblo.
El texto de aquel juramento me llev¨® a releer estas palabras y, mientras mi vista volv¨ªa a posarse en ellas, mi mente record¨® otras de Cic¨¦r¨®n, en De Legibus: ?Si los derechos se fundaran en la voluntad de los pueblos, en las decisiones de los pr¨ªncipes y las sentencias de los jueces, ser¨ªa jur¨ªdico el robo, jur¨ªdica la falsificaci¨®n, jur¨ªdica la suplantaci¨®n de testamentos, siempre que tuvieran a su favor los votos o los pl¨¢cemes de una masa popular.? El republicano Cicer¨®n cancelaba lapidariamente el a?o 44 a.C., las opiniones de sofistas y esc¨¦pticos: ?No s¨®lo lo justo y lo injusto, sino todo lo que es honesto y lo torpe se discierne por la naturaleza...? ?Pensar que eso depende de la opini¨®n de cada uno y no de la naturaleza es cosa de locos. ?
Ni la voluntas principis, ni la voluntad de las oligarqu¨ªas, ni la volont¨¦ g¨¦n¨¦rale son el fundamento de la ley, que debe ser una ordenaci¨®n de la raz¨®n pr¨¢ctica, dirigida al bien com¨²n y basada en la observaci¨®n tanto de la naturaleza de la cosa como de las consecuencias que de la misma dimanaren. Ha de ser una expresi¨®n, lo m¨¢s fiel posible, de la justicia as¨ª considerada.
Dos mil a?os despu¨¦s, una regresi¨®n hist¨®rica nos devuelve a la ¨®rbita que Cicer¨®n refutaba.
?La voluntad del pueblo? ?Pobre, pueblo! El insigne pol¨ªgrafo Joaqu¨ªn Costa comentaba, hace unos cien a?os, que ?el doctrinarismo franc¨¦s que impera desp¨®ticamente en nuestras escuelas y ante todos nuestros partidos pol¨ªticos? : ?clasifica los miembros del Estado en dos grupos separados uno de otro por un verdadero abismo: de un lado, la autoridad, el Gobierno, los depositarios del poder, el pa¨ªs legal; de otro, los s¨²bditos, el pa¨ªs elector, la masa ca¨®tica cuya misi¨®n se cifra enteramente en obedecer a aquellos a quienes ha constituido en ¨®rganos suyos, despoj¨¢ndose de su soberan¨ªa?. La volont¨¦ g¨¦n¨¦rale, ?concluyen en la ali¨¦nation totale ... !
Y, hablando de los liberales espa?oles de su ¨¦poca, prosegu¨ªa Costa: ?Piensan que el pueblo es ya rey y soberano, porque han puesto en sus manos la papeleta electoral: no lo cre¨¢is, mientras no se reconozca, adem¨¢s, al individuo y a la familia la libertad civil, y al conjunto de individuos y de familias el derecho complementario de estatuir en forma de costumbres, aquella soberan¨ªa es un sarcasmo, representa el derecho de darse peri¨®dicamente: un amo que le dicte la ley, que le imponga su voluntad; la papeleta electoral es el harapo de p¨²rpura y el cetro de ca?a con el que se disfraz¨® a Cristo de rey en el pretorio de Pilatos.?
La libertad civil la sacrifican hoy no s¨®lo todos los socialismos, sino tambi¨¦n las social-democracias que consienten un libertinaje en las costumbres y someten al pueblo a un intervencionismo siempre creciente. Tocqueville, en su obra De la democracia en Am¨¦rica, lo hab¨ªa ya intuido: ?Los pueblos democr¨¢ticos, que han introducido la libertad en la esfera pol¨ªtica, al mismo tiempo que han acrecentado el despotismo en la esfera administrativa, han sido conducidos a singularidades bien extra?as. Cuando se trata de manejar los peque?os negocios, donde el simple buen sentido puede bastar, se estima que los ciudadanos son incapaces; si se trata de gobernar el Estado se conf¨ªan a estos ciudadanos inmensas prerrogativas; se les hace alternativamente los juguetes del soberano y sus amos; m¨¢s que reyes y menos que hombres.? Pero, prosegu¨ªa, ?es dificil de concebir c¨®mo hombres que han renunciado enteramente al h¨¢bito de dirigirse a s¨ª mismos podr¨¢n conseguir elegir bien a quienes deben conducirles?.
?Soberanos te¨®ricamente en lo que no entendemos; y, pr¨¢cticamente, en perpetua menor edad en lo que constituye nuestra respectiva esfera!
Y, entonces, a¨²n no hab¨ªan sido introducidas las t¨¦cnicas propagand¨ªsticas de la actual sociedad de consumo; ni, por tanto, se hab¨ªan aplicado a la pol¨ªtica.
O¨ªmos repetir a los ?expertos? en propaganda que los partidos que m¨¢s votos han obtenido fueron los que mejor propaganda electoral hicieron.
?Socialismo es libertad?, dec¨ªan millares de carteles. Mientras en Alemania occidental un eslogan electoral eficaz hab¨ªa sido el que planteaba este dilema: ?Socialismo o libertad? ?Es que los alemanes tienen un concepto distinto de libertad o de socialismo? O, ?acaso tiene raz¨®n el profesor Tierno Galv¨¢n y la mayor parte de quienes han votado al partido de Felipe Gonz¨¢lez no saben lo que es el socialismo?
?El centro: lo bueno de la derecha y lo bueno de la izquierda?, repet¨ªan tambi¨¦n miles de carteles; y ?por qu¨¦ no lo malo de las dos? La primera vez que lo le¨ª, este eslogan me hizo recordar, por asociaci¨®n de ideas, aquella an¨¦cdota de Bernard Shaw, cuando una bella actriz francesa le propuso que se casaran. As¨ª sus hijos reunir¨ªan el talento de ¨¦l y la hermosura de ella. Oferta que el escritor irland¨¦s no se atrevi¨® a aceptar porque... ?y si sucediese lo contrario?
M¨¢s carteles iban inform¨¢ndonos, d¨ªa tras d¨ªa: ?El Centro es la democracia?, y ?Votar centro es votar Su¨¢rez?. Es decir; ?Su¨¢rez es la democracia! Entonces, ?para qu¨¦ las elecciones?
?Esta fue la buena propaganda electoral ... ! Y todav¨ªa los triunfadores quieren hacer creer al pueblo que las leyes, que ellos hagan, ser¨¢n la expresi¨®n de la voluntad de ¨¦ste. ?Esperamos que no hagan decir a los m¨¦dicos que las reglas de la medicina son, ?la expresi¨®n de la voluntad del pueblo?, ni a los ingenieros que las leyes de la mec¨¢nica son ?la expresi¨®n de la voluntad del pueblo?!
Y, sin embargo, un pueblo libre-, como recordaba Costa, pod¨ªa legislar en forma de costumbres. Pero, parad¨®jicamente, el dogma de la soberan¨ªa de la ley no soporta la competencia de las costumbres. La volont¨¦ g¨¦n¨¦rale rusoniana va unida a la ali¨¦nation totale, incompatible con la facultad popular de estatuir en forma de costumbres, que requiere un pueblo libre, que no se aliene a sus elegidos.
Tiene raz¨®n De Corte. Bajo un rusonianismo de derecho, que traduce los grandes valores de libertad, de igualdad y de fraternidad, se disimula en pol¨ªtica un maquiavelismo de hecho que utiliza su influencia hipn¨®tica en favor de la voluntad de poder de los pol¨ªticos profesionales. Rousseau viste de ese modo a Maquiavelo con una capa de buena conciencia y de buena fe; y, as¨ª cubierto, le dice al pueblo que la expresi¨®n de su voluntad soberana es esa ley que sus elegidos fabrican.
?Qu¨¦ m¨¢s da que la verdadera ley sea la expresi¨®n de la raz¨®n m¨¢s adecuada a la realidad justa! Y, ?qu¨¦ m¨¢s da que sea una falacia decirle al pueblo -al son demag¨®gico de una propaganda m¨¢s machacona- que la ley es la expresi¨®n de su voluntad, cuando quien se adue?a de ella la sustituye por la propia! Este as¨ª se hace irresponsable, escud¨¢ndose al atribuir la ley a la voluntad de ese mismo pueblo al que excita el apetito con promesas y halagos, ?sin conducirle nunca a la imposible y dorada utop¨ªa ofrecida! De ese modo, el legislador se siente liberado de su trabajosa y exigente sumisi¨®n a la raz¨®n, que le obliga a contemplar con realismo riguroso el bien com¨²n, de hoy y de ma?ana, avizorando las consecuencias m¨¢s remotas...
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