Exposici¨®n-homenaje a las v¨ªctimas de la sociedad
Siete pintores, en el "Centro Cultural Georges Pompidou"
El 31 de enero de 1801, un pintor joven, alumno de David, revolucionario convencido, asiduo de los ?concili¨¢bulos terroristas? de la ¨¦poca, era guillotinado como consecuencia de un proceso que, posteriormente, los historiadores consideraron como inicuo, acusado de haber suministrado los pu?ales que deb¨ªan ser utilizados en la ?seudo-conspiraci¨®n? contra Bonaparte. Su nombre, Topino Lebrun
Alain Jouffroy intenta con esta exposici¨®n, realizada en el Centro Cultural Georges Pompidou, rehabilitar al pintor, mediante una confrontaci¨®n con artistas de hoy y, de esta manera, seg¨²n dice ¨¦l mismo: ?provocar una reflexi¨®n sobre una nueva pintura de la historia, del contenido pol¨ªtico del arte y del compromiso revolucionario de los artistas. ?La exposici¨®n est¨¢ centrada en un cuadro, t¨ªpico del neoclasicismo y del ambiente de David, La muerte de Caius Gracchus, pintado por Topitio Lebrun, que fue presentado al Sal¨®n de 1798, siendo muy apreciado por el Directorio. Representa al tribuno Caius en el momento, en que, desesperado por una sentencia injusta del Senado romano, pide a su esclavo que lo mate, para no caer en manos de sus perseguidores. La pintura, de 4 x 6 metros, es un reflejo de la actualidad pol¨ªtica de ese momento hist¨®rico revolucionario, aun cuando su punto de partida sea la Rep¨²blica Romana, puesto que no se puede dejar de relacionarla con la muerte real de Babeuf, que eligi¨® como nombre Gracchus, (un ?m¨¢rtir de la igualdad?, dec¨ªan de ¨¦l sus contempor¨¢neos), que desde las p¨¢ginas del peri¨®dico
La tribuna del pueblo clamaba contra las injusticias, luchaba por conseguir una ley agraria justa y era un defensor fan¨¢tico del ?comunismo insurreccional?.
En "1797, Babeuf fue juzgado y condenado a muerte y al darse cuenta de que iba a ?ser ofrecido como v¨ªctima expiatoria sobre el altar del orden y de la propiedad?, intent¨® matarse, delante del tribunal que lo sentenciaba, apu?al¨¢ndose; al d¨ªa siguiente fue conducido, ensangrentado, a la guillotina. Topino Lebrun conoc¨ªa y admiraba a Babeuf y no cabe duda de que este cuadro, comenzado seg¨²n su propio testimonio en su ¨¦poca. romana, e interrumpido a causa de ?las persecuciones que sufr¨ªan los republicanos por parte de los esbirros papales?, y terminado despu¨¦s de la muerte de Babeuf, es un tributo rendido a su amigo y a
todos aquellos que fueron guillotinados, entre 1794 y 1800, por sus ideas revolucionarias. Alain Juffroy recuper¨® e hizo restaurar este cuadro, que durante decenios hab¨ªa permanecido enrollado en los s¨®tanos del museo de Marsella, ciudad natal del artista, y llevado por su admiraci¨®n hacia Topino Lebrun, pidi¨® a una serie de artistas actuales (Jean Paul Chambas, Bernard Dufour, Erro, Gerard Fromanger, Jacques Monory, Antonio Recalcati y VIadimir Velickovic) un traba o inspirado en el affaire Topino Lebrun, que dio como resultado una treintena de obras.
Siete artistas
El tema era comprometido, el resultado lo ha sido tambi¨¦n. Lebrun fue consecuente con su momento hist¨®rico, los siete artistas que han respondido a la demanda de Jouffroy est¨¢n en contra de una pr¨¢ctica art¨ªstica realizada en ?la torre de cristal?, en un laboratorio de ideas aislado del mundo, y todos los acontecimientos del presente vivido tienen una resonancia en su trabajo. Como consecuencia de ello, y con unas obras en las que se mezclan la iron¨ªa, lo grotesco, lo rid¨ªculo, la tragedia y la angustia, como cotidianidad de un mundo que en parte se vive como absurdo, se ha establecido el puente, la correspondencia con nuestro momento hist¨®rico, y, por tanto, no es gratuito el que en sus cuadros aparezcan el cad¨¢ver esquel¨¦tico de Holger-Meins (Bernar Dufour), con una nota del autor que dice ?Holger-Meins, individuo libertario, del grupo Baader Mainof, muerto en Alemania, encarcelado en estado de privaci¨®n sensorial, muerto en condiciones que cubren de ignominia nuestra sociedad, como la, recubren de la misma ignominia todos los cuerpos y todas las torturas modernas?, o las im¨¢genes del ?Che? y Allende, en la obra estilo bandes dessin¨¦es, de Erro, o la de Pierre Overney en el trabajo de Fromanger, o la tragic¨®mica escena del asesinato de un revolucionario, llevado a cabo por la polic¨ªa de Batista, en las calles de La Habana, en la pintura de Monory.Una cotidianidad enraizada en un pasado que tiende hacia un futuro combatiendo la miseria, el asesinato, la censura, la funci¨®n embrutecedora de los mass media, la tortura (en los cuerpos mutilados de Velickovic, tr¨¢gicamente ir¨®nicos Ultimo estado del cuerpo, La naturaleza muerta). Es quiz¨¢ la angustiosa ambig¨¹edad de Recalcati, jugando con ese aterrador caballete-guillotina, en unos espacios vac¨ªos, llenos del silencio de la muerte, (31 de enero de 1801 se titula la serie), lo que con m¨¢s claridad pone en evidencia el riesgo de la funci¨®n de artista consciente, el riesgo de un compromiso llevado hasta el l¨ªmite de lo humano.
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