Encuentros en Europa
El viaje oficial del presidente Adolfo Su¨¢rez a La Haya, Copenhague, Par¨ªs y Roma tiene un objetivo pol¨ªtico esencial: el apuntalar, con contactos pol¨ªticos al m¨¢ximo nivel, la candidatura espa?ola al ingreso en la CEE, presentada en Bruselas el pasado d¨ªa. 28 de julio y preparada para un primer debate que los nueve abrir¨¢n, en la capital belga, los pr¨®ximos d¨ªas 19 y 20 de septiembre.Hace tan s¨®lo tres meses, este viaje no hubiera sido posible. Como tampoco le hubiese sido f¨¢cil al ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja, llevar a Bruselas, cien d¨ªas atr¨¢s, la petici¨®n de ingreso en la Comunidad, apoyada en el simple texto del art¨ªculo 237 del Tratado de Roma, tal y como se hizo, sin debate ni evaluaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica previa, y mucho menos sin la tradicional consulta a las nueve capitales europeas, que a posteriori inicia ahora el presidente Su¨¢rez.
Estamos en v¨ªsperas de un viaje rel¨¢mpago de s¨®lo cuatro d¨ªas de duraci¨®n, a uno por pa¨ªs, y con una apretad¨ªsima agenda de conversaciones importantes, que, am¨¦n del objetivo comunitario, se extienden por temas bilaterales y otras cuestiones, como la crisis del sector pesquero espa?ol y la situaci¨®n de nuestros emigrantes en Europa. Qu¨¦ duda cabe de que resultados concretos saldr¨¢n pocos de esta gira cuadrangular, aunque en el sector de la pesca s¨ª deber¨ªa haberlos, por la urgencia del tema. Pero estos son los riesgos del viaje, que, en lo que a Holanda, Dinamarca e Italia se refiere, conslituye la primera visita de un jefe de Gobierno espa?ol en los ¨²ltimos cuarenta a?os.
Sobre las intenciones ¨ªntimas del viaje el paseo preelectoral que M¨¢ximo apuntada ayer en estas p¨¢ginas, o la revancha de los reformistas frente a la r¨ªgida Europa, bien puede hablarse o escribirse largo y tendido. Pero la, realidad del mismo se impone a las conjeturas y nos lleva a la conclusi¨®n de que los encuentros de Su¨¢rez en Europa tienen que rebasar el ¨¢mbito de lo particular, y no convertirse en la pol¨ªfica simple de gobierno o de partido. Y esto debe quedar bien claro en las cuatro capitales, porque, de lo contrario, los interlocutores de Su¨¢rez rebajar¨¢n tambi¨¦n la altura de los debates e intentar¨¢n arrimar el ascua a sus respectivas sardinas. Y ello es tanto como darle pie a los nueve para que hablen de sus problemas propios, tales como la reforma de la Europa verde, la necesidad de cambiar o no las actuales instituciones o de limitar la libre circulaci¨®n de trabajadores hispanos en Europa.
Entrar en esta dial¨¦ctica significar¨ªa condenar a Espa?a a la dura imagen de candidato sine die a la CEE, a la que parecen estar resignados ya Grecia y Portugal.
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