Un Gobierno de coalici¨®n
Ahora ya se puede decir lo que el presidente Su¨¢rez confes¨® a los directores de peri¨®dicos de Madrid el 4 de agosto: ? Si los socialistas hubieran solicitado compartir el poder despu¨¦s de las elecciones me hubieran puesto en un aprieto.? Y tambi¨¦n lo que al primer secretario del PSOE le he o¨ªdo en conversaciones privadas: ?No pedimos el Gobierno de coalici¨®n porque nos pod¨ªan haber dicho que s¨ª.? Ahora, cuando el viaje de Su¨¢rez por Europa ayuda a comprender sus medidas de estadista, el pacto para solucionar la crisis econ¨®mica se muestra inviable, y un Gobierno en minor¨ªa pretende gobernar este pa¨ªs en medio de un per¨ªodo constituyente, se puede y se debe decir que el l¨ªder de la UCD amenaza con comprometer seriamente el inmediato futuro de Espa?a, y que Felipe Gonz¨¢lez parece atender a razonamientos de partido antes que a propuestas nacionales. Ahora, en definitiva, est¨¢n algunos ministros pensando que un Gabinete de coalici¨®n, o incluso de concentraci¨®n, hubiera sido m¨¢s dif¨ªcil de manejar, pero m¨¢s ¨²til para sacar a la naci¨®n del bache. Pero lo piensan y lo dicen cuando ya Su¨¢rez no puede presid¨ªr un Gabinete as¨ª, Y cuando el desgaste del Poder hace pensar en una alternativa socialista todav¨ªa sin programa, sin cuadros, sin experiencia y, presumiblemente sin valor.El tema del Gobierno de coalici¨®n no es nuevo. EL PAIS, en art¨ªculos y editoriales, ha sugerido ininterrumpidamente desde el pasado 15 de junio la necesidad de alg¨²n tipo de pacto nacional que permitiera un Gabinete de tiempo limitado y funci¨®n concreta: amparar el per¨ªodo constituyente y sentar las bases de la reforma econ¨®mica. S¨®lo el secretario general del Partido Comunista -de entre los diversos representados en las Cortes patrocin¨® en principio algo semejante.
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Un Gobierno de coalici¨®n
(Viene de la primera p¨¢gina)Y muchos pensaron entonces que si los comunistas lo suger¨ªan ten¨ªa que ser forzosamente malo. A los maniqueos de siempre podr¨ªa contest¨¢rseles que aquel proyecto era bueno incluso aunque lo patrocinaran los comunistas. Evidentemente, Carrillo so?aba con un desplazamiento de las bases radicales del PSOE hacia el PCE en tanto en cuanto los socialistas, colaborando en el Gobierno, abrasaran su imagen ante las clases obreras, con un programa econ¨®mico de congelaci¨®n salarial. Los socialistas, por su parte, se hab¨ªan encontrado con un capital de votos superior al previsto por ellos mismos y con un partido sin estructura y en formaci¨®n. Una alternativa de poder viable a dos a?os vista, o todav¨ªa menos si trabajaban aceleradamente y las municipales les daban un triunfo, parec¨ªa dibujarse ante ellos. Pero una participaci¨®n inmediata en el Gobierno les levantaba el fantasma de una extensi¨®n por sus bases de los comunistas. ?La estrategia de Carrillo -dec¨ªa un dirigente del partido- es destruir al PSOE en ocho o diez a?os. No tienen prisa. En Italia tampoco la tuvieron y les funcion¨®.?
As¨ª las cosas, entre la ambici¨®n de unos y la inhibici¨®n de otros, tuvimos un Gobierno monocolor; de ¨¦ste, a los dos meses s¨®lo vac¨ªos son apuntables en su haber. La ¨²nica oferta considerable e importante que ha hecho a la naci¨®n ha sido el proyecto de reforma econ¨®mica. Pero no se ha sabido defender desde la pol¨ªtica lo que los t¨¦cnicos apuntan es necesario hacer en este pa¨ªs. Y han dejado a un profesor eminente, sin ninguna experiencia de la gobernaci¨®n, como Fuentes Quintana, solo ante un problema que ten¨ªa que resolverse desde la cabeza del ejecutivo. Porque no basta convencer a la izquierda de la gravedad de la situaci¨®n. Hay que darle algo a cambio de lo que se le est¨¢ queriendo exigir. As¨ª las cosas, cuando tome tierra el avi¨®n que trae al se?or Su¨¢rez desde Malta, el presidente se encontrar¨¢ con un Gobierno en peor estado que cuando march¨®, y una opini¨®n sobre su papel a¨²n m¨¢s deteriorada.
Su¨¢rez acept¨® la jefatura del ejecutivo antes de conocer el resultado de las elecciones, actitud ins¨®lita en alguien que predica la democracia. Todo indica adem¨¢s que una gran parte de las carteras las ten¨ªa ya comprometidas antes incluso de la fecha del 15 de junio. Este es asi un equipo de compromisos, pero no de convicciones. Los ministros juran guardar secreto de las deliberaciones de la Moncloa pero ya nadie sirve a lo que es un secreto a voces: hay una disensi¨®n profunda en el Gabinete, cuya l¨ªnea divisoria pasa entre aquellos de sus miembros que tradicionalmente se alinearon en la oposici¨®n a la dictadura y los que han hecho carrera al socaire del dedo del franquismo y de sus esquemas ideol¨®gicos. Un oasis de prudencia, independencia y serenidad reside en la figura del general Guti¨¦rrez Mellado, el ¨²nico capaz de asumir la representaci¨®n institucional y no pol¨ªtica del estamento castrense. Y hay una isla apretada de confusi¨®n y buenas voluntades que es el equipo econ¨®mico, sabedor ahora de que la tecnocracia a secas, sin un sustrato ideol¨®gico o un poder coercitivo que la haga funcionar, no sirve en pol¨ªtica. Adolfo Su¨¢rez vive rodeado de hombres fieles a su persona, como el vicepresidente Abril y el ministro Otero, cuyo m¨¢s conocido m¨¦rito ha sido la obediencia y la amistad hacia quien ten¨ªa el poder. Otro c¨ªrculo de ministros c¨®modos es el de los antiguos falangistas, de inevitable buen entendimiento con quien fuera secretario general del partido antes de presidir el Gabinete. Son personas acostumbradas a llegar al poder desde la caranto?a y el gui?o, no desde la representaci¨®n popular. Por eso cada d¨ªa se encuentran m¨¢s desasistidos de la opini¨®n, porque nunca han sabido en realidad qu¨¦ pa¨ªs estaban gobernando. Y por eso tambi¨¦n sus reacciones son bienintencionadas y absurdas: quieren dirigir un pa¨ªs libre a golpes de porra. Pues o lo uno o lo otro.
El PSOE sab¨ªa sin duda que todo lo que est¨¢ sucediendo ten¨ªa que suceder alg¨²n d¨ªa y espera sentado el desmoronamiento del ejecutivo para pedir vez en la plaza. Los propios miembros de la UCD comienzan a asustarse y nada menos que el presidente del Congreso pide un Gobierno de concentraci¨®n. Olvidan quiz¨¢s que muchos minipartidos han llegado a las Cortes al amparo exclusivo del presidente, sin el que no habr¨ªan obtenido esca?o alguno. Su¨¢rez, por su parte, parec¨ªa haberse cre¨ªdo que reun¨ªa carismas de representatividad inexistentes. La situaci¨®n en cualquier caso es ahora m¨¢s dif¨ªcil para todo que hace dos meses. Como dir¨ªa Agustin de Fox¨¢, menuda patada en nuestro culo que les van a dar. El presidente ya no puede intentar un Gobierno de coalici¨®n con el PSOE. Quiz¨¢s est¨¦ pensando otro de concentraci¨®n, llamando a un comunista y alguien de la Alianza a sentarse en los flancos de la mesa, con representaciones tambi¨¦n de los partidos autonomistas catal¨¢n y vasco. Pero un Gabinete as¨ª -que dif¨ªcilmente se atrever¨ªa a hacer- es tambi¨¦n imprevisible. El PSOE no va a querer compartir con todos lo que desde antemano tem¨ªa compartir con uno solo. Puede Su¨¢rez provocar su crisis particular, recomponiendo este Gobierno con mimbres del mismo cesto. Claro, que eso, no hay quien se lo explique a sus electores. Entonces tambi¨¦n puede seguir tirando, como hasta ahora, y esto es probablemente lo que m¨¢s le apetece. Durante cu¨¢nto tiempo ser¨¢ capaz de mantenerse as¨ª, es ya una inc¨®gnita. Y si la situaci¨®n econ¨®mica sigue empeorando y las municipales le son adversas, para la primavera puede no estar ya en condiciones de hacer gobiernos ni de concentraci¨®n.
O sea, que en esas fechas a lo mejor hay la oportunidad de un Gobierno socialista. Esa, sin duda, es la gran ilusi¨®n del partido del se?or Gonz¨¢lez. No obstante, el PSOE no parece un partido -hoy por hoy- capaz de asumir las riendas del Estado. Ellos dir¨¢n que se les deje demostrar lo contrario, pero es justo que las dos terceras partes de espa?oles que no les han votado se resistan a hacerlo. Un Gobiemo PSOE, aun con auxilios de partidos menores, ser¨ªa otra vez un Gobierno monocolor y enfrentar¨ªa a su l¨ªder con problemas parejos a los de Su¨¢rez en menos tiempo todav¨ªa. Y no se debe menospreciar la reacci¨®n ante un evento as¨ª de la derecha m¨¢s reaccionaria de este pa¨ªs.
Hay que decir, en resumen, que el se?or presidente ha puesto esto bastante mal y que todas las v¨ªas parecen cortadas m¨¢s tarde o m¨¢s temprano. Pero el inconveniente mayor es el hast¨ªo y la decepci¨®n provocados en la calle. Era inevitable una cierta desilusi¨®n despu¨¦s de las exageradas expectativas que sobre los frutos de la democracia se hab¨ªan hecho. Sin embargo, no era necesario atizar la decepci¨®n con la torpeza. Si queremos sacar a este pa¨ªs del agujero, todo el mundo tiene que asumir alg¨²n tipo de riesgo. Para el PSOE compartir el poder es desde luego un peligro, pero tambi¨¦n una obligaci¨®n hacia su electorado. Para la UCD es ya casi una necesidad. Entre ambos re¨²nen el 65 % del voto popular y no pueden ser insensibles por m¨¢s tiempo a este hecho.
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