La realidad enigm¨¢tica de H?lderlin
Aunque no tan completa como su t¨ªtulo anuncia, se ha publicado por fin la versi¨®n castellana de la inmensa mayor¨ªa de los poemas de H?lderlin, dispersos hasta ahora en las traducciones de Cernuda (Visor. Madrid, 1974), Silvetti Paz (Sudamericana. Buenos Aires, 1972) y M¨ªnguez (Plaza & Jan¨¦s. Barcelona, 1975), entre otros acercamientos parciales a la obra del gran poeta alem¨¢n. La tarea no es f¨¢cil, y tan s¨®lo el esfuerzo de la empresa puede justificar la ausencia de algunos de los poemas de la locura holderliniana que, pese a estar harto ordenados, reproducidos e incluso traducidos, nuestro nuevo traductor olvida. Si a esta aportaci¨®n sumamos las recientes ediciones del Hyperion (Libros Hiperion. Madrid, 1976), los Ensayos (Libros Hiperion. Madrid, 1977), y el Emp¨¦docles por partida doble (Hiperion y Maldoror. Barcelona), s¨®lo nos restar¨ªan las cartas para tener la obra completa de este hombre enigm¨¢tico, predestinado para la poes¨ªa m¨¢s pura y entregado al fin a las inagotables sombras de la locura o el silencio.Aunque nunca fue ajeno a la pluralidad de los hombres y a su oscuro devenir, no faltaron los cr¨ªticos que construyeron el retrato de un H?lderlin, poeta de la democracia a la manera de Witman, o los que resaltaron sus constantes exaltaciones, de la libertad (?sin libertad todo es muerte?), y pese a ser un fil¨®sofo de la acci¨®n (?no crear nada, no cultivar nada... es la muerte?), H?lderlin se caracteriza por su apasionada fe, su credulidad total en la poes¨ªa como obra ¨²ltima de esas ?potencias celestiales? a las que rinde culto con griego fervor: ?Pero lo que perdura lo fundan los poetas.?
Poes¨ªa Completa (dos vol¨²menes)
Friederich H?lderlin. Edici¨®n biling¨¹e de Federico Gorbea. Libros R¨ªo Nuevo. Ediciones 29. Barcelona, 1977.
La naturaleza, y con ella la regeneraci¨®n peri¨®dica del mundo, guiada por el ciclo eterno de las estaciones, es el gran escenario de su obra, en la que reclamar¨¢ tambi¨¦n la permanente presencia del hombre bajo las distintas apariencias m¨ªticas y tocado siempre por una belleza sublime que desborda su humanidad para hacerlos dioses, habitantes de la nostalgia dram¨¢tica del poeta. (?Es un mundo mejor el que tu buscas, un mundo m¨¢s hermoso?... ?S¨®lo creen en lo divino aquellos que ion dioses.?) Una luz profunda y mediterr¨¢nea ilumina cada instante de su poes¨ªa, concebida como algo fundamentalmente armonioso y que responde a unos arquetipos superiores que conducen la inspiraci¨®n y la hacen cuajar en su sentido m¨¢s alto. La vida del poeta tiene un objetivo: la sabidur¨ªa, la verdad y un conocimiento perdido (?recuerdos que en el mundo se han hundido?) que le permite descifrar todos los enigmas de la realidad. El poeta ejemplariza al hombre ideal que logra conocer la meta real de su existencia, descubre su interioridad y disfruta del don magn¨ªfico de la belleza de lo natural. Esa naturaleza de la que florece el arte y sin el cual no puede acceder a la divinidad: s¨®lo en el comercio con el arte, la naturaleza se hace divina.
Cantor del hombre hecho dios en un tiempo perdido, cantor del hombre por venir (?amo las generaciones de los siglos venideros?), se intent¨® hallar en ¨¦l tambi¨¦n al cantor del ?superhombre? y a una especie de visionario del ?nuevo orden?, utilizaci¨®n descabellada que contradice su obra. Iluminado, s¨ª, a la manera de Blake, aunque Cernuda prefiera acercarlo m¨¢s al misticismo l¨ªrico de Keats que a la videncia del primero, H?lderlin reasume los mitos y la geograf¨ªa de Grecia para hacerlos parte de su vida y de su tierra. Vencido por la locura, refugio ¨²ltimo de su sabidur¨ªa acorralada, el poeta escribe a¨²n versos luminosos que triunfan, como la primavera, desintegrando las sombras, derritiendo el hielo negro del invierno. Antes de entregarse a la muerte, que ser¨¢ su victoria, puede escribir lapidario y solemne, ?Muchos son los signos en el mundo y muchos los prodigios.?
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