Una an¨¦cdota olvidada
He referido en mi Anecdotario pol¨ªtico machas escenas anta?onas cuyo relato escuch¨¦ de labios paternos y muchas m¨¢s recientes reflejo fiel de mis puntales remembranzas. He ampliado tales estampas en la segunda edici¨®n de mi librito. He olvidado, sin duda, muchas o¨ªdas y muchas presenciadas. Al leer hoy unas declaraciones del arzobispo de Madrid, monse?or Enrique y Taranc¨®n me ha venido a la memoria otra sabrosa an¨¦cdota que no he referido todav¨ªa.El cardenal ha declarado: Un r¨¦gimen v¨¢lido es el que atiende a una socializaci¨®n. Y suyas son estas palabras: El problema comunismo, marxismo, catolicismo o cristianismo es en base a una actuaci¨®n pr¨¢ctica: buscar una coexistencia pac¨ªfica.
?Ni quito ni pongo rey?; quiero decir que no se me pasa por la imaginaci¨®n la idea de aplaudir o de censurar tales declaraciones. Domine non sum dignus. Su lectura me ha tra¨ªdo empero a la memoria una p¨¢gina de mi vida de a?os, ?ay!, lejanos. Hab¨ªa conocido a monse?or Leopoldo Eijo, a la saz¨®n obispo de Madrid, con motivo del examen de unos documentos sobre la supuesta patria ga.l.lega de Col¨®n, depositados en el palacio episcopal para su estudio t¨¦cnico por la Academia de la Historia. Era yo el ?Benjam¨ªn? de los acad¨¦micos de n¨²mero, pero mis colegas me honraron incluy¨¦ndome en el grupo reclucido que hab¨ªa de dictaminar sobre la autenticidad o la falsedad de los textos en cuesti¨®n. Los consideramos ama?ados, pero con motivo de tal investigaci¨®n amist¨¦ con el antecesor del cardenal Enrique y Taranc¨®n.
Se proclama pac¨ªficamente la Rep¨²blica. Se inicia r¨¢pidamente el problema constitucional. Largos debates. Intervine en ellos m¨¢s de una vez. Fui, empero, un simple pe¨®n de brega, Fueron otros quienes dieron pauta a problemas espinosos. Todav¨ªa recuerdo la tarde del 14 de octubre, en la cual un valiente e inteligente discurso de Aza?a evit¨® la disoluci¨®n de las Ordenes Religiosas, que hab¨ªan sido disueltas en Espa?a siempre que hab¨ªan gobernado las izquierdas.
Cat¨®lico, apost¨®lico y romano, por la gracia de Dios, por la inteligente acci¨®n materna y por personales lecturas, an¨¢lisis y reflexiones, no me satisfac¨ªan muchos de los preceptos de la Constituci¨®n sobre cuestiones religiosas y hab¨ªa intentado en vano salvar algunos escollos. Pero como ha dicho ahora el cardenal-obispo de Madrid, me parec¨ªa urgente la convivencia de los hombres de fe con quienes la hab¨ªan perdido. Distingu¨ªa, adem¨¢s, entre religiosidad y clericalismo, y vot¨¦ la Constituci¨®n de la Rep¨²blica.
La Iglesia espa?ola censur¨® -mediante una enc¨ªclica Papal y una carta colectiva del Epsicopado espa?ol- a cuantos la hab¨ªan votado. Su excomuni¨®n no import¨® un bledo a la casi totalidad de los votantes, que eran anticlericales rabiosos o, a lo menos, agn¨®sticos. Me inquiet¨® a m¨ª y fui a ver a mi amigo monse?or Eijo para averiguar c¨®mo podr¨ªa obtener el levantamiento de la misma. ?Sab¨ªa usted que iba a ser excomulgado? Respond¨ª naturalmente de modo negativo. La excomuni¨®n no me alcanzaba seg¨²n su ilustr¨ªsima, pero mi pecado era grav¨ªsimo.
Charlamos. Le expuse mi opini¨®n adversa a la actitud de la Iglesia frente a la Rep¨²blica, actitud que juzgaba err¨®nea y peligrosa. Se irrit¨® Eijo. Y recuerdo ahora las palabras con que le repliqu¨¦: ?Se?or obispo, le dije. Mediten ustedes; est¨¢n actuando torpemente. La Iglesia es una instituci¨®n hist¨®rica; ha convivido con muy dispares reg¨ªmenes a trav¨¦s de sus dos milenios de vida y ha transigido con muchos que no le eran propicios. Antes de medio siglo la Iglesia espa?ola! convivir¨¢ pacifica y acaso amistosamente con los socialistas espa?oles?. Monse?or Eijo se irrit¨® de nuevo. Y perd¨ª desde entonces su amistad.
Pero ah¨ª est¨¢n las palabras reproducidas del cardenal Enrique y Taranc¨®n: Un r¨¦gimen v¨¢lido es el que atiende a una socializaci¨®n. Y ah¨ª est¨¢ su afirmaci¨®n de que es preciso buscar una coexistencia pac¨ªfica entre marxismo, comunismo y catolicismo.
Desde 1931 ha corrido mucha agua bajo los puentes, como dice un adagio franc¨¦s. Y en Espa?a esa agua se ti?¨® un d¨ªa de sangre. La historia ha hecho su camino. Y en ¨¦l ha avanzado la Iglesia largas jornadas. Para su bien y para el bien de Espa?a. Acert¨¦ yo al predecir al luego patriarca de las Indias que un d¨ªa el catolicismo espa?ol se entender¨ªa incluso con el socialismo.
Es sabido que M. Auriol, destacado miembro del Partido Socialista franc¨¦s y por entonces presidente de la Rep¨²blica francesa, impuso el capelo cardenalicio al luego santo Papa. Juan XXIII, a la saz¨®n nuncio en Par¨ªs ante el Gobierno republicano de Francia. ?El futuro Papa de rodillas ante el agn¨®stico M. Auriol!
He escrito m¨¢s de una vez que tengo fe en el ma?ana de mi patria, porque los espa?oles en el curso de nuestra b¨¢rbara guerra civil hicimos, para nuestro mal sincr¨®nicamente, pero hicimos al cabo, las tres revoluciones pol¨ªtica, religiosa y social que los otros pueblos del occidente de Europa hab¨ªan hecho separadamente en el curso-de los siglos. ?B¨¢rbaro y sangriento encontronazo! Pero en ¨¦l sufrimos las enfermedades de crecimiento que han ido llevando a la paz interior a las naciones europeas occidentales, Y es hora de que, superada nuestra triple y sincr¨®nica revoluci¨®n, sigamos una senda de paz.
Buen s¨ªntoma la actitud de la Iglesia de hoy. Espero que aprendan tambi¨¦n la hist¨®rica lecci¨®n sus desaforados enemigos de ayer. L¨¢stima que para llegar a la paz nos hayamos matado los espa?oles otrora brutalmente.
Y quiero terminar recordando las palabras de nuestro Salvador, cuando ante El acusaron de adulterio a una mujer. ?El que est¨¦ libre de pecado que tire la primera piedra?. Ninguna de las facciones que llevaron a la guerra civil -a la b¨¢rbara y terrible guerra civil, que no deben olvidar los espa?oles- est¨¢n libres de pecado. ?L¨¢stima que el cardenal Enrique y Taranc¨®n no hubiese piloteado a la clerec¨ªa espa?ola durante las tristes horas de la Rep¨²blica! ?L¨¢stima que los republicanos espa?oles no supieran en su d¨ªa bastante historia e ignoraran los peligros que el topar con la Iglesia acarrea! Ya aludi¨® a ellos Cervantes.
?Que la Iglesia y los dem¨®cratas espa?oles lleguen definitivamente a la paz! Los imploro humildemente del Alt¨ªsimo.. No tengo voz ni votoen las Cortes. Pero desde este lado del Atl¨¢ntico este republicano de ayer y de hoy, que vive alerta y apasionadamente la vida de su patria, invita a todos a aprender la lecci¨®n de nuestra tr¨¢gica historia de ayer.
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