Tres honrados trabajadores de la Casa Chopera
Como fulminado por una rayo cay¨® el sexto toro, nada m¨¢s saltar a la arena. No fue un rayo, claro Debi¨® salir deslumbrado de las oscuridades del toril y en su carrera tropez¨® contra un pilarote del chiquero. Y all¨ª mismo cay¨®. Tembl¨® durante unos segundos y finalmente qued¨® r¨ªgido. Un vaquero le tom¨® la temperatura aplicando la palma de la mano al testuz e hizo un gesto al p¨²blico, como queriendo indicar: ?Muerto est¨¢, que no pernea.? En el arrastre ovacionaron: al pobre toro, que se llevaba la l¨¢stima de la sufrida afici¨®n de San Mart¨ªn y de la llegada de Madrid.Sufrida, porque el coso local, en muy discutible estado de conservaci¨®n, con el port¨®n de cuadrillas desvencijado, inc¨®modo, es una especie de c¨¢mara de tortura. Las gradas donde el personal debe tomar te¨®rico aposento no miden de altura m¨¢s all¨¢ de una cuarta, por lo que, en posici¨®n sedente, al humano de pierna normal las rodillas le quedan a la altura de los hombros. Adem¨¢s, cada espectador ha de encajarse entre las piernas del que tenga detr¨¢s, y as¨ª hasta la ¨²ltima fila, que son cinco -a excepci¨®n hecha de barreras, contrabarreras, delantera, general, etc¨¦tera- y cuyo precio -lo m¨¢s barato de sombra- es de setecientas pesetas.
Plaza de San Mart¨ªn de Valdeiglesias
Toros de Zaballos, sin trap¨ªo mansos, sin casta, en general manejables. Angel Teruel: Media estocada en lo costillares (silencio). Dos pinchazos estocada tendida y atravesada y rueda de peones (bronca). Ni?o de la Capea: Dos Pinchazos y bajonazo que asoma por la barriga (silencio). Estocada atravesada y dos descabellos (dos orejas). Nime?o II: Pinchazo, estocada contra na que asoma, otra estocada contraria y rueda de peones (vuelta). Estocada (oreja) .
Y todo por ver una moruchada, puesto que los zaballos como podr¨ªa esperar cualquiera que ?laya visto zaballos alguna vez, salieron as¨ª: moruchones. Y todo para ver un tr¨ªo que tutela la casa Chopera, el cual parece incapaz de ofrecer calidad en parte alguna.
Porque no es el problema que se ali?aran. Ni much¨ªsimo menos: salieron al ruedo de San Mart¨ªn con los mismos ¨¢nimos que si estuvieran en el de Las Ventas en pleno San Isidro. Lo que ocurre es que le han cogido al trabajo -pues eso es trabajo, que no me digan- ese punto amorfo que ni es bueno ni es malo, ni es elogiable ni es censurable, y as¨ª van tirando. Teruel ali?¨® a un toro que se le qued¨® ¨¢spero e incierto, pero al otro le sac¨® todos los pases que ten¨ªa. Los pases, sin embargo, eran los de siempre: uno medio de frente, el siguiente de costadillo, el siguiente medio de espaldas, de forma que al giro consabido que se le imprime a la suerte, Teruel a?ade su giro particular de rotaci¨®n acompasada tanto como desangelada y toda la emoci¨®n y gracia que son propios del toreo se diluyen as¨ª como un terr¨®n de az¨²car en el agua.
Y el Ni?o de la Capea, algo parecido. Nadie le negar¨¢ su entesiasmo, el calor, hasta el fragor que pone en el tajo, abundante, nervioso, violento, interminable, y eso le, vali¨® dos orejas del quinto toro: que por cierto no se hab¨ªan pedido., pues la petici¨®n fue para s¨®lo una, y, minoritaria.
Parece mentira, pero el arte -o lo que pudiera aproximarse al artelo puso el franc¨¦s, Nime?o II. Toreo superficial el suyo -la verdad, que el de sus colegas no es m¨¢s profundo-, pero ejecutado con gusto. En su primera faena hubo derechazos y trincheras de buen sabor. El otro, que era el sobrero, tan morucho como sus hermanos de raza -de casta, que no la ten¨ªan-, le qued¨® reserv¨®n; y Nimeno no supo qu¨¦ hacerle, pese a los buenos consejos y m¨²ltiples indicaciones de su pe¨®n Solanito, a quien, por cierto, los espectadores conoc¨ªan m¨¢s que a los espadas, y le llamaban desde todas partes por su nombre. Nime?o, al moruch¨®n sobrero mencionado, lo mat¨® con habilidad, lo cual tambi¨¦n se premi¨® con oreja, que ahora no hab¨ªan pedido ni las minor¨ªas orej¨®filas, festivas y triunfalistas.
Adem¨¢s de no tener casta, los toros no ten¨ªan trap¨ªo; pero eso ya nos lo esper¨¢bamos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.