No basta con desnudarse
Era inevitable, ?Oh, Calcutta!, t¨ªtulo semimusitado entre nosotros, durante los ¨²ltimos a?os, representaba para el espa?ol reprimido el ?no va m¨¢s? de la libertad. El espa?ol ten¨ªa raz¨®n. La libertad se utiliza. Ya tenemos ?Oh,Calcutta!?De qu¨¦ se trata? Kenneth Tynan calific¨® su proyecto como ?una noche de erotismo elegante? y lo defini¨® diciendo que ?no hab¨ªa en Nueva York ning¨²n lugar al que un hombre civilizado pudiera llevar a una mujer civilizada para pasar juntos dos civilizadas horas de estimulante erotismo?.
Tynan sab¨ªa lo que dec¨ªa y lo que, quer¨ªa. Cr¨ªtico del Observer y el New Yorker, consejero literario del Teatro Nacional Brit¨¢nico, Tynan abri¨® con iOh, Calcutta!, en Nueva York y en 1969, la etapa de la pornograf¨ªa teatral. Tynan realiz¨® una desigual selecci¨®n de textos de Newman y Benton, Beckett -eliminado en la versi¨®n espa?ola- Tennessee Williams, Jules Feiffer, Ionesco, Rattigan, Shephard y Orton y organiz¨® una dramaturgia en que cinco actores y cinco actrices, desnudos integralmente, rechazan cualquier met¨¢fora, cualquier subtexto, cualquier tab¨² y presentan deshinbidamente el arco completo de sus relaciones f¨ªsicas, s¨ªquicas y sociales.
?Oh, Calcutta! Autor: Kenneth Tynan
Versi¨®n espa?ola y direcci¨®n: Juan Jos¨¦ Alonso Mill¨¢n. M¨²sica: John Lennon.Orquestaci¨®n y arreglos: Gregorio Garc¨ªa Segura. Coreograf¨ªa: Dick Stephen. Escenograf¨ªa: Emilio Burgos. Figurines: Moncho Aguirre. Int¨¦rpretes: Africa Pratt, Jenny Llada, Roxana Cask¨¢n, Daniela Duque, Motra Chapman, Pepe. Alvarez, Nino Bastida, Toni Canal, Jorge Juan y Rafael Guerrero. Teatro Pr¨ªncipe.
Pretensi¨®n fallida
La dicotom¨ªa texto-acciones fisicas parece exigir una petici¨®n de libertad para alcanzar, sin reserva alguna, el derecho a contar la historia m¨¢s ¨ªntima del ser humano. Esta pretensi¨®n est¨¢ fallida porque los textos son, en general, bastante mediocres. Lo que es un acierto es la pretensi¨®n en s¨ª misma. Apenas si se concibe, en el teatro actual, una expresi¨®n descargada de todo erotismo. No importa ahora tanto la bastard¨ªa y zafiedad de las copias como el hecho de que toda una l¨ªnea del teatro contempor¨¢neo ha promovido el desnudo como protesta contra un arbitrio social, como reconsideraci¨®n de la est¨¦tica del cuerpo humano oculto por largos siglos de represi¨®n, como emblem¨¢tica de una vida m¨¢s pura y, en fin, como desaf¨ªo a las ocultaciones hip¨®critas. Nadie, a estas alturas, negar¨¢ que Hair -ausente de nuestros escenarios- ha sido un hermoso ensayo teatral en defensa de la libertad frente a la opulencia y sus tareas mercantiles. S¨®lo que aquella bella libertad comenz¨® inmediatamente a ser, a su vez, asumida por el mediocre consumo regulado. Fue el momento de ?Oh, Calcutta!Entonces, ?tendr¨¢ entre nosotros ?Oh,, Calcutta! la validez liberator¨ªa que tuvo Hair para el resto del mundo? No lo sil, claro est¨¢, aunque tengo cierta curiosidad por saberlo. Porque me da un poco de miedo el salto brutal que estamos dando. Miedo t¨¦cnico, quiero decir.
El desnudo teatral no es nada f¨¢cil. Nada. Necesita directores de sensibilidad escult¨®rica. Necesita pl¨¢sticos. Necesita actores de t¨¦cnica riqu¨ªsima y de muy fina capacidad de expresi¨®n. El actor desnudo no tiene m¨¢s defensas que su arte personal. Y ah¨ª, evidentemente, tenemos un fallo. Nuestras actrices, en general, andan comport¨¢ndose como modelos de revistas. Su pavor las congela hier¨¢ticamente. Su inmadurez t¨¦cnica las limita a una exhibici¨®n personal vagamente conectada con el espect¨¢culo. Y algo de ello sucede en la versi¨®n madrile?a de iOh, Calcutta! Todos los colaboradores del espect¨¢culo han hecho milagros de ajuste, adaptaci¨®n y hasta suficiencia. Pero, naturalmente, a la hora de la representaci¨®n los actores quedan solos sobre los escenarios. Y no hay nada ni nadie que pueda ayudarles. Los actores de ?Oh, Calcutta!, son algo, menos bastante menos que discretos t¨¦cnicamente. Y eso sucede, justo cuando la insolente dramaturgia de Tynan exige, imperativa e inesquivablemente, maravillas de control, capacidad y flexibilidad. Ese es el duro aterrizaje del g¨¦nero entre nosotros. Temo que va a hacer falta tiempo, mucho tiempo, much¨ªsimo tiempo para que se alcancen, en estos distritos, unas cotas de interpretaci¨®n satisfactorias. Por lo dem¨¢s, bien. Hemos entrado en el Mercado Com¨²n del teatro como socios de pleno derecho. S¨®lo nos falta que nos lean la lista paralela de deberes.
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