Exposici¨®n Oldenburg en el "Georges Pompidou"
El Centro Georges Pompidou, de la capital francesa, ofrece, durante los meses de verano, un elevado n¨²mero de exposiciones. Entre las m¨¢s importantes se cuentan la Paris-New York, ya comentada en estas p¨¢ginas, y la recientemente inaugurada Claes Oldenburg, dibujos, acuarelas y estampas, que re¨²ne la gran mayor¨ªa de los bocetos, estudios y dibujos propiamente dichos que Oldenburg ha realizado desde el a?os 1957 hasta hoy.Claes Oldenburg, al que nuestro conocimiento de las ¨²ltimas tendencias recorta hasta reducirle ¨²nicamente a las im¨¢genes m¨¢s f¨²tiles del pop, aparece en esta exposici¨®n como conformando, ¨²nica mente con su fuerza, un universo particular, en el que reconocemos tanto la imagen estereotipada de nuestra ¨¦poca como las razones profundas que han convertido su obra en una de las m¨¢s representativas de cierto momento, no s¨®lo del pop-art, sino de la cultura del sobre-consumo que caracteriza la Am¨¦rica de los a?os sesenta.
A trav¨¦s de aquello cotidianamente considerado como obra menor, el dibujo, los bocetos, los proyectos para estampas o para realizaciones en tres dimensiones, alcanzamos en esta exposici¨®n a entender la globalidad de un fen¨®meno pl¨¢stico.
Sobre el dibujo dice Oldenburg: ?Si quiero saber a donde voy, me vuelvo hacia el dibujo. Durante muchos a?os, entre 1952 y 1959, el dibujo me ha servido como campo de batalla para el estilo. El laboratorio para mi estilo. Desde entonces, me ha guiado en la selecci¨®n de otros centros de inter¨¦s. ?
La frase resulta exacta, recorriendo los dibujos cronol¨®gicamente podemos apreciar las variaciones no s¨®lo de inter¨¦s, sino tambi¨¦n las orientaciones que un mismo problema va a recibir al variar los materiales que lo configuran Una relaci¨®n profunda entre el sistema del dibujo y la formulaci¨®n final de la forma se hace apreciable en las obras de las distintas etapas. Un aspecto, sin embargo, resulta invariable: la capacidad de reflexi¨®n que el dibujo, que la materialidad del dibujo, representa para Oldenburg. Si la creaci¨®n puede ser entendida como forma de pensar, sus pasos, desde las primeras premisas hasta el resultado final, pueden ser seguidos, aqu¨ª, ordenadamente.
En esta concepci¨®n resulta a¨²n m¨¢s comprensible la visi¨®n que del artista y de su trabajo expresa el pintor: ?El artista es una m¨¢quina, pero una m¨¢quina humana, hipersensible, su oficio es el equilibrio y lucha con su ambiente afirmando aquello que falta.
Cuando los tiempos son duros, deviene blando; cuando los tiempos son blandos, deviene duro. ?
Un universo de im¨¢genes
La exposici¨®n es verdaderamente el retrato simb¨®lico de una ¨¦poca, el conjunto de dibujos reunidos, ya que individualmente, para lo que estamos hablando, carecen de significaci¨®n; conforma o prefigura punto por punto, lo que podr¨ªamo denominar el mundo de im¨¢genes que vive el habitante de cualquier ciudad, de cualquier pa¨ªs que econ¨®micamente se incluya en el neocapitalismo avanzado.Pero, a¨²n m¨¢s, no es ¨²nicamente la reconstrucci¨®n, o mejor dicho, no se trata de un naturalismo vac¨ªo que se limita a reflejar como un espejo, limitadamente viciado, una realidad cotidiana, sino que los diferentes componentes de esa visi¨®n de un universo de im¨¢genes quedan situados seg¨²n una ordenaci¨®n que desde la m¨ªtica a la simple simbolog¨ªa de un consumo in¨²til viene a disponerlos seg¨²n la ordenaci¨®n que ellos tienen en la vida del hombre, seg¨²n la importancia que el sistema parece concederles como medios, ¨²nicos para configurar lo que nosotros hemos dado en denominarla vida.
Sobre ese universo, escribe Oldenburg, ?lo que me interesa es la relaci¨®n entre dos formas de la naturaleza, la naturaleza misma y la naturaleza trabajada por el hombre?.
?Congelar el objeto en espacio es seguramente el car¨¢cter mismo del arte, mi m¨¦todo .. ?
Y, sin embargo, el m¨¦todo se impone como resultante final; los dibujos de Oldenburg, como representaci¨®n fidedigna de su proyecto, no es sino un congelar totalmente el espacio en el que nos desarrollamos como un medio para alejarlo de nosotros y hac¨¦rnoslo, en la medida de las fuerzas de cada cual, reconocible.
-?He sentido siempre la necesidad de una correspondencia entre el arte y la vida. Mi meta, me parece, es decir, cualquier cosa a prop¨®sito de mi ¨¦poca... para m¨ª, eso implica una recreaci¨®n de mi visi¨®n de esa ¨¦poca... de mi realidad o de mi realidad dram¨¢tica, y esto exige una forma de naturaleza teatral... como el cine o el teatro. No se trata ya de un desaf¨ªo a la pintura, sino de su prolongaci¨®n, aunque de una forma distinta. Traduzco mi ¨¦poca en s¨ªmbolos gracias a mi experiencia, y verdaderamente no concibo, como ocurre con la mayor parte de la gente, un per¨ªodo de reposo y un per¨ªodo de acci¨®n en mi experiencia.... es decir, del per¨ªodo de educar a los ni?os, fundar un hogar, al per¨ªodo en que todo puede ser hecho desde fuera de la visi¨®n... ; para m¨ª no hay afuera, excepci¨®n hecha de ese exterior particular e indeterminado en el que soy el espectador de m¨ª mismo..., cada instante es dram¨¢tico y mi arte es su registro y su testimonio. ?
?Aunque mi arte d¨¦ (deliberadamente) la impresi¨®n de estar preocupado por el mundo exterior, de hecho, resulta ¨²nicamente de una elaboraci¨®n personal de formas imaginarias en n¨²mero limitado que se manifiestan bajo la m¨¢scaras de las apariencias fortuitas, la utilizaci¨®n franca y directa de las apariencias es la ¨²nica soluci¨®n, ya que es imposible eliminarlas ... ?
? Ese insistir sobre el hecho de que las apariencias no cuentan. Son las formas las que lo hacen. Que mi imagen material sea una catedral o una funda...., un marcador de tel¨¦fono o una vitrina de vidrio pintado... viene a ser lo mismo; el parecer, aunque placentero, no significa nada. Se puede decir que he intentado neutralizar la significaci¨®n..., eliminar las apariencias me parece imposible, y por esta raz¨®n, artificial. Simplemente dejando al descubierto la pobreza de su significaci¨®n -eso es lo que ha hecho Cezane. ?
Disculpe el lector la extensi¨®n desmesurada de ambas citas, pero generalmente los pintores, o al menos algunos pintores, suelen ser m¨¢s precisos que ninguno de sus cr¨ªticos al definir y matizar las bases de su trabajo, las razones de su oficio y los intereses que, a fin de cuentas, impulsan su obra.
En las citas anteriores, desde la, en principio asombrosa, menci¨®n de Cezanne, hasta esa lucha, al parecer descabellada e in¨²til contra la apariencia, esa neutralizaci¨®n de una memoria que hace de un ventilador ¨²nicamente un ventilador, sin concederle forma alguna, sino ¨²nicamente funcionalidad, significaci¨®n en cuanto pieza del entorno, nos permitir¨¢n acceder a esa pl¨¦tora de im¨¢genes que, tambi¨¦n en principio, parecen desbordar la obra toda de Oldenburg.
Alcanzarla m¨¢scara de Eros
Citar los t¨ªtulos de sus obras, o m¨¢s llanamente, los motivos que parecen inspirarlas, resulta perfectamente ejemplificador de lo que decimos: objetos cotidianos, objetos cotidianos como representaci¨®n de monumentos, tanto heroicos como funcionales, esculturas blandas de objetos duros, esculturas gigantescas de objetos diminutos, alimentos, el cuerpo humano entendido tanto como objeto de disfrute como objeto de laceraci¨®n, como objeto de anexi¨®n y contacto con los objetos cotidianos, objetos cotidianos metamorfoseados en ¨®rganos humanos, etc¨¦tera.Y todo ello pese a la voluntad no intervencionista que Oldenburg quiere conseguir no hace sino representar mejor que cualquier otra reconstrucci¨®n de las im¨¢genes del mundo de lo fabricado, el entorno mental, ¨¦tico, en el que nos desenvolvemos.
Nada ajeno resulta para ello el sentido del humor que recorre la obra toda aqu¨ª reunida. Un sentido del humor que se limita a sustituir la mitolog¨ªa heroica que el sistema impone por la mucho m¨¢s corriente y humana mitolog¨ªa de la basura producida todos los d¨ªas o por los peque?os objetos de nuestro culto afectivo que, desmesurados de tama?o, vienen a tomar el cariz exacto que los caracteriza; ellos nos viven a nosotros para siempre.
Como imagen totalmente elaborada de lo anterior, vendr¨ªa a comportarse el erotismo que como dice Oldenburg: ?En efecto, el arte es la m¨¢scara de Eros, y as¨ª siempre el arte es er¨®tico sin serlo manifiestamente.?
Sin embargo, lo que llama la atenci¨®n es la manera, el m¨¦todo en el que Olderiburg sumerge la figura, la persona que participa de cualquier situaci¨®n er¨®tica: ?Insignificancia del sujeto. Importancia de las sensaciones en s¨ª. Incluso aunque el punto de partida sea una estimulaci¨®n er¨®tica evidente, al terminar la obra ¨¦sta es mucho m¨¢s general, objetiva y misteriosa -como la inexplicable identidad del arte. ?
En cuanto el cuerpo queda despojado de la apariencia que le es esencial y viene a dest¨ªlarse en un combate, sin violencia aparente, con las cosas, con su propio universo construido, fabricado especialmente para erotizar la situaci¨®n, volvemos al efecto id¨¦ntico que nos desvelaba nuestro entorno. Los cuerpos dejan de reconocerse, se comportan como cosa de uno a otro y, por tanto, como formas aparentes de cumplimiento del orden, un muy peculiar llamar la atenci¨®n, enmudeciendo el lenguaje que nos resulta comprensible.
Pero el discurso se har¨ªa as¨ª interminable, la apariencia, pese a todo, milagro o hechizo del dibujo, nos permite la sonrisa.
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