La lejana Sefarad
La Edad Media del pueblo y la cultura jud¨ªas tienen fundamentalmente un nombre: Sefarad, la denominaci¨®n hebrea de Espa?a. En los confines occidentales del mundo conocido, lejos de Jerusal¨¦n, la nutrida colonia jud¨ªa de la Espa?a medieval proporcion¨® al acervo cultural de la humanidad nombres tan destacados como Ben Gabirol, Yehuda Halev¨ª y Maim¨®nides.En el dilatado per¨ªodo de la Reconquista, el fruct¨ªfero contacto en suelo espa?ol de las culturas ¨¢rabes, hebrea y cristiana proporcion¨® algunos de los escasos puntos de luz de una ¨¦poca oscurantista. La Gu¨ªa de los descarriados, del fil¨®sofo y erudito cordob¨¦s, tiene un t¨ªtulo suficientemente explicativo.
Aquella estrecha interpenetraci¨®n en el campo del esp¨ªritu termin¨® abruptamente, por razones de Estado, en 1492: primero fue con el edicto de expulsi¨®n de los jud¨ªos, de fecha 31 de marzo y, despu¨¦s, con la conquista de Granada. Por la fuerza de la ley y por la fuerza de las armas.
Al cabo de casi cinco siglos, los ¨¢rabes son tradicionales amigos mientras que los jud¨ªos, por vez primera en 2.000 a?os radicados en un Estado propio, son oficialmente ignorados. Todos los pa¨ªses ¨¢rabes son nuestros ?amigos?, desde luego, pero se registran, diversos matices en sus sentimientos fraternales hacia Espa?a: unos no brindan, pudi¨¦ndolo hacer, la ayuda econ¨®mica que se les solicita, otros mantienen a sus expensas movimientos separatistas de algunas de nuestras provincias y otros, por ¨²ltimo, autoconvencidos de estar en posesi¨®n de una iluminaci¨®n divina, llevan sus turbas al paroxismo hablando de que las fronteras del Islam deben llegar hasta el Guadalquivir, o hasta el Tajo. O, ?qui¨¦n sabe!, hasta Poitiers,
?Nosotros -me dec¨ªa en Jerusal¨¦n el subsecretario adjunto del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel, Moshe Alon- s¨®lo buscamos las relaciones con Espa?a porque estamos convencidos de que habr¨¢n de ser mutuamente beneficiosas.?
Historia de una paradoja
La inexistencia de relaciones diplom¨¢ticas entre Israel y la Espa?a del. r¨¦gimen franquista ha constituido, durante los ¨²ltimos treinta. a?os, una de las grandes paradojas de la diplomacia espa?ola. En toda la confrontaci¨®n ¨¢rabe-israel¨ª Madrid ha estado rigurosamente alineada con los al¨ªados de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y en contra del amigo de Estados Unidos, justamente cuando Mosc¨² era el monstruo innombrable y Washington, por necesidades estrat¨¦gicas de la guerra fr¨ªa, el ¨²nico apoyo exterior s¨®lido de la dictadura.
La extra?a situaci¨®n resulta incomprensible para las autoridades israel¨ªes. ?Nuestro pa¨ªs -me dec¨ªa un alto funcionario- ha sido el ¨²nico obst¨¢culo que se ha opuesto en el Pr¨®ximo Oriente a la comunistizaci¨®n del ¨¢rea. Sin la existencia de Israel, occidente hubiera perdido toda posibilidad de influencia en esta parte del mundo.?
Hablaba, evidentemente, un hombre del equipo Beguin, procedente del Partido Laborista, la agrupaci¨®n derechista de extracci¨®n campesina que surgi¨® como oponente del movimiento laborista obrero de Ben Gurion.
Franco, que durante la Segunda Guerra Mundial salv¨® a miles de jud¨ªos, de origen m¨¢s o menos sefardita, concedi¨¦ndoles pasaporte espa?ol, no quiso saber nada de Israel, posiblemente por el voto negativo de ¨¦ste pa¨ªs al ingreso de Espa?a en las Naciones Unidas.
Al indagar por esta actitud, aparentemente desagradecida, o¨ª esta respuesta: ?Israel es un Estado jud¨ªo, no un Estado de los jud¨ªos. Y en aquel entonces, reci¨¦n nacidos y admitidos al concierto internacional, razones de Estado impon¨ªan plegarse a una decisi¨®n mayoritaria. En el plano humano, recordar¨¢ que hace bastantes a?os el presidente del Congreso Jud¨ªo Mundial, el se?or Goldman, visit¨® a Franco en su despacho oficial para testimoniarle la gratitud del pueblo jud¨ªo.?
Hacia la descongelaci¨®n
Datan de 1962 los primeros contactos oficiosos entre autoridades israel¨ªes y espa?olas tendentes a romper el hielo entre ambos pa¨ªses. El se?or Alon, entonces embajador de su pa¨ªs, mantuvo entrevistas en Madrid con los ministros Fraga y Sol¨ªs, al objeto de establecer alg¨²n tipo de cooperaci¨®n cultural o en el plano de estudios sindicales y cooperativos. Resultaron poco fruct¨ªferas: cuando el Gobierno de Jerusal¨¦n quiso establecer una c¨¢tedra de espa?ol en la Universidad de la capital tuvo que hacerlo a sus expensas. Israel, con una d¨¦cima parte de su poblaci¨®n hispano-parlante, no mereci¨® la atenci¨®n de las autoridades de Madrid.
Con la reinstauraci¨®n de la Monarqu¨ªa, el ministro Areilza pareci¨® dispuesto a normalizar la situaci¨®n. No tuvo tiempo. Ahora, su disc¨ªpulo y sucesor, Marcelino Oreja, tiene la palabra .? Esperamos la primera oportunidad favorable que se nos presente para establecer relaciones con Israel? es su invariable respuesta, previsiblemente la misma que dar¨¢ ante la demanda de normalizaci¨®n de relaciones planteada desde diversos sectores pol¨ªticos.
De hecho, durante el pasado invierno han pasado por Madrid varios diplom¨¢ticos israel¨ªes que ya han establecido los primeros contactos formales con Santa Cruz. ?Han sido unos primeros pasos de cortes¨ªa, pero sin ning¨²n significado concreto. Con escasas diferencias, seguimos donde est¨¢bamos?, me dijo uno de ellos
Con la apertura de Espa?a hacia m¨®dulos democr¨¢ticos y vencida la resistencia interior del laborismo, Jerusal¨¦n ha redoblado sus esfuerzos para terminar con lo que califica de ?contrasentido diplom¨¢tico.? LIueven invitaciones oficiales a Madrid para que los diversos estamentos espa?oles conozcan de primera mano la realidad de Israel y, a nivel de partido, parece haber una estrecha relaci¨®n entre el laborismo y el PSOE. Pude ver a dos miembros de la Uni¨®n General de Trabajadores que realizan un cursillo sobre cooperativismo en la sede de la Histadrut, en Tel Aviv, y, seg¨²n me dijeron, los intercambios de diputados son frecuentes entre ambos pa¨ªses. El propio Felipe Gonz¨¢lez visit¨® este mismo a?o Israel, en un viaje que no dej¨® de producir alg¨²n revuelo en el seno del socialismo espa?ol.
Los lobbys jud¨ªos de cada pa¨ªs suelen ser los adelantados de Israel, aunque no es ¨¦ste el caso de Espa?a. ?La comunidad jud¨ªa de su pa¨ªs, me dec¨ªa el secretario general. de la Kn¨¦sset, Nataniel Lorch -no est¨¢, en condiciones de constituirse en lobby. Tiene poco acceso a los centros de decisi¨®n.? El factor de cohesi¨®n m¨¢s actuante parece ser la socialdemocracia internacional.
Reconocer no es aprobar
?En las relaciones internacionales modernamente entendidas -me explicaba el secretario general de la Kn¨¦sset- el establecimiento de relaciones diplom¨¢ticas entre dos pa¨ªses no implica que ambas partes aprueben rec¨ªprocamente sus pol¨ªticas o los m¨¦todos de encarar la soluci¨®n de sus propios problemas. Ustedes deben saberlo cuando, por ejemplo, establecieron relaciones con la China de Mao, o con Mosc¨².?
? Desde esta ¨®ptica -sigui¨® diciendo el se?or Lorch- nosotros ya no sabemos c¨®mo explicar la actitud de Espa?a hacia Israel a los numerosos amigos que su pa¨ªs tiene aqu¨ª, entre los que me incluyo.?
?Nos parece muy bien que sean amigos de los ¨¢rabes -agreg¨®-. Ustedes ver¨¢n lo que obtienen de esa amistad. Pero, ?por qu¨¦ se empecinan en no ser amigos nuestros, amigos de Israel? Todos los pa¨ªses de la Europa comunitaria a la que ustedes quieren entrar tienen embajada en Israel, como tambi¨¦n en los pa¨ªses ¨¢rabes. Y, ya ve usted, ninguno ha sido v¨ªctima de presiones o de chantajes.?
Probablemente Madrid no se decide a dar el paso adelante por temor a posibles reacciones por parte de los ¨¢rabes y, sobre todo, por temor a enconar la situaci¨®n en el Magreb, ¨¢rea de intereses vitales para Espa?a. Desde el punto de vista d¨¦ Jerusal¨¦n, no existen causas -ll¨¢mense Ceuta y Melilla o, incluso, islas Canarias- que justifiquen la morosidad espa?ola en establecer relaciones diploir ¨¢ticas con Israel.
Record¨¦ al se?or Alon la tesis del se?or Oreja: la Monarqu¨ªa democr¨¢tica espa?ola quiere mantener buenas relaciones con todos los pa¨ªses del. mundo y, en el caso concreto de Israel, espera tan s¨®lo una coyuntura favorable que bien podr¨ªa ser la iniciaci¨®n de las conversaciones de paz en Ginebra.
?Esas son posturas evasivas -me respondi¨®- E Israel, pa¨ªs soberano, no puede admitir que Espa?a, pa¨ªs soberano, quiera plantear las relaciones mutuas en funci¨®n de terceras partes.?
Quiz¨¢ en el proceso de descongelaci¨®n, llevado a cabo el invierno pasado con el Gobierno laborista de Jerusal¨¦n, hayan influido legativamente el resultado de las elecciones israel¨ªes y el vuelco hacia la derecha que significaron. Los ¨²ltimos acontecimientos del sur del L¨ªbano tambi¨¦n pueden haber influido. Lo cierto es que el pasado martes, en el Congreso de los Diputados, el se?or Oreja no nencion¨® a Israel expl¨ªcitamente. S¨ª coincidi¨® el ministro de Asuntos Exteriores espa?ol con las ideas que me fueron sugeridas en Jerusal¨¦n acerca de las relaciones diplom¨¢ticas entendidas en un sentido moderno y pragm¨¢tico: reconocer no es aprobar.
Cuando en estos d¨ªas Israel parece distanciarse de los puntos de vista de Washington, que tradicionalmente le fueron favorables, y los combates en el sur del L¨ªbano pudieran ser el preludio de una nueva guerra generalizada ¨¢rabe-israel¨ª, quiz¨¢ Madrid decida tornarse alg¨²n tiempo antes de dar el paso definitivo. Los diplom¨¢ticos de Jerusal¨¦n no se hacen ilusiones al respecto y algunos de ellos me manifestaron su opini¨®n en el sentido de que posiblemente las cosas seguir¨¢n como est¨¢n.
Santa Cruz, mientras tanto, da la respuesta habitual: habr¨¢ relaciones en cuanto haya una coyuntura favorable, en cuanto haya atisbos de pacificaci¨®n en el Pr¨®ximo Oriente, a trav¨¦s de soluciones justas para todos. Habida cuenta del desarrollo de los acontecimientos en los ¨²ltimos d¨ªas, las relaciones entre Espa?a e Israel pueden quedar aplazadas hasta las negociaciones de Ginebra o, lo que viene a serlo mismo, ad calendas graetas.
Hasta entonces, el acercamiento oficial hispano-Israel¨ª no tendr¨¢ m¨¢s contenido que unas cuantas frases ambiguas y bienintencionadas. Desde Jerusal¨¦n y para el pueblo jud¨ªo, Espa?a seguir¨¢ siendo, como desde 1492, la lejana Sefarad.
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