Bill Owens, fot¨®grafo del sue?o americano
Se repite, con insistencia, que la fotograf¨ªa es, pese a las apariencias, la representaci¨®n m¨¢s irreal de la realidad. El ojo de la c¨¢mara, aun cuando resulte en su artificio de una absoluta frialdad, no es tan objetivo como su nombre indica. Una de las razones posibles para esto que indico es el hecho de que no s¨®lo cuenta el fot¨®grafo que realiza la placa, que la altera en el proceso del revelado y obtenci¨®n final de las copias, sino que cuenta tambi¨¦n, y con particular importancia, el espectador, el que mira la fotograf¨ªa desconociendo todos los pasos intermedios, pero desconociendo fundamentalmente las circunstancias en las que la fotograf¨ªa se obtiene, en algunos casos desconociendo incluso los lugares, los modos de vida que all¨ª se retratan.Lo anterior resulta esencial a la exposici¨®n que bajo el t¨ªtulo de Suburbia ha ofrecido la galer¨ªa del Photocentro. Su autor, Bill Owens, en el libro que recoge el trabajo completo, explica: ?Este libro es acerca de mis amigos y el mundo donde vivo. Al final de 1968 empec¨¦ a trabajar como fot¨®grafo para el Independent de California.
La rutina diaria me introdujo en las casas de cientos de familias y posibilit¨® contactos con la vida social de tres comunidades suburbanas.?
Parece innecesario recalcarlo, pero evidentemente el suburbio al que se refiere Owens no es el suburbio que conocemos en las ciudades de un pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo, en su caso: ?La gente que encontr¨¦ disfrutaba un cierto estilo de vida, de los suburbios. Hab¨ªan realizado el sue?o americano. Est¨¢n orgullosos de poseer una casa y tenerla completa. Nada me parec¨ªa familiar, sin embargo, cada cosa era muy familiar. Al principio acus¨¦ el shock cultural.?
Owens, pues, retrata la realidad del sue?o americano, o, lo que es lo mismo, c¨®mo el sue?o americano es llevado a la pr¨¢ctica por los americanos.
Recorriendo una a una las fotos de la exposici¨®n o siguiendo el orden en que aparecen en el libro experimentamos, nosotros tambi¨¦n, el shock cultural, o lo que es lo mismo, para nosotros esas im¨¢genes, que, como dice Owens, son muy familiares-, no nos lo parecen absolutamente nada, recuerdan, si acaso, o, mejor a¨²n, recogen el estereotipo bajo el que un particular desprecio nos ha hecho concebir la vida del americano medianamente acomodado. La imagen no nos resulta familiar; parece, sin embargo, deseable.
El efecto anterior se intensifica por los comentarios que acompa?an a casi todas las fotograf¨ªas, comentarios que no son de Owens, sino ?los comentarios de cada fotograf¨ªa son lo que la gente siente acerca de ellos mismos?.
As¨ª, la fotograf¨ªa que da portada al libro retrata una familia de tres miembros, pap¨¢, mam¨¢ y junior, l¨®gicamente, sentados frente a la puerta del garaje; en el interior de ¨¦ste se guardan, al menos, un coche, una motocicleta, tres bicicletas, una canoa de gran tama?o y diferentes aparatos de gimnasia; todos los miembros de la familia sonr¨ªen saludablemente. El comentario es: ?Nuestra casa est¨¢ construida con el sal¨®n al fondo; as¨ª, por las tardes, nos sentamos fuera, enfrente del garaje, y observamos el tr¨¢fico pasar.?
Los dem¨¢s tienen caracter¨ªsticas id¨¦nticas: ?Estamos realmente felices y nuestros ni?os est¨¢n saludables, comemos buena comida y tenemos una casa realmente bonita?, dicen a d¨²o un matrimonio medianamente orondo, que sonr¨ªe, saludablemente tambi¨¦n, en la cocina de !u casa, y mientras mam¨¢ introduce una cucharadita de potito en la boca de un encantador beb¨¦ que ma?ana, si las cosas no cambian, y no parece que vayan a hacerlo, dir¨¢, a su vez, frases parecidas.
Con todo, un aspecto me parece rese?able, los protagonistas de las fotograf¨ªas de Bill Owens, que aparecen recogidos en las ¨²ltimas p¨¢ginas del libro, con sus nombres y apellidos, todos sonriendo saludablemente, se sienten identificados y posiblemente gratificados con la imagen que ofrecen; para ellos, imagino, se ha producido el milagro de la consecuci¨®n de un sue?o, ya todo puede ser perfecto, o al menos, casi perfecto. Para nosotros, sin embargo, es como si se nos mostrara no s¨®lo un efecto cultural, la civilizaci¨®n de sobreconsumo y, por tanto, fealdad en superaci¨®n, sino que parece como si nos mostraran un cierto a d¨®nde vamos, una inevitable cristalizaci¨®n de los deseos colectivos de un pa¨ªs que a¨²n no cuenta con la posibilidad de que un espa?ol medio tenga un coche, una moto y una lancha motora y se sienta feliz por ello.
Para quien no cree que el arte, y por tanto incluida la fotograf¨ªa en ello, tenga que hacer sociolog¨ªa -el equ¨ªvoco entre realidad y f¨¢brica del artificio resulta evidente en todos los casos en los que una tarea parecida se intenta-, la exposici¨®n de Owens, en lo que tiene de ciencia-ficci¨®n para los espectadores de la d¨¦cima potencia industrial del mundo conocido, resulta, cuando menos y para su disculpa, como una sonrisa saludable.
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