La lejan¨ªa del melodrama ingl¨¦s
Juan Jos¨¦ de Arteche, habitual ojeador de novedades, ha tra¨ªdo con excelente diligencia Chez nous, ¨²ltimo texto de Peter Nichols, que irrumpi¨® en el panoram¨¢ ingl¨¦s con la extraordinaria obra Un d¨ªa en la vida de Joe Egg. Fiel al m¨¦todo del an¨¢lisis vitri¨®lico, crudo y despiadado, Peter Nichols realiza un ejercicio habitual en gran parte del teatro contempor¨¢neo y en el que son maestros los ingleses de las j¨®venes generaciones: el desnudo moral. La funci¨®n a que esta tarea obliga cumple un viejo deber del teatro y exige, en consecuencia, la m¨¢xima pericia. En un cuadro de costumbres, rutinas y comportamientos estereotipados, la incidencia de un hecho obliga a unos personajes, de quien le afirm¨® esto o aquello, a someterse a la prueba ¨¢cida de una situaci¨®n dada y, ante ella a revisar sus h¨¢bitos, desenmascarar sus sue?os, juzgar sus vidas y enfrentarlas con las viejas y nuevas ilusiones. En Un soplo de pasi¨®n ese desencadenante es la llegada de un ni?o.A partir de esa l¨ªmpida peripecia, la verdad es que Nichols pierde pie. La arbitrariedad del entrecruzamiento, la deliberaci¨®n fr¨ªa y supervoluntarista con que se concretan y encadenan las incidencias necesarias para obligar al juego de la verdad, concretan un tufo de melo de antigua y torpe especie que degrada la obra. Es necesario y dif¨ªcil aceptar el juego propuesto. S¨®lo despu¨¦s puede empezar a ser interesante la exposici¨®n de las intimidades de los dolientes personajes.
Un soplo de pasi¨®n,
de Peler Nichols. Direcci¨®n: A Mel Garc¨ªa Moreno. Escenograf¨ªa: Sigfrido Burman. Int¨¦rpretes: Lola Cardona, Lola Herrera, Carmen Utrilla, Pedro Civera, Andr¨¦s Resino, Jos¨¦ M. del Val, Amadeo Sans. Teatro Alfil
Como todo arco teatral en que los personajes pugnan por encontrar sus identidades, lo que sucede, el conocimiento de aquellas vidas, interesa forzosamente a un espectador sensible. Lo que no puede interesarle es la historieta que soporta ese proyecto de an¨¢lisis. Y, menos, la f¨¦rrea y constante imposici¨®n del autor que utiliza sus propias aportaciones zigzagueando caprichosamente, inseguramente, acometiendo escenas y enfrentamientos sin otra idea que la mostraci¨®n de las paralelas frustraciones de los cuatro protagonistas.
Esta frialdad en la construcci¨®n -paralelismos, ni?o desencadenante, autocr¨ªtica, gran decisi¨®n, vacilaciones, final conformidad- s¨®lo podr¨ªa superarse con la tradici¨®n al sustancialidad del di¨¢logo otra de las grandes exigencias del g¨¦nero. Pero el di¨¢logo de Un soplo de pasi¨®n es desigual, convencional y, sobre todo, ajustado a unas tensiones de texto y subtexto que requerir¨ªan, posiblemente, otro tipo de representaci¨®n.Angel Garc¨ªa Moreno no es ya una promesa de entusiasmos, sino un director vertiginosamente llegado a la primera l¨ªnea de nuestros realizadores. Su equipo interpretativo tiene una calidad profesional conocida. Pero de su trabajo ni remotamente surge lo que puede pedir la comedia: matices, imaginaci¨®n, subtexto estudiado a fondo, comunicaci¨®n continua. Es probable que este g¨¦nero sea uno de los que m¨¢s y mejor acusan la distancia -no s¨®lo la distancia, la diferencia- entre los quehaceres ingleses y los nuestros. La contenci¨®n y media voz de los actores ingleses les lleva siempre a un an¨¢lisis, una clarificaci¨®n y unas formas interpretativas que convierten cualquier matiz de la voz o el gesto en muy significante.Nuestro h¨¢bito de exteriorizar con fuerza pulveriza esas riquezas de matiz en beneficio de los olimpos y las contundencias. Y el texto, de Nichols no soporta, no puede soportar, esa rudeza. No somos brit¨¢nicos. Y nos queda dif¨ªcil entrar en esos trajes ajenos, sobre todo cuando la vestimenta es esencial para la dramaturgia propuesta. Proponerse un an¨¢lisis psicol¨®gico es empresa ardua. Nichols da pocas facilidades. Y los actores nadan en aguas turbias y remotas queriendo clarificar algo que no tienen claro. Dificil. Estos textos requieren tanta sinton¨ªa, tal templanza, que su abordaje s¨®lo deber¨ªa hacerse remontando largu¨ªsimos, interminables ensayos. No los merece, tampoco, la comedia. Quiz¨¢, incluso, nos resulte m¨¢s f¨¢cil hacer, a Shakespeare que hacer a Nichols.
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