Consideraci¨®n ca¨®tica
Se dir¨ªa que estamos en fase de acorralamiento y de tanteo. Estall¨® el pluralismo de los c¨®digos. Salen al mercado lenguajes nuevos; se ponen al d¨ªa -o lo intentan- los viejos. Todo tiende a ser un gran collage, con descarado predominio de la sincron¨ªa, con mucha ganas de recuperar la inmensa zona preverbal, arcaica, oscura, que nutre de sentido a las significaciones combinatorias de la sintaxis. Cavilo que esta nostalgia por la zona arcaica es un reflejo de compensaci¨®n y de defensa frente a la creciente complejidad informacional del mundo: demasiada noticia, demasiado mensaje, demasiada comunicaci¨®n ?digital?, demasiada colisi¨®n entre todas estas demas¨ªas. Ya casi todo es ruido, y, a lo sumo, podemos aspirar a la yuxtaposici¨®n del collage. Metidos entre ?sistemas abiertos?, los objetivos cambian, los ?programas? cambian (por azar o por programaci¨®n de segundo grado) y todo eso produce un formidable stress. Porque en la sociedad informacional, que es la nuestra, todo est¨¢ liado. La informaci¨®n ha liado a la misma energ¨ªa. Y de este l¨ªo nace un nuevo caos, un caos inverso al caos molecular cuyo ¨ªndice es la entrop¨ªa (logaritmo de la probabilidad termodin¨¢mica). Este nuevo caos es el ?orden? de la complejidad informacional. Y en este nuevo caos (hecho de entrop¨ªa negativa) estamos ya metidos, sin saberlo.?A d¨®nde, entonces, vamos a parar? Yo presumo, y conf¨ªo, que a un control mundial del nuevo caos. Hasta hace muy poco, el llamado Tercer Mundo era el medio nutricio del ecosistema industrial capitalista. De pronto, el Tercer Mundo ha decidido rebelarse. Los pa¨ªses detentores de materias primas, al comenzar los a?os sesenta, declararon la primera guerra econ¨®mica mundial.
Se termin¨®, para los pa¨ªses industrializados, la energ¨ªa barata, la materia prima barata, la regulaci¨®n de la inflaci¨®n con cargo a los pa¨ªses subdesarrollados. El mundo indivisible clama por un reajuste de cuentas -problemas de justicia y de moral a un lado-. Reajuste de equilibrio. Y as¨ª se convoca la famosa conferencia ?Norte-Sur?. Un dato muy importante: merma, al fin, el crecimiento demogr¨¢fico mundial. La tasa de crecimiento, que era de 1,9% en 1970, baja al 1,6 en 1976. Aparte la baja ya sabida de las tasas de natalidad de EEUU, Europa occidental y China, parece que el neomalthusianismo est¨¢ ganando nuevas ¨¢reas de Asia. Por otra parte, la mortalidad de los m¨¢s pobres aumenta.
La pol¨ªtica cobra entonces tanta hondura que parece suicida abandonarla exclusivamente en manos de los profesionales de la pol¨ªtica. Ya todo ha de ser interdisciplinario y colectivo. La cuesti¨®n n¨²mero uno est¨¢ en la nueva articulaci¨®n de todos los subsistemas (abiertos) dentro del sistema (abierto) del mundo. Porque el caso es que los pol¨ªticos cl¨¢sicos, los de la vieja usanza, tienden a tratar los sistemas como si fuesen sistemas cerrados. Hablan de equilibrio de poder y emplean el lenguaje de la f¨ªsica. Como si las cosas fuesen as¨ª de sencillas. Pero en la era informacional las cosas son m¨¢s complejas, los sistemas son abiertos: cualquier ?entrada? de informaci¨®n modifica ya la ?salida? de esa misma informaci¨®n. Todo incide sobre todo. Los pol¨ªticos a la antigua usanza piensan que se pueden aislar las variables y llegar a predicciones; pero ello es perfectamente ingenuo. La ciencia pol¨ªtica es, ante todo, una ciencia de sistemas abiertos; las variables no se pueden aislar, y la ¨²nica t¨¦cnica incipiente para el tratamiento de esta clase de problemas es, por el momento, la Teor¨ªa General de Sistemas.
En el entretanto, ?qu¨¦ puede uno hacer dentro de su medio cotidiano? ?Qu¨¦ recursos le quedan al miserable ciudadano pol¨ªticamente impotente? Veamos. Sumergidos en el mundo nuevo de la intrusi¨®n permanente, parece un poco simplista tratar de construir ?refugios? contra los intrusos. As¨ª procedieron los grandes dinosaurios y ya se sabe en qu¨¦ vinieron a acabar. Los fr¨¢giles mam¨ªferos ensayaron, por el contrario, un camino m¨¢s sutil. La lecci¨®n es clara. M¨¢s que intentar protegerse -adem¨¢s, ?c¨®mo?- procede adaptarse. Adaptarse a los cambios continuos de niveles de ?organizaci¨®n?. Adaptarse al fluir de la complejidad creciente. En medio del ?ruido? y de la ?interferencia? cabe ensayar una adaptaci¨®n de segundo grado: alimentarse de este ruido y de esta interferencia; cambiar la relaci¨®n entre organismo y medio ambiente; dilatar el margen de la ambivalencia (la complejidad creciente).
Dec¨ªamos: sumergidos, sin saberlo, en un cultivo nuevo, un nuevo caos, un medio ambiente informacional con sobreabundancia de colisiones, ?a d¨®nde vamos a parar? Aparte la cuesti¨®n del nuevo sistema mundial, se dir¨ªa que nos encaminamos hacia una creciente selectividad. Los tiempos ser¨¢n duros, habr¨¢ un neodarwinismo. Vendr¨¢ un tiempo de h¨ªbridos. (Es una hip¨®tesis.) Nos hemos preguntado: ?qu¨¦ recursos le quedan al miserable individuo sometido a la coacci¨®n de sistemas cada vez m¨¢s sofisticados y complejos? Pues bien; cabe acomodarse a la ambivalencia de la complejidad, que si, por un lado, coacciona m¨¢s, por otro proporciona m¨¢s recursos combinatorios. Para comunicarse libremente (para gozar de la libertad semi¨®tica de un sistema abierto, estimulante y rico) uno tiene que manejarse dentro del margen que discurre entre la previsibilidad, y la sorpresa. Entonces, dentro del juego de las met¨¢foras y las metonimias, uno puede ensayar sus escaramuzas propias. La ?pol¨ªtica? se puede hacer de muy distintas maneras. Uno puede dise?ar microambientes, emitir mensajes que erosionen a los c¨®digos (paroles que sobresalten a la langue), fabricar objetos h¨ªbridos, producir collages, hacer sonar la voz local, mantener viva la curiosidad, recuperar lo arcaico, tantear combinaciones nuevas, tomarle gusto al nuevo caos, adaptarse a la desadaptaci¨®n permanente, cambiar y no cambiar; morir, resucitar...
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