La juventud de Mario Vargas (?Varguitas?) Llosa
Al terminar de leer la ¨²ltima novela de Mario Vargas Llosa, La tia Julia y el escribidor, me abalanc¨¦ sobre la biblioteca y tom¨¦ con ambas manos mi viejo ejemplar de La ciudad y los perros. Lo hab¨ªa le¨ªdo en 1963, en Pamplona, cuando estudiaba c¨®mo aprobar ex¨¢menes frente a esbirros cuya incultura hac¨ªa imposibles mis famosas tretas, y su lectura me dej¨® seco de admiraci¨®n. Recuerdo que coment¨¢bamos la despampanante filigrana de los mon¨®logos y otros entresijos t¨¦cnicos del libro, con Javier Fern¨¢ndez de Castro (hoy, flamante novelista) y Joaqu¨ªn Gim¨¦nez Arnau (hoy, flamante yerno de do?a Carmen Polo), mientras recorr¨ªamos por cent¨¦sima vez el calvario de los bares pamplonicas. ?Qu¨¦ pensar¨¢n los actuales, j¨®venes tabernarios cuando lean, si la leen, esta ¨²ltima producci¨®n de Mario Vargas Llosa?Pero hay que tener presente un dato que la comparaci¨®n de ambas novelas, la primera y la ¨²ltima, facilita de inmediato: en 1963, Mario Vargas Llosa era mucho m¨¢s viejo que en la actualidad. En la contraportada de La t¨ªa Julia aparece el nuevo Vargas (the new Vargas), mucho m¨¢s joven que el anterior, sin bigote, con una sonrisa apote¨®sica, una gre?a sobre la frente, mechones sobrenadando las orejas y una camisa vaquera; eso s¨ª: abrochada hasta el pen¨²ltimo bot¨®n (residuos del viejo Vargas: the old Vargas).
La t¨ªa Julia y el escribidor
Mario Vargas Llosa. Editorial Seix Barral Barcelona, 1977.
Y es que Mario Vargas Llosa est¨¢ haciendo la carrera al rev¨¦s. Comenz¨® como viejo novelista lleno de trucos, artificios, intelectualismos, experimentos y audacias; en la actualidad, en cambio, es un brillante escritor novel, narrando su primer amor con inseguridades que enternecen al lector m¨¢s bragado, y una aut¨¦ntica necesidad de ganar al p¨²blico para su causa. ?Ser¨¢ el pr¨®ximo un libro adolescente, mentiroso, locuaz, narcisista e impertinente? Dios se lo inspire. Pero el caso es que, hoy por hoy, Mario Vargas Llosa ha escrito un brillante ejercicio juvenil. No est¨¢ todav¨ªa en el terreno de la literatura; todav¨ªa el joven Vargas no desea complicar sus recetas narrativas. Dentro do unos a?os, cuando su carrera se encuentre firmemente asentada gracias a estos relatos sencillos y sentidos, emprender¨¢ el camino de la renovaci¨®n, quiz¨¢ con libros que se llamar¨¢n La ciudad y los perros o La casa verde.
La novela del joven Mario nos cuenta, pues, la historia de su primer amor. Es un Adolphe lime?o. El primer amor de Mario Vargas fue bastante lioso, pero no tr¨¢gico; fue burocr¨¢ticamente complejo, pero sin drama. En el momento m¨¢s novelesco, su padre amenazaba con unos pistoletazos ed¨ªpicos, pero nadie le cre¨ªa. Y quiz¨¢ sea la falta de drama, de aut¨¦ntico dolor, pasi¨®n y muerte, lo que hace que la historia sea enternecedora y alegre. Es, por otra parte, una historia de amor sin sexo (S¨®lo una vez, y de cualquier manera, los enamorados nos muestran parte de su anatom¨ªa); lo cual se agradece profundamento cuando hasta Pem¨¢n tiene que describir coprofagias si quiere vender alg¨²n ejemplar. Es, como ven, una casta, tierna y provinciana historia de amor. ?Madame Bovary, entonces? No. Para eso hay que esperar a que the new Vargas madure.
Historia de escritores
Pero hay m¨¢s que una historia de amor. Hay una historia de escritores. Como buena novela juvenil, hay amor y hay arte. Por supuesto que no se trata de un cuestionamiento de la jerarquizaci¨®n literaria, como dice la solapa. Eso queda para afrancesados y teor¨¦ticos. EL solapista sigue creyendo que esas cosas dan dignidad. Pero Mario Vargas es demasiado puro para mezclar su historia de amor con una teor¨ªa de la literatura. No, aqu¨ª se trata ¨²nicamente de una admiraci¨®n, la que produce en Varguitas (as¨ª llama la t¨ªa Julia al protagonista) y en los lectores suficientemente preparados la descomunal figura de Pedro Camacho, aut¨¦ntico amor del protagonista. Con Pedro Camacho comienza el libro y con ¨¦l acaba, y Pedro Camacho tambi¨¦n empieza en el libro y acaba con ¨¦l. Varguitas admira a Camacho, porque ¨¦ste puede escribir veinticuatro horas seguidas, dormir tres y volver a escribir otras veinticuatro. Porque todo Lima sigue los folletines de Camacho. Y porque da igual lo que escriba Camacho, lo que importa es que su vida es un inacabable rollo de papel escrito.T¨ªa Julia (el amor de su vida) es mayor que ¨¦l en lo amoroso, pues le lleva m¨¢s de tres lustros; Pedro Camacho (la verdad del amor de su vida), es mayor que ¨¦l en lo literario, pues le lleva m¨¢s de un mill¨®n de folios. Pero, entre ambos, Varguitas elige a la t¨ªa Julia, se casa con ella, se va a Par¨ªs a escribir y cuando regresa, al cabo de muchos a?os, se encuentra a Camacho hecho un asco: no era un genio,, era un loco; era mentira que su vida fuera tan exclusivamente literaria, ten¨ªa mujer y era ramera. Varguitas, en cambio, es un escritor de verdad El Balzac criollo (Camacho) era un sue?o infantil, t¨ªa Julia y Par¨ªs eran reales. ?La prueba?: Mario Vargas Llosa.
Y, sin embargo, en esta novela hay un solo protagonista: Pedro Camacho. Tan protagonista que se escribe la mitad del libro, ya que entre cap¨ªtulo y cap¨ªtulo, the new Vargas incluye los notables radioteatros de Pedro Camacho, hasta contabilizar la mitad: diez para Varguitas, diez para Camacho. Digo mal: once para Varguitas, nueve para Camacho. ?Por qu¨¦? Porque el ¨²ltimo cap¨ªtulo (XX), encuentro del novelista real y el Balzac perdido, es tanto la historia de Varguitas como un follet¨ªn de Camacho. Y, sin embargo, Camacho vence, porque ¨¦l escribe nueve cap¨ªtulos a solas, mientras Varguitas escribe oncejunto a Camacho. ?Qui¨¦n necesita a qui¨¦n? ?Qu¨¦ quieres ser cuando seas mayor? ?Es Pedro Camacho un Mar¨ªo Vargas sin t¨ªa Julia?
Porque si me preguntan qui¨¦n lo hace mejor, si Varguitas o Camacho, no sabr¨¦ responderles. Camacho es admirable, todo un hombre en la cincuentena, la flor de la edad. Varguitas, potro que cocea s¨®lo por probar la resistencia del aire, es de una sencillez que roba el alma.
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