La verbena
Estoy aqu¨ª, sentado en la noche de la Casa de Campo, aferrado a un clavel fresco que me han dado unas chicas, y todo gira, ha girado en torno m¨ªo, c¨®mo ahora la m¨²sica polisaria que trae un r¨ªo de velos y una ondulaci¨®n femenina a la fiesta de la protesta. O ese inmenso anfiteatro de luces, de llamas, de antorchas, de manos, que ha ardido toda la noche como un firmamento efectivamente circular y habituado por el hombre.Dec¨ªan que era la fiesta del pec¨¦, pero es mucho m¨¢s que la fiesta del pec¨¦, porque ya no hay partido ni ideolog¨ªa que pueda juntar, agavillar, contener la floraci¨®n plural de la libertad en las razas del mundo. Estoy aqu¨ª, sentado en el suelo de la Casa de Campo, entre las sombras de toda una generaci¨®n, entre el clamor mudo de toda una juventud, respirando un clavel que me ha dado una chica, y en torno de m¨ª arden, han ardido los idiomas de la libertad, ese guineano de gorro y grito, ese negro estent¨®reo, los homosexuales que me ofrecen bol¨ªgrafos para firmar su protesta, las feministas, los saharauis, las juventudes revolucionarias. La fiesta del pec¨¦ era, es mucho m¨¢s que la fiesta del pec¨¦ porque, feria de todas las justicias, incluso reparten en ella hojas y tipograf¨ªas que van contra el pec¨¦. Estoy aqu¨ª, huelo mi Clavel y miro.
Se pregunta la voz del David de Donatello, entre algod¨®n de az¨²car hilado y rifas agrias:
-Homosexual ?eres un peligro social?
Aqu¨ª protestan contra le ley esa de peligrosidad. Arsenio Alonso, marmolista, me dice sus versos ?Los otros han muerto en pie / nosotros vivimos de rodillas?. Y los ecologistas, con un z¨®calo verde en su bandera, me dan encuestas y pegatinas y quieren salvar la Casa de Campo, esta casa en que estamos, con los ¨¢rboles por techo, casa del pueblo de Madrid. Sigue la rueda del rock, la serpentina de la canci¨®n, siguen el cine y el teatro, los libros y los m¨ªtines en el bosque popular de octubre.
Hafida -creo que era Hafida-, devuelta por una tarde a su pasado guerrillero, me ha dicho -creo que me ha dicho- que el Polisarlo es ya miembro de la Internacional Socialista. La m¨²sica del desierto viene ahora, como una brisa nocturna y palabras de arena, hasta el mill¨®n de caras en la sombra.
Los extreme?os desde Extremadura, tierra de conquistadores -le han dado vuelta, al sentido de la frase-, los castellanos con cinta morada, el campo de Espa?a hecho feria en lo que fue Feria del Campo convencional y bienal. La cara pura de Ana Bel¨¦n, la cara sonriente de Victoria Vera, los bolivianos y lbs uruguayos, Quint¨ªn Cabrera, Rosa Le¨®n, Elisa Sema, Rafael Alberti, Morente, Gerena, Menese, la fiesta abrasada de los flamencos con la guitarra de Pepe Habichuela, la Bullonera, Zitarrosa, V¨ªctor Manuel, euskadis y chilenos, L¨®pez Salinas, Barde¨ªn y un ni?o que se pierde de vez en cuando.
Estoy aqu¨ª, en la noche, senta do aqu¨ª en el suelo, aferrado a un clavel que alguien me ha dado, respirando un clavel, oyendo m¨²sical,y me digo en la noche, entre los fuegos, que hay un cruce de razas, de luchas, un labertinto de revoluciones: la fiesta del pep¨¦, mucho m¨¢s que la fiesta del pec¨¦ porque, queramos o no, la libertad no cabe en un partido, la justicia no cabe en una mano, como cabe el clavel ahora en la m¨ªa.
Ni?os por los andamios, farallones humanos frente a Madrid. Pongo mi firma en el seno de una muchacha, porque as¨ª me lo ha pedido, bebo de botellas viajeras y desconocidas, busco otra nube de algod¨®n hilado, m¨¢s az¨²car, digo y escribo que el ¨¦xito de la verbena es ser mucho m¨¢s que una verbena y una idea, sino la confusi¨®n alegre y firme de todas las ideas. Madrid, este Madrid publicano y forestal, ganado a los poderes, trinchera de una guerra.
-Por la Casa de Campo no pasa nadie-, viene a ser capital y encuentro de todas las revoluciones, de todas las libertades, y hasta hay un organillo entre la sombra. Estoy aqu¨ª, con mi clavel, etc¨¦tera.
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