Imagen del compositor Casal Chap¨ª
La muerte de Enrique Casal Chap¨ª el pasado d¨ªa 10 ha pasado casi inadvertida. Lo que viene a corresponderse con una existencia que el m¨²sico quiso siempre humilde y sin vanagloria. Como tantas otras veces, estamos ante un m¨²sico espa?ol cuyo nombre desconocen varias promociones de compatriotas. Lo que se debe no s¨®lo al hecho del exilio sino a la naturaleza misma de Casal, que nada sab¨ªa de promociones y autopromociones. Por lo mismo, como le sucedi¨® a su maestro Conrado del Campo, los pentagramas de Casal, faltos de ediciones -salvo en algunas piezas y canciones breves-, se tornaron inaccesibles y ten¨ªan en su creador, en raz¨®n de una radical ausencia de vanidad, p¨¦simo defensor.La biograf¨ªa de Casal Chap¨ª, m¨²sico vocacional y sincero, queda dividida (partida) en tres per¨ªodos: hasta la guerra civil, el exilio y el retorno. Nacido en Madrid el a?o 1909, era nieto por v¨ªa materna del celeb¨¦rrimo Ruperto Chap¨ª, del que, aparte el apellido, hered¨® una inclinaci¨®n cierta por la escena musical. Despu¨¦s de estudiar el piano con Emilia Quintero trabaj¨® la armon¨ªa y la composici¨®n con Conrado del Campo, para terminar sus estudios el a?o 1936, semanas antes de iniciarse la guerra civil. Pero Casal Chap¨ª hac¨ªa tiempo que profesaba la m¨²sica por necesidad material e inquietud espiritual. Antes del los a?os treinta era f¨¢cil encontrar a Casal actuando en cines y caf¨¦s como pianista, actividades que dej¨® pronto para dedicarse a la ense?anza. Entre los a?os 1931 y 1933 dirigi¨® un cuarteto vocal denominado Castilla, con el que cultiv¨® nuestros autores renacentistas y difundi¨® el folklore de su pa¨ªs. Eran los d¨ªas de exaltaci¨®n folkloristica animada por la Instituci¨®n Libre, el Instituto Escuela y la Residencia; por los Mart¨ªnez Torner, Benedito, Antonio Jos¨¦ y Garc¨ªa Lorca. El empe?o, noble y refinado, quebr¨® ante la imposibilidad de que tanto el director como los componentes de Castilla pudieran vivir de semejante dedicaci¨®n.
Casal, hombre de amplia cultura, intelectual si se quiere, es llamado por Rivas Cherif para colaborar en su Teatro Escuela de Arte. Nacen entonces las partituras incidentales de El caballero de Olmedo, El villano en su rinc¨®n y La dama boba, seg¨²n versi¨®n de Garc¨ªa Lorca. Especial inter¨¦s ofrece la m¨²sica para el drama Gas, de Georg Kaiser, en la que, por una vez, el compositor practica el atonalismo, del que no fue nunca demasiado partidario. ? Esas m¨²sicas atonales -declar¨® a la revista M¨²sica (junio, 1938)- vagas y a veces bellas, producto de la literatura wagneriana y de la pintura debussysta, tienen su cabida, a mi modo de ver, ¨²nicamente en el teatro.? Ninguna adecuaci¨®n mejor que la pieza del expresionista alem¨¢n -concisi¨®n, simbolismo y abstracci¨®n- caracter¨ªstico del Berl¨ªn de los a?os veinte y prohibido luego por el nazismo.
Con Preludio y Rond¨®, para orquesta, consigue Casal Chap¨ª, en 1936, el primer premio del Conservatorio Nacional madrile?o. Poco despu¨¦s, bajo la direcci¨®n de su autor, la partitura se da a conocer en Valencia por la Sinf¨®nica de la Ciudad. No hay m¨¢s intenci¨®n expresiva en Preludio y Rond¨®, seg¨²n Casal Chap¨ª, ?que la que pueda derivarse del libre juego de sonidos que es el fluir de la m¨²sica misma?.
La guerra y el callado retorno
Iniciada la contienda, Enrique Casal sirve a la causa republicana. Trabaja en la composici¨®n, da charlas y conferencias de divulgaci¨®n musical en hospitales y cuarteles, intensifica su colaboraci¨®n con el Teatro de Arte y escribe ensayos para las revistas M¨²sica y Hora de Espa?a, sobre Bacarisse y Ravel, respectivamente. El Consejo Central de la M¨²sica,, establecido en Barcelona, edita algunas canciones sobre Lope de Vega compuestas anteriormente: Soneto, Romancillo, Serrana, Siega y Villancico, este ¨²ltimo acaso lo m¨¢s divulgado entre la obra l¨ªrica del m¨²sico.
Exiliado en la Rep¨²blica Dominicana, crea la Orquesta Sinf¨®nica Nacional y compone Cinco canciones, para voz y orquesta (1942), Suite para una ceremonia solemne (1943) y m¨²sica ilustrativa para El burgu¨¦s gentilhombre. Vicente Llorens, en su precioso libro Memorias de una emigraci¨®n, es quien ha dado m¨¢s y mejores noticias de la estancia de Casal en Santo Domingo.
De Santo Domingo, Casal pas¨® a Montevideo como director art¨ªstico de Radio Nacional y su Orquesta Sinf¨®nica, actividades que simultane¨® con la direcci¨®n de la Asociaci¨®n Coral y la c¨¢tedra de composici¨®n del Conservatorio. Buenos Aires ser¨¢ la ¨²ltima residencia de Casal, antes de regresar a Espa?a al borde de la d¨¦cada de los, sesenta. Vino falto de salud y, como dice Llor¨¦ns, ?viv¨ªa totalmente oscurecido en su ciudad natal, dedicado a dar clases particulares de m¨²sica?. Tambi¨¦n acompa?aba algunos recitales; a cantantes que eran sus disc¨ªpulas, pues el aspecto pedag¨®gico de Casal llena buena parte de su biografia. En Am¨¦rica form¨® compositores que hoy gozan de renombre, como H¨¦ctor Tosar, Ricardo Storm, Ra¨²l S¨¢nchez o Manuel Sim¨®.
Entre sus obras no citadas a lo largo de esta evocaci¨®n deben recordarse una Fantas¨ªa sinf¨®nica, Final para una sinfon¨ªa imaginaria y La decantada vida del general Mambr¨², todas ellas para orquesta, am¨¦n de un Capricho quasi sonata y otras p¨¢ginas pian¨ªsticas, lieder y canciones corales. Destinadas al teatro y en una l¨ªnea de renovaci¨®n del g¨¦nero l¨ªrico tradicional que llevaba en la sangre, escribe Casal Las aguas del Manzanares y Las mujeres pendencieras, sainetes cuyo estreno se preparaba cuando irrumpi¨® la guerra.
?De los m¨²sicos que he conocido -apunta Llor¨¦ns-, ninguno pose¨ªa su talento cr¨ªtico ni su originalidad de pensamiento. Conversador agudo, r¨¢pido en sus ocurrencias y r¨¦plicas, Casal no se ha recatado, por otra parte, en expresar sus convicciones sin temor alguno a las consecuencias.? As¨ª le conoc¨ª todav¨ªa cuando regres¨® a su vida callada de Madrid. Ni siquiera la falta de salud, ya evidente, alicort¨® su ¨¢nimo desdibuj¨® sus rasgos de identidad.
Babelia
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