La prensa inglesa, amenazada por intereses comerciales
No es verdad que los brit¨¢nicos se dejen el peri¨®dico en el ?metro?. Lo guardan, porque en ¨¦l les viene el programa de televisi¨®n. Tambi¨¦n lo conservan porque desde 1973 los diarios de este pa¨ªs ya no son productos baratos que se pueden tirar al final del trayecto.Los brit¨¢nicos no se dejan en tan alta proporci¨®n los peri¨®dicos en los medios de transporte porque, adem¨¢s, ahora leen menos La televisi¨®n y la radio satisfacen su curiosidad informativa y les proporcionan un entretenimiento del que disfruta al menos el 95% de la poblaci¨®n. La radio est¨¢ en el 99 % de los hogares.
Los efectos de la crisis energ¨¦tica de 1973 sobre la prensa inglesa se notan ya en Fleet Street. Imperios period¨ªsticos como el de Beaverbrook, ex propietarios del Daily Express, tuvieron que vender su producto a la compa?¨ªa que salv¨® los barcos de Cunard. El costo del material de impresi¨®n, la subida de los salarlos y la desilusi¨®n del personal que vio descender la tirada de los cuatro millones en 1960 al mill¨®n escaso este a?o, acab¨® con una de las empresas t¨ªpicas del periodismo ingl¨¦s.
Lo mismo ocurri¨® meses antes con el Observer, que fue adquirido por un magnate norteamericano del petr¨®leo, interesado en tener un ¨®rgano de opini¨®n cerca del mar del Norte escoc¨¦s. No es el primer magnate del petr¨®leo que es due?o del Times, del Sunday Times y de una cadena de peri¨®dicos provinciales; tambi¨¦n tiene acciones en compa?¨ªas que operan en los pozos del mar del Norte.
La llegada a Fleet Street de empresas ajenas al imperio de la prensa escrita ha levantado sospechas entre los defensores de la independencia del medio. Se considera que la proliferaci¨®n de magnates que quieren convertir sus nuevas adquisiciones en portavoces de otros intereses comerciales resulta una amenaza a la libertad del periodista para informar seg¨²n su propio criterio. El sucesor de Beaverbrook en el Daily Express cambi¨® al director del diario nada m¨¢s hacerse cargo de la compa?¨ªa. De la noche a la ma?ana ha querido hacer que una pul5licaci¨®n destinada al ciudadano medio conservador se dirija a las clases m¨¢s populares, tambi¨¦n de ¨ªndole conservadora.
Una comisi¨®n oficial que ha estudiado en los ¨²ltimos a?os el papel de la prensa en Gran Breta?a ha criticado este tipo de decisi¨®n y ha pedido una mayor independencia de los directores, un entendimiento democr¨¢tico entre ¨¦stos y sus redactores y salvaguardas de su libertad de acci¨®n frente a los caprichos de las empresas para las que trabajen. Un contrato m¨ªnimo de un a?o es el que se sugiere para los directores.
En otras ocasiones el Gobierno ha intentado defender a la prensa de los monopolios. En 1965, se aprob¨® una ley que pone freno a la monopolizaci¨®n. Sin embargo, el 80 % de los diarios y semanarios nacionales est¨¢ en manos de tres corporaciones ¨²nicas. Ante esta situaci¨®n, los sindicatos han sugerido, en m¨¢s de una ocasi¨®n, algo que horroriza a los periodistas brit¨¢nicos; convertir el medio en una instituci¨®n de servicio p¨²blico, financiada por el Estado, de modo que se impida que ?las consideraciones comerciales est¨¦n por encima de los niveles puramente period¨ªsticos, como ha ocurrido en los ¨²ltimos a?os?.
Independencia frente al Estado
En Gran Breta?a existe un horror com¨²n frente a las posibles implicaciones del Estado en los asuntos de la prensa y de hecho los folletos de propaganda proclaman con mucho orgullo que en la cuna de la democracia europea no hay censura de prensa. Tampoco hay leyes o convenciones constitucionales que defiendan de manera t¨¢cita la libertad de expresi¨®n.
De hecho, hay varias normas que limitan el ejercicio de esa libertad. Adem¨¢s de la ley del libelo, que figura como una espada de Damocles sobre la cabeza de los directores, existe la ley de los Secretos Oficiales, cuyo art¨ªculo dos puede convertir cualquier cuesti¨®n en materia reservada sujeta a embargo indefinido. Los jueces tambi¨¦n pueden imponer restricciones sobre la informaci¨®n de la violencia y, en especial, la provocaci¨®n de enfrentamientos de origen racial son ahora objeto de persecuci¨®n judicial. De cualquier delito cometido a trav¨¦s de la prensa pueden ser responsables no s¨®lo el director de la publicaci¨®n, sino su distribuidor, el propietario, el impresor y el autor del art¨ªculo en cuesti¨®n.
Aparte de los servicios informativos oficiales que est¨¢n a disposici¨®n de todos los medios que trabajan en el pa¨ªs, el Estado no controla ning¨²n aparato de difusi¨®n. Las dos principales agencias, Reuters, de car¨¢cter internacional, y Press Association, de cobertura nacional, son propiedad de consorcios informativos que usan los beneficios de ambas agencias para mejorar sus servicios. Reuters, que tiene cerca de 2.000 corresponsales en 183 pa¨ªses, es una propiedad conjunta de la Asociaci¨®n de Empresarios Period¨ªsticos Brit¨¢nicos y las agencias nacionales de Australia y Nueva Zelanda. La Press Association, fundada dieciocho a?os despu¨¦s que Reuters, en 1868, sirve a sus due?os: los peri¨®dicos del Reino Unido situados fuera de Londres y aquellos que se publican en la Rep¨²blica de Irlanda.
Radio y televisi¨®n
Donde el Estado s¨ª tiene una participaci¨®n directa es en el control de la televisi¨®n y de la radio. Las tres emisoras de televisi¨®n y las veintitr¨¦s emisoras de radio que hay en el Reino Unido pueden ser paralizadas por el del ministro del Interior si ¨¦ste creyera que la seguridad del pa¨ªs iba a sufrir por la emisi¨®n de un determinado programa. Aunque eso jam¨¢s ha ocurrido, la intervenci¨®n del Estado es inequ¨ªvoca desde el nombramiento del presidente de las dos corporaciones que tienen a su cargo las cadenas de televisi¨®n y las emisoras de radio.
La BBC, a la que nosotros conocemos como la cadena oficial, naci¨® en 1927 como instrumento radiof¨®nico. En 1936 comenz¨® su primera emisora de televisi¨®n. Desde 1964 tiene otra, la BBC2, que ofrece programas de ¨ªndole cultural o relativamente minoritarios. La BBC (British Broadcasting Authority) ofrece tambi¨¦n cuatro programas de radio de car¨¢cter nacional y acoge a un grupo de emisoras que producen sus propios programas regionales. Existe una campa?a ahora para separar del control de la BBC la radio local de car¨¢cter no comercial.
Aparte de nombrar al presidente de la BBC, el Gobierno aconseja a la reina el nombramiento de los doce ?gobernadores? de la corporaci¨®n, cuyo mandato finaliza a los cinco a?os de su toma de posesi¨®n. Ese grupo es el que designa al director general. La misi¨®n del presidente y de los doce gobernadores es la de vigilar los niveles informativos y formativos de la corporaci¨®n. Una de las preocupaciones principales es la de evitar los prejuicios o los desequilibrios. Ha habido programas que no han salido al aire porque los puntos de vista ofrecidos no estaban suficientemente contrastados con Ios de quienes pod¨ªan tener opiniones contrarias.
Hay un cuidado especial para evitar que las compa?¨ªas comerciales caigan en manos de monopolios y por eso, por ejemplo, se limitan las acciones que las empresas period¨ªsticas puedan tener en consorcios televisivos.
El Ministerio del Interior interviene directamente en el nombramiento del director general de la Independent Broadcasting Authority, de la que dependen las cadenas comerciales de televisi¨®n y de radio. Esta entidad, al rev¨¦s que la BBC, no produce programas, sino que alquila sus derechos de emisi¨®n a quince compa?¨ªas privadas que producen programas y los emiten en las catorce regiones brit¨¢nicas cubiertas por la televisi¨®n independiente. Bajo el control de la IBA est¨¢n tambi¨¦n las diecinueve emisoras de radio de car¨¢cter comercial que hay en el pa¨ªs.
Las emisoras que funcionan bajo el mandato de la IBA viven de los anuncios. La BBC se nutre de las subvenciones gubernamentales obtenidas del cobro de las licencias que pagan los televidentes. Ambas corporaciones viven tambi¨¦n de la venta de sus programas a otras empresas del resto del mundo. Hay negocios paralelos -publicaciones, material de- ense?anza, y otros- que ayudan a sufragar gastos de producci¨®n.
Aunque la autonom¨ªa de los dos organismos es en teor¨ªa muy grande, el Parlamento puede pedir responsabilidades al Ministerio del Interior por cualquier programa transmitido tanto en la BBC, como en la televisi¨®n independiente. Las compa?¨ªas que usan los servicios de ¨¦sta ¨²ltima, tienen la obligaci¨®n de consultar con la IBA siobre el contenido de sus transmisiones. Recientemente, un programa sobre el IRA, un tenia altamente sensible en el Reino Unido, se qued¨® almacenado porque la IBA consider¨® inconveniente su exhibici¨®n. El mismo tipo de control se aplica en el caso de la radio.
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