Tarradellas: "Lo que m¨¢s me preocupa es lo que har¨¦ el lunes en Barcelona"
?No me hagan hablar, porque siento mucha emoci¨®n?, rog¨® a la docena d¨¦ periodistas que lo esperaban delante de su residencia de Saint Martin le Beau, el presidente de la Generalitat de Catalu?a, Josep Tarradellas; eran las 3,37 horas de la tarde de ayer. El presidente, en este momento terminaba su exilio iniciado el 5 de febrero de 1939, tras haber vivido en Marsella, Suiza, Par¨ªs y, desde 1955, en este bello paraje de la regi¨®n francesa de Touraine, de doce hect¨¢reas de vi?edos y de bosques que resguardan a una vieja casa campestre, construida en 1906 y conserjer¨ªa de un castillo que desapareci¨® en tiempos de la Revoluci¨®n Francesa.
El presidente, desde muy temprano, trabaj¨® hasta el ¨²ltimo minuto. Firm¨® 150 cartas, respondi¨® al dirigente socialista Enrique M¨²gica, que hab¨ªa felicitado, por tele grama, al presidente de la Generalitat; recibi¨® a un periodista al que le declar¨®: ?Cuando encuentre a Josep Benet le saludar¨¦, como a los dem¨¢s parlamentarios, porque los conflictos pasados son del pasado?; al mismo informador, refiri¨¦ndose al pacto de la Moncloa, le afirm¨®: ?La estrategia de consultar a todos los partidos es la que conviene para resolver los graves problemas de Catalu?a y Espa?a?.Sus dos hijos, Montserrat, de 49 a?os, y Josep, ingeniero, de 35 a?os, te ayudaron, como su mujer, Antonia, a ordenar los ¨²ltimos papeles. A trav¨¦s de las ventanas del comedor se adivinaban los entremeses de la comida (esp¨¢rragos), que ten¨ªa que haber comido el presidente; ?pero me falt¨® tiempo?, iba a comentar despu¨¦s.
Cuando el presidente, p¨¢lido, pero con paso firme, se desped¨ªa del comisario y de la polic¨ªa que lo hab¨ªa protegido hasta el ¨²ltimo momento, su esposa, llorando, atraves¨® por ¨²ltima vez la puerta de la que fue su casa hasta 1975 (este a?o fue vendida a una conocida familia francesa, c¨¦lebre por su marca de champagne: Taittinger); y a quien le pregunt¨® por este instante, le respondi¨®: ?Ha tardado mucho m¨¢s de lo que esperaba?.
Una comitiva de once coches, a los que abr¨ªan paso los servicios of¨ªciales de la gendarmer¨ªa de Amboise, inici¨® el recorrido hasta el aeropuerto de Tours; durante los quince kil¨®metros de trayecto, los allegados al se?or Tarradellas recordaron su ¨²ltimo d¨ªa completo anteayer, en el pueblecito de Saint Martin le Beau: una visita al prefecto de la regi¨®n, otra al alcalde del pueblo y la ¨²ltima a sus padres enterrados aqu¨ª en espera de que el presidente de la Generalitat ordene el traslado de sus restos a Cervello (Barcelona).
En el aeropuerto fue recibido por el prefecto, se?or Bett, que le acompa?¨® hasta el avi¨®n Hawker de ocho plazas, alquilado a una sociedad civil por Presidencia del Gobierno para ponerlo al servicio del presidente de la Generalitat; ya en el interior del avi¨®n, corrieron algunas l¨¢grimas cuando el hijo del presidente abraz¨® a su madre y a su hermana; estas ¨²ltimas, con su secretario, se?or Gausachs, fueron los viajeros al lado de cuatro periodistas, entre los que se encontraba el enviado especial de EL PAIS.
A las 4,35, el Hawker despeg¨® y el se?or Tarradellas, ya acomodado, recobr¨® el color; el comandante Mera solicit¨® al presidente la orden para despegar, y el se?or Tarradellas, con los periodistas, convers¨® sin interrupci¨®n. Record¨® que su esposa no hab¨ªa viajado a Madrid desde hac¨ªa 45 a?os, pero un periodista le interrumpi¨® para preguntarle por el sentimiento que le invad¨ªa en estos momentos que calific¨® de hist¨®ricos; ?lo ¨²nico que me preocupa es lo que voy a hacer el lunes en Barcelona?. El avi¨®n ya volaba a novecientos kil¨®metros a la hora y el capit¨¢n Jurado lo anunci¨®, para a?adir: ?Enhorabuena, presidente?, hubo aplausos y el se?or Tarradellas coment¨®, ?esto me parece cine de Rene Clair?.
De vez en cuando, el presidente alargaba la mano para acariciar las de su mujer e hija. Se habl¨® de don Juan, conde de Barcelona, y pregunt¨® si realmente influ¨ªa a su hijo; alguien aludi¨® a su pasado y cort¨®: ? Mi pasado no me interesa; en cada momento de mi vida es el porvenir lo que me preocupa.? De repente record¨® que no hab¨ªa comido y aclar¨® que su mujer le hab¨ªa preparado algo; la se?ora de Tarradellas ya hab¨ªa sacado un bocadillo de ternera asada que el presidente devor¨®; este momento fue considerado hist¨®rico y se anunci¨® que hab¨ªa dos botellas de champagne franc¨¦s para celebrarlo; los ocho de a bordo brindaron y el presidente concluy¨®: ?Por Espa?a, por los espa?oles, por los catalanes, por Catalu?a, por nuestras familias y por Le¨®n?, termin¨® en honor de un leon¨¦s acompa?ante. El brindis se repiti¨® a las 5,35, cuando el avi¨®n cruz¨® la frontera franco-espa?ola: ?Me van a emborrachar?, advirti¨® el presidente, que le hizo observar a un periodista, ?por favor, cuidado con su vaso que me va a manchar el pantal¨®n; es nuevo el traje, ?sabe?, pero de confecci¨®n?.
Pasado este momento hist¨®rico, el se?or Tarradellas afirm¨® que lo que m¨¢s le hab¨ªa ense?ado en la vida era el exilio; y que ?Carrillo es uno de los pocos hombres de su generaci¨®n que est¨¢ en primera l¨ªnea?; y que su espera, de casi cuarenta a?os, para terminar volviendo como gobernante ?es el primer caso de la historia que podr¨ªa calificarse de filigrana pol¨ªtica?; y que todos estos largos a?os ?los he vivido trabajando, sufriendo, al lado de mi mujer, de sus penas.?; el se?or Tarradellas record¨® la palabra ?hipotecas? aludiendo a muchos problemas..., ?que pertenecen al pasado, como todo, como la casa de Saint Martin, de la que ya no me acuerdo; todo eso ya no existe?. Su esposa, Antonia, asinti¨®, pero con alguna pena en el rostro.
El avi¨®n iba a aterrizar; alguien ajust¨® la corbata y el presidente coment¨® que le gustaba la gente con corbata; otro interlocutor evoc¨® un problema religioso y sentenci¨®: ?De eso no me pregunte nada; comunismo y religi¨®n son dos temas de los que no hablo nunca.?
A las seis horas y quince minutos, el ocho plazas se hab¨ªa paralizado en el aeropuerto de Barajas y, ya en pie, el hombr¨®n de 79 a?os tuvo un reflejo nervioso, pero el veterano pol¨ªtico domin¨®; se abri¨® la puerta y ante los parlamentarios catalanes, que le esperaban al pie de la escalerilla, terminaba el ¨²ltimo viaje de exiliado del ¨²ltimo jefe hist¨®rico de la oposici¨®n al franqui smo .
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