Militarismo y Ej¨¦rcito
No cabe la menor duda de que uno de los temas sobre los que existe mayor expectaci¨®n, es el relativo a las reformas militares. En ese sentido, la designaci¨®n del teniente general Guti¨¦rrez Mellado, primero como vicepresidente para asuntos de la Defensa y, posteriormente, como ministro de la Defensa, constituy¨®, sin duda, una dilatada cuenta de cr¨¦dito que abonaba la esperanza. El teniente general Guti¨¦rrez Mellado ven¨ªa a ser, en el plano del Ej¨¦rcito, el trasunto m¨¢s veraz de la reforma, la personalidad castrense de la que era m¨¢s dable esperar una mente moderna, abierta y prospectiva. Es evidente que el general ha estado a la altura de esas esperanzas que en ¨¦l se pusieron, y que estamos asistiendo, por tanto, en una u otra medida, a los pre¨¢mbulos de la reforma en profundidad de nuestras Fuerzas Armadas. Obviamente, el primer reto que se plantea para el logro de dicho objetivo, es estrictamente t¨¦cnico. Pero no es el ¨²nico. A nuestro juicio, una de las m¨¢s graves dificultades que habr¨¢ que vencer es, dicho con toda sencillez, lo que pudi¨¦ramos llamar ?esp¨ªritu militarista?. Y ese esp¨ªritu, lejos de residir en los miembros de las Fuerzas Armadas, es mayoritariamente un asunto de civiles.
Maniobra fascista
Efectivamente, asombra, a veces, observar c¨®mo el Ej¨¦rcito espa?ol ha soportado con la mayor paciencia del mundo, una maniobra nacida en las mentes m¨¢s fascistas del pa¨ªs. A lo largo de muchos a?os, no ha habido jerarca del Movimiento, a cualquier nivel, que a la hora de justificar sus planteamientos pol¨ªticos, no apelase de una u otra forma al Ej¨¦rcito, A mayor mediocridad del jerarca, m¨¢s intensa era la tonalidad de la apelaci¨®n. Sobre el Ej¨¦rcito, en efecto, se ha dicho casi todo desde las ¨¢reas del poder. Lo que ten¨ªa que hacer y dejar de hacer, cuales eran sus valores, a qu¨¦ estaba obligado, cuales eran sus techos de resistencia y cu¨¢l su esp¨ªritu y su identidad. Y adem¨¢s, exist¨ªa la tendencia a que cualquier politiquillo de tercera o cuarta divisi¨®n, se apoyase, de una u otra forma, en el prestigio y el cr¨¦dito de los militares. Todos conocemos numerosos -ejemplos de personajes que cuando se hablaba de la posibilidad de su cese, aducian que tal evento no era posible ?porque no lo tolerar¨ªan los militares?. Naturalmente, una vez ocurrida la individual y casi siempre saludable cat¨¢strofe, no se produc¨ªa ninguna sublevaci¨®n. El pol¨ªtico que ha cre¨ªdo (y, sobre todo, ha dicho) que de desaparecer ¨¦l, los militares desenvainar¨ªan, ha sido un episodio frecuente y rid¨ªculo en una clase de hombres p¨²blicos, sin entidad y sin grandeza. Algo, en suma, que pertenece a lo peor del inmediato pasado.
M¨¢s grave es, sin embargo, lo que est¨¢ comenzando a ocurrir ahora. No hay que olvidar que vivimos un tiempo en que las posibilidades de las distintas formaciones pol¨ªticas est¨¢n todav¨ªa a mitad de su rendimiento. Ning¨²n partido en presencia es a¨²n lo que debe ser. El clima atmosf¨¦rico de la vida p¨²blica adolece, en cierta medida, de algo as¨ª como irrealidad, inverosimilitud : Hoy en d¨ªa hay cosas que casi nadie puede explicar razonablemente c¨®mo han venido a ser reales, pero en las que todos entran, a las que todos hacen el juego. Determinadas posturas de algunas zonas de la derecha, s¨®lo se mantienen por la timidez de la izquierda ante la decisi¨®n de hacer o no hacer el an¨¢lisis correcto. A fuerza de ser, digamos, realistas, empieza a suceder que aqu¨ª nadie sabe a qu¨¦ atenerse respecto a posiciones y a identidades. Y es en este contexto de descolocaci¨®n, de adulteraci¨®n de posturas, nombres y hombres, en donde empieza a surgir de nuevo una utilizaci¨®n indebida del Ej¨¦rcito; es decir: una forma larvada (quede claro que tanto en la derecha como en la izquierda) de militarismo.
Airear el pinochetismo
Hace s¨®lo unos d¨ªas, en el curso de una cena celebrada en el Club ?Siglo XXI?, Ram¨®n Tamames dec¨ªa, con acierto, que ya estaba bien de airear el fantasma del pinochetismo. Uno piensa que Tamames ten¨ªa raz¨®n, pero que se le olvid¨® decir que el primero que hab¨ªa citado a Pinochet era, precisamente, su correligionario Marcelino Camacho. Causa cierta perplejidad ver c¨®mo la izquierda trata de cubrir la n¨®mina de sus insuficiencias apelando a la posibilidad de una intervenci¨®n militar para la que no existe ni una sola condici¨®n objetiva. Justificar ante la propia clientela, una actitud m¨¢s o menos conservadora o pactista, en nombre de un peligro militar, es una forma como otra cualquiera de mentir. Para hacer lo que hace, y para dejar de hacer lo que no hace, la izquierda tiene el estricto deber de apelar a razones simplemente pol¨ªticas, no de otra estirpe. Esgrimir ante las propias bases el fantasma de la intervenci¨®n, adem¨¢s de deformar la realidad, es hacer ?militarismo? en hueco, militarismo de mala ¨ªndole.
Y no digamos la derecha. ?Cu¨¢ntas resistencias al cambio, cu¨¢ntos residuos de injusticia, cu¨¢ntas lentitudes y par¨¢lisis se tratan de justificar en nombre de los presuntos techos de resistencia presuntamente impuestos, de una u otra forma, por el Ej¨¦rcito? La verdad es que la derecha espa?ola ha utilizado siempre al Ej¨¦rcito de una forma infame, como cosa propia indiscutible, como fuerza te¨®ricamente a su servicio, como justificaci¨®n ¨²ltima de que el desm¨¢n era necesario y la falta de equidad inevitable. El mayor susto que se ha llevado la derecha espa?ola en toda su vida ha sido en abril de 1974, cuando las Fuerzas Armadas portuguesas demostraron que se pod¨ªa concluir con el fascismo en veinticuatro horas, sin que pasara absolutamente nada. ?Qui¨¦n no recuerda los denuestos de numerosos prohombres del franquismo contra el Ej¨¦rcito portugu¨¦s? Desde imputaciones de cobard¨ªa a acusaciones que recordaban algo as¨ª como ?el oro de Mosc¨²?. La derecha se asust¨® mucho, s¨ª. Much¨ªsimo, incluso.
Ante una reforma
Nos encontramos, ahora, con una reforma de nuestras Fuerzas Armadas, puesta en marcha y en punto de realizaci¨®n. Ante esa reforma se nos ocurre plantearnos una pregunta que nos parece bastante ilustrativa: ?porqu¨¦ de una vez, tanto la izquierda como la derecha no deian va alEj¨¦rcito en paz? ?Por qu¨¦ no dejan de hablar de pinochetismo los unos y de trascendentalismo los otros?, ?cu¨¢ndo nos vamos a dar cuenta de que el militarismo, en este pa¨ªs, es una cuesti¨®n que s¨®lo afecta, al parecer, a los civiles, y de entre ellos, muy particularmente, a los fascistas? Pi¨¦nsese, por ejemplo, que las leyes que afecten a las reformas militares tendr¨¢n que pasar por las Cortes, y que esas leyes importan, que son necesarias para una comunidad occidental, inserta en unos condicionamientos generales de econom¨ªa, tecnificaci¨®n, estrategia y defensa. Mientras la izquierda explique con la amenaza del Ej¨¦rcito, lo que tiene el deber de explicar de otra manera; mientras la derecha siga usando al Ej¨¦rcito como pretexto para sostener determinados status, seguiremos imposibilitados para abordar el problema de unas Fuerzas Armadas que necesitan adecuarse a los tiempos que corren, que necesitan ser dotadas suficientemente y racionalmente para poder cumplir su funci¨®n defensiva. Tan negativo nos parece en funci¨®n de ese prop¨®sito el militarismo propio de la derecha tradicional" como el antimilitarismo cl¨¢sico de la izquierda. Son, hoy d¨ªa, en uno y otro caso, coartadas de debilidad te¨®rica y excusas de mal pagador.
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