La novela como salud colectiva
Darle vida al pasado, para que tengan vida el presente y el futuro, ce?ir la realidad del presente, ser y no s¨®lo estar en el presente y as¨ª contribuir a un porvenir humano libre de los fantasmas de ayer y de los opresores de hoy, pero pr¨®digo en la memoria de la tradici¨®n viva y vivificante sin la cual el futuro nacer¨ªa, viejo: no s¨¦ de una sola novela latinoamericana importante que no contribuya de una u otra manera a esta empresa de salud colectiva. De all¨ª la vitalidad de nuestra narrativa contempor¨¢nea, inexplicable, desde luego, sin la elaboraci¨®n de una po¨¦tica, centro solar que todo lo relaciona, en el gran arco l¨ªrico que va de Rub¨¦n Dar¨ªo a Octavio Paz. Gracias a ellos, a Lugones, a Huidobro, a Neruda, a Gorostiza, a Vallejo, a Liscano, a Lezama Lima, a Gonzalo Rojas, los novelistas entramos en posesi¨®n de nuestro lenguaje.Un pasado vivo:
Alejo Carpentier regenera los prodigiosos recursos del barroco americano para recordarnos el origen perdido de nuestras utop¨ªas fundadoras, y Jos¨¦ Donoso aprovecha los mismos recursos en sentido inverso, para enterrar a los cad¨¢veres que a¨²n se pasean con simulacro de vida por las calles de nuestras pesadillas sociales.
Un presente vivo:
Mario Vargas Llosa y Miguel Otero Silva, Adriano Gonz¨¢lez Le¨®n, Salvador Garmendia y David Vi?as, integran el lenguaje de la actualidad latinoamericana, demostrando que las palabras ni se heredan pasivamente ni se calcan gratuitamente, sino que se elaboran en la imaginaci¨®n y la pasi¨®n cr¨ªticas; Monterroso, Sainz, Puig y Cabrera Infante arrancan a carcajadas la m¨¢scara de la solemnidad verbal para decirnos que s¨®lo vive en el presente quien r¨ªe en el presente; y el gran Onetti, padre fundador, que s¨®lo sobrevive en el presente quien sufre en el presente. Nadie, como el gran novelista uruguayo, se ha acercado m¨¢s al centro tr¨¢gico de toda presencia: el desaf¨ªo final de la libertad consiste en saber que el otro que me domina soy yo mismo.
Un futuro vivo:
La obra de Julio Cort¨¢zar transmuta la actualidad pasajera y su lenguaje en una serie de instantes incandescentes que nos queman los labios, porque sienten y presienten la naturaleza de toda la libertad que podemos ganarnos en el porvenir. Obra liberadora, la de Cort¨¢zar es la del Bol¨ªvar de nuestra novela: sus libros eliminan lasqasividad del lector y le imponen la carga de la libertad, una libertad. que el lector debe pagar para s¨ª mismo y para el autor. La obra abierta de Cort¨¢zar es incomprensible sin la co-creaci¨®n de lectores libres, libres para completar, reformar, negar o afirmar, armar o desarmar la obra. Lo que nunca podr¨¢n hacer, ni Cort¨¢zar ni sus lectores, ni ustedes ni yo, es concluir la obra. Como la libertad. Como el porvenir.
Un encuentro vivo de todos los tiempos:
Rulfo y Garc¨ªa M¨¢rquez re¨²nen magistralmente la triplicidad de tiempo y lenguaje para alcanzar la visi¨®n, descarnada en el mexicano, opulenta en el colombiano, de la simultaneidad de todas las historias y todos los espacios, todas las vidas y todas las muertes, todos los sue?os y todas las vigilias de la Am¨¦rica espa?ola. Desde las cimas de Pedro P¨¢ramo y Cien a?os de soledad, situadas en el eterno presente del mito, se comprenden las terribles palabras de Kafka: ?Habr¨¢ mucha esperanza, pero no para nosotros.? La libertad es la lucha por la libertad, y el porvenir no nos absolver¨¢ de ella. Rulfo y Garc¨ªa M¨¢rquez, lo imaginan todo para que, sin enga?os respecto a lo que somos. seamos capaces de desearlo todo. Tal es el rostro de nuestro futuro, de todo futuro: la cara del deseo.
Un lenguaje vivo, en fin:
Jorge Luis Borges desnuda al verbo hispanoamericano a fin de demostrarnos que las palabras sirven para algo m¨¢s que la oratoria, pero tambi¨¦n con el prop¨®sito de darles la jerarqu¨ªa de un arte musical y matem¨¢tico, suficiente en s¨ª mismo y por ello comprometido con una vigilancia diab¨®lica sobre sus medios propios y sus fines esenciales: que las palabras se nos escapen de la boca, pero nunca m¨¢s de las manos.. Ejemplifico con Borges. Junto con ¨¦l, escritores como Mar¨ªa Luisa Bombal, Jos¨¦ Bianco, Severo Sarduy, Reynaldo Arenas, Salvador Elizondo y H¨¦ctor B¨ªanciotti, habitan el laberinto de Luzbel. Y all¨ª, la palabra precede tanto a Dios como al hombre. Igual que en las mitolog¨ªas de los albores, la creaci¨®n y la ca¨ªda se confunden por obra de la palabra, pues la palabra es el ¨²nico artificio previo a sus art¨ªfices.
Babelia
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