Celebraci¨®n grotesca sobre Atist¨®fanes
Francisco Nieva nos ha puesto a todos -actores, director y, por supuesto, espectadores- en un brete. Su trabajo sobre La paz, de Arist¨®fanes, es tan peculiar, ardoroso e inteligente que no se puede recibir as¨ª como as¨ª, limit¨¢ndolo al concreto perfil de la propuesta. Se trata, ni m¨¢s ni menos, que de revisar cultamente, cult¨ªsimamente, a un cl¨¢sico que es, entre otras cosas, el inventor del teatro c¨®mico. As¨ª que, aun dando por supuesta la estimaci¨®n intelectual hacia el poeta Arist¨®fanes, nos pide ahora Nieva que admitamos su invitaci¨®n a re¨ªr con ¨¦l desde hoy, desde nuestra tard¨ªa relaci¨®n con su trabajo, desde el dep¨®sito cultural posteriormente acumulado. Nada menos.La paz fue escrita hace 2.400 a?os. Se present¨® al concurso de las fiestas dionis¨ªacas y perdi¨®. Forma parte, con Los acarnios y Lysistrata, de la serie pacifista con que Arist¨®fanes se dol¨ªa de las ininterrumpidas luchas entre lacedemonios y atenienses. Serie desacralizadora y populista, serie de extraordinario valor documental, serie que maneja diferencias ling¨¹¨ªsticas, gran lujo tipol¨®gico, permanentes alusiones cr¨ªticas y connotaciones pol¨ªticas, sociales, filos¨®ficas y hasta religiosas. Escritura. directa de trato y recibo dificil a veinticuatro siglos de distancia. Y ¨¦ste es el aspecto que nos lleva al singular trabajo de Nieva. Que ha escrito un bell¨ªsimo texto ?sobre? Arist¨®fanes. Un texto literariamente hermoso, un texto muy culto, un texto que parece todo lo contrario de la transparencia y simplicidad del poeta griego. Lo que sucede es que ese texto est¨¢ organizado como un largo ceremonial homenajeante que roza a Quevedo, se desliza por las pendientes barrocas, se prolonga hasta las plasticidades surrealistas y desemboca frente al espectador de hoy en t¨¦rminos de apasionada transmutaci¨®n. Este recorrido devuelve a La paz las v¨¦rtebras perdidas por el paso del tiempo, convirti¨¦ndolas en frescos goznes para la fiesta de hoy. Es muy, muy divertida, la zurra que da Nieva sobre el viejo texto, y es muy alegre su categorizaci¨®n de j¨²bilo, la desverg¨¹enza, la festival s¨¢tira de Arist¨®fanes. Esta celebraci¨®n, este hecho esc¨¦nico es de hoy y tiene lugar hoy. Me he re¨ªdo mucho, mucho, con esta fantas¨ªa barroca, que toma a Arist¨®fanes, lo felliniza, lo devora y lo reorganiza bajo la especie del teatro sensualista de Nieva. Aire de gran fiesta, pues, en el Mar¨ªa Guerrero. Dramaturgia su til, de tramoya escasa y casi fun cional, pero de impecable capa cidad integradora. Manuel Can seco ha dirigido el todo con br¨ªo y seguridad, desenfatizando la mec¨¢nica y aun ta ret¨®rica. Da a Julia Trujillo la libertad dii jugar con inteligent¨ªsimo desparpajo una arrebatadora versi¨®n del personaje de La Guerra y la con trapesa con la sencillez y humil dad que Carlos kemos atribuye al inocente y p¨ªcaro Trigeo. Despu¨¦s, un reparto extenso va perfilando y regulando el juego de este invento, que est¨¢ lejos del canon aristot¨¦lico, lejos del mar co brechtiano, pero cerca, muy felizmente cerca, de nosotros. Este excelente espect¨¢culo tiene, por encima de todo, algo tan singular que no es posible dejar de se?alarlo: la risa no est¨¢ degradada. .Nieva, Canseco, la compa?¨ªa toda, buscan la risa espectadora. Pero la buscan por el, dif¨ªcil camin¨® de la complicidad, sin conceder facilidades, sin rebajar las coordenadas del texto o la dramaturgia. Y surge entonces la famosa risa liberadora, la risa que, esa s¨ª, suena alta y jocunda, como hace 2.400 a?os.
La paz, de Arist¨®fanes, grotescamente celebrada por Francisco Nieva
Direcci¨®n: Manuel Canseco. Decoraci¨®n: Equipo A. D. Figurines, m¨¢scaras y atrezzado: Juan A ntonio Cidr¨®n y Juan Miguel Ruiz. Principales int¨¦rpretes: Etelvina A mat, C¨¢ndida Tena, Julia Trujillo, Rosa Mar¨ªa Redondo, Juan? Mar¨ªn, Elena Movi, Enrique Navarro, Carlos Lemos, Jos¨¦ A. Ceinos, ¨¦ntre otros. Teatro Mar¨ªa Guerrero.
Babelia
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