El Magreb de los pueblos / 1
Redactor del ¨®rgano central del Frente Nacional de Liberaci¨®n argelino, ?Revoluci¨®n Africana?
Las tentativas de anexi¨®n de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Sahara Occidental y el atentado genocida contra un pueblo que ha rechazado con valor y determinaci¨®n los falsos destinos que le hab¨ªan preparado, han llevado a los dirigentes argelinos a avanzar el concepto del Magreb de los pueblos, que viene a sustituir al final de una d¨¦cada al anterior concepto del Magreb de los Estados. Y esta sustituci¨®n no es un accidente del recorrido ni un azar fortuito. Procede de la simple constataci¨®n de un fracaso, del intento, ¨²til en muchos aspectos, que sanciona l¨®gicamente diez a?os de pr¨®rrogas y de ocasiones perdidas, para crear una disponibilidad a la unidad entre los pueblos aislados unos de otros por la noche colonial, pero a los que unifica su pertenencia a una misma ¨¢rea de referencia hist¨®rica y a un mismo tronco cultural, su situaci¨®n sobre un mismo z¨®calo geogr¨¢fico y, por tanto, condenados a forjar juntos su porvenir com¨²n.M¨¢s all¨¢ de sus aspectos tr¨¢gicos, la descolonizaci¨®n del Sahara Occidental habr¨¢ servido realmente de saludable detonador que saca a la superficie tensiones subterr¨¢neas que agitaban en profundidad el Magreb, y pone en evidencia la imposibilidad de conseguir ni tan siquiera un esbozo del camino hacia la unidad, a la que, sin embargo, aspiran leg¨ªtimamente los pueblos magrebinos, entre los que son bien reales y sinceros la solidaridad en la lucha y la esperanza.
No se trata aqu¨ª de pronunciar oraciones f¨²nebres sobre la muerte de una cierta idea del Magreb, ni tampoco de gritar por la hegemon¨ªa de Argelia, pero la honestidad intelectual obliga a detenerse y a examinar con serenidad la evoluci¨®n de la problem¨¢tica del Magreb en el curso de la ¨²ltima d¨¦cada.
Despu¨¦s del levantamiento revolucionario del 19 de junio de 1965, Argelia ha sabido trascender las pruebas dolorosas de su pasado reciente, principalmente la agresi¨®n marroqu¨ª del oto?o de 1963 contra un pa¨ªs desangrado por una guerra de resistencia larga, mort¨ªfera y devastadora. Olvid¨¢ndolo responde a la ineludible solicitaci¨®n de la historia y a los imperativos de la geopol¨ªtica, el realismo de sus dirigentes la llevan a multiplicar las iniciativas y las gestiones para construir consus vecinos un Magreb de los Estados, aun viendo claramente los l¨ªmites de dicho concepto. Emplazada a curar sus heridas para emprender su desarrollo econ¨®mico y social, su primer ¨¦xito fue establecer con los pa¨ªses vecinos lazos de buena convivencla y de cooperaci¨®n econ¨®mica y cultural, para contribuir de una manera eficaz a la aproximaci¨®n y la comprensi¨®n entre pueblos que han sufrido tan profundamente la opresi¨®n colonial, que han vivido y combatido juntos. Reafirma as¨ª su adhesi¨®n a los principlos de la unidad ¨¢rabe y africana y reitera su rechazo de exportar su revoluci¨®n, o de nutrir las revoluciones de cualquier otra parte. La no injerencia en los asuntos internos de los Estados vecinos ha sido una constante irrefutable de su pol¨ªtica, incluso en los momentos m¨¢s sensibles y m¨¢s dif¨ªciles que han conoc¨ªdo estos pa¨ªses, fundamentalmente en los dos intentos sucesivos de derrocar la monarqu¨ªa alahu¨ªta. Esta pol¨ªtica constructiva de neutralidad es una contribuci¨®n esencial a la construcci¨®n del Magreb de los Estados, basado en el respeto a las diferencias de sistemas sociales y pol¨ªticos de los Estados que lo componen y en el advenimiento de una era de paz y de estabilidad en la regi¨®n magrebina sobre la fachada meridional de la cuenca mediterr¨¢nea, transformada por los intereses, las codicias y las injerencias extranjeras en un foco de tensiones.
Lejos de traicionar la causa de los pueblos, Argelia cree participar sinceramente en la unidad magrebina por pasos sucesivos, en particular por la puesta en marcha de una coordinaci¨®n, econ¨®mica cada vez m¨¢s pujante, una voluntad de armonizaci¨®n del esfuerzo de desarrollo, una corriente de intercambios culturales densos y regulares para cultivar una sensibilidad magrebina, pero, sobre todo, por la institucionalizaci¨®n de unos encuentros peri¨®dicos entre los m¨¢s altos responsables para arreglar pacl¨ªficamente, por la negociaci¨®n y el di¨¢logo, las diferencias heredadas del pasado colonial, construir el presente y organizar el porvenir. En este esp¨ªritu, Argelia lament¨® en su d¨ªa la retirada de Libia del conjunto regional y facilita y anima la inserci¨®n de Mauritania que ha descubierto, despu¨¦s de su reconciliaci¨®n con Marruecos, por intermedio de Argelia, su vocaci¨®n norteafricana. En resumen, Argelia no ha rechazado jam¨¢s su sensibilidad magreb¨ªna, que conserva como una necesidad vital.
Gozando de una estabilidad Pol¨ªtica que todos los observadores imparciales acuerdan calificar de notable, despu¨¦s de recuperada la integridad de sus recursos naturales y haber liquidado los intereses extranjeros, emprendi¨® und gigantesca batalla contra el subdesarrollo, poniendo en marcha, progresivamente, una potencia industrial en la medida de sus posibilidades y a la altura de las arribiciones del pueblo argelino y de la voluntad de sus dirigentes de ser fieles al plazo de 1985. Realizando, al mismo tiempo, profundas reformas en las estructuras agrarias y pastorales que revolucionan las relaciones de producci¨®n, seg¨²n las leyes de la democracia socialista, sin renunciar por ello a su personalidad cultural. Ofrece, por tanto, un modelo de desarrollo y una experiencia revolucionaria que, evidentemente, no todos admiran, tanto m¨¢s cuanto su pol¨ªtica exterior activa e independiente, pone su fuerza y su coherencia en la proyecci¨®n internacional de su pasado de lucha, que inspira su sost¨¦n a las causas justas, en la finalidad de justicia y progreso, en su esfuerzo de desarrollo, que justifica su papel militante contra el sistema econ¨®mico mundial, cuyas reglas injustas y opresivas han sido elaboradas en ausencia de la aplastante mayor¨ªa de las naciones del mundo, y frecuentemente contra ellas, y contra una divisi¨®n internacional del trabajo no equitativa que encierra a los pa¨ªses del hemisferio Sur en las tareas marginales de proveedores de materias primas, y consumidores de una tecnolog¨ªa ruinosa e inadaptada a sus necesidades. Esta pol¨ªtica encuentra resonancias significativas en las naciones proletarias, a las que ha dado las razones para unirse, adem¨¢s de por su pasado, en el vasto conjunto de'los desheredados del mundo, para arrancar por la fuerza resoluciones y preservar en su derecho a la vida.
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