La huelga de aeropuertos
LA PARALIZACION de la totalidad de los aeropuertos espa?oles es un acontecimiento de tal gravedad que supera con mucho el car¨¢cter de conflicto meramente laboral. Probablemente, la huelga de los 11.000 trabajadores de la Subsecretar¨ªa de Aviaci¨®n Civil es el ¨²nico dato que pueda predicarse de manera inequ¨ªvoca como una reivindicaci¨®n laboral pura. En todo lo dem¨¢s, este conflicto es un modelo de confusi¨®n.Para darse una idea clara del aut¨¦ntico car¨¢cter del conflicto hay que advertir de antemano que entre estos trabajadores del Ministerio de Transportes, que recientemente han pasado de la administraci¨®n militar a la civil -recogiendo as¨ª una de sus m¨¢s antiguas reivindicaciones-, y precisamente por el condicionante de aquella dependencia, la sindicalizaci¨®n es muy baja. No hay centrales sindicales m¨ªnimamente representativas en este sector, aunque se haya constatado la presencia en peque?a parte de militantes de los sindicatos m¨¢s representativos (CCOO y UGT). Si la totalidad de los 11.000 trabajadores se han declarado en huelga lo han hecho sin representantes sindicales, como cuerpo entero, y sin mezcla alguna de ideolog¨ªas. Con independencia de que los dirigentes del conflicto muestren una conciencia sindical definida. Pero, en realidad, sindicatos y partidos pol¨ªticos no apoyan a los huelguistas, que pueden quedarse solos v¨ªctimas de la pol¨ªtica de unos y otros. La respuesta de los parlamentarios de izquierda contactados por los huelguistas no ha superado el protocolo de guardar las formas ante la clientela electoral, afirm¨¢ndose en su llamamiento a la responsabilidad obrera para evitar desestabilizaciones peligrosas para la democracia.
En el pasado mes de mayo, ante una amenaza de huelga -pues hay que recordar que estos trabajadores han aplazado por dos veces sendos llamamientos al paro, hasta que a la tercera ha llegado la vencida-, se cumpli¨® el traspaso de estos trabajadores de la administraci¨®n militar a la civil. Pero sus reivindicaciones no terminaban en ello, pues tambi¨¦n reclamaban una nueva clasificaci¨®n del personal y aumentos de sueldos que en aque1entonces no fueron rechazados como irr¨¢cionales. Concretamente, este aumento supon¨ªa un desembolso de unos 260 millones de pesetas hasta final de a?o, cien de ellos provenientes del levantamiento de una congelaci¨®n de salarios que les afectaba como personal militar.
La huelga se par¨® en dos ocasiones, mediante esta desmilitarizaci¨®n del personal y el acuerdo de negociar la clasificaci¨®n y los nuevos sueldos. Y hasta se lleg¨®, a final de septiembre, a la promesa verbal del Ministerio de Transportes accediendo a la petici¨®n de 30.000 pesetas mensuales como salario m¨ªnimo en el sector. Tras seis meses despu¨¦s de la apertura de las negociaciones, y mes y medio de la promesa de que todo estaba arreglado, los trabajadores se han sentido enga?ados y han ido a la huelga como un solo hombre. La situaci¨®n se ha podrido a causa de la lentitud de la administraci¨®n. Lentitud que, al tiempo que causaba un evidente perjuicio a los trabajadores, traicionaba la palabra dada y situaba este conflicto, merced a estos injustificados retrasos, como un atentado al pacto de la Moncloa.
No es este el ¨²nico ataque que va a experimentar el compromiso al que los partidos pol¨ªticos y el Gobierno han llegado en la Moncloa. Habr¨¢ que examinar las responsabialidades caso por caso, desde luego. Pero en lo que respecta al conflicto, que ha paralizado los 38 aeropuertos civiles nacionales, hay que se?alar que se trata, evidentemente, de la mejor de las maneras para hacer mal las cosas. Si el pacto de la Moncloa debe heredar m¨¢s situaciones de este tipo, no cabe duda de que su autoridad moral desaparecer¨¢ r¨¢pidamente. Y que el consensus logrado a nivel del Gobierno y de los estados mayores de los partidos pol¨ªticos no se habr¨¢ plasmado en el correspondiente consensus nacional.
La huelga, adem¨¢s, va a costar durante estos tres d¨ªas 3.000 millones de pesetas, afectar¨¢ a m¨¢s de 300.000 personas y provocar¨¢ inquietud, tensi¨®n y malestar en todos los niveles econ¨®micos, pol¨ªticos y hasta en la simple vida de los ciudadanos. Tantas p¨¦rdidas, acumuladas frente a un desembolso de 260 millones y el desprestigio moral que supone faltar a las promesas ya dadas, suponen un conflicto, de naturaleza evidentemente pol¨ªtica.
Pero por otro lado, si ahora el Gobierno hubiera cedido a las reivindicaciones de los trabajadores, la coartada se convertir¨ªa en boomerang. El pacto de la Moncloa habr¨ªa perdido credibilidad, y siempre cabr¨ªa pensar para qu¨¦ se hab¨ªa llegado a la prueba de fuerza y a estas enormes p¨¦rdidas. Pero hubiese cumplido su palabra. Si no cede, su autoridad moral quedar¨¢, asimismo, en entredicho, y en consecuencia, tambi¨¦n los acuerdos de la Moncloa, la principal v¨ªctima de este conflicto que nunca debi¨® haberse producido.
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