La crisis de la federaci¨®n de vecinos
Por haber dimitido poco antes del verano de mi cargo en la junta directiva de la asociaci¨®n de vecinos de mi barrio, no he tenido m¨¢s noticias sobre la asamblea ?desconstituyente? de la FPAV que las del comentario que inclu¨ªa este diario el 15 de noviembre. As¨ª me enter¨¦ de que, por 63 votos contra 6 1, se vio... la oposici¨®n entre dos bloques, sin que el texto apenas aclare lo sucedido. En efecto, cuenta el periodista que ?para unos, la misi¨®n de la FPAV consist¨ªa en criticar y controlar la gesti¨®n de la Administraci¨®n?, mientras que para otros, se trataba de ?la necesidad del control directo de los vecinos en la pol¨ªtica municipal?, para lo que era ?absolutamente necesario dejar de depender de los partidos pol¨ªticos?, condici¨®n esta que ya hab¨ªan formulado los unos, ?que hablaron de la necesidad de desvincularse totalmente de los partidos pol¨ªticos y del movimiento obrero?.Cualquier lector ajeno al tema podr¨ªa pensar que el periodista que escribi¨® el comentario no se explicaba bien, pero los que hemos asistido a la mayor¨ªa de las reuniones plenarias de la FPAV comprendemos que no es posible aclarar lo sucedido sin entrar a fondo en materias que rebasan totalmente el ¨¢mbito de la citada asamblea y que, por otra parte tampoco tiene demasiado inter¨¦s decir qui¨¦nes eran los unos y los otros, ya que en buena parte sus posiciones podr¨ªan ser intercambiables en un momento dado en funci¨®n de oscuras estrategias.
Ex delegado de la A V de Aluche en Federaci¨®n de Vecinos
Segunda corrida de feria, retransmitida por RTVE. Toros de Juan Pedro Domecq, flojos, el primero devuelto por inv¨¢lido, y un sobrero de Huagrahua, s¨ª con poder y genio. El toro ecuatoriano tuvo sobre movilidad que los productos nacionales. Ruiz Miguel: Seis pinchazos (pitos). Media y tres descabellos (bronca). D¨¢maso Gonz¨¢lez: Tres pinchazos y estocada (vuelta). Pinchazo hondo y descabello (oreja). Ni?o de la Capea: Pinchazo, media y dos descabellos (vuelta). Estocada baja enhebrada y otra corta (silencio).
Un poco de historia
Como es sabido, las asociaciones de vecinos nacen fundamentalmente ante problemas concretos, en especial las estafas m¨¢s o menos legales de algunas empresas constructoras y las amenazas que supon¨ªan determinados planes urban¨ªsticos. Los partidos de izquierda comprendieron en seguida las posibilidades de las asociaciones: dado que cualquier barrio popular ten¨ªa, y tiene, deficiencias graves de infraestructura y servicios, cab¨ªa formular reivindicaciones y organizar protestas que en el contexto de la dictadura se politizaban autom¨¢ticamente. Era, por tanto, un nuevo cauce para la acci¨®n pol¨ªtica, que ofrec¨ªa a los partidos posibilidades de contactar con las masas, reclutar militantes, ganar prestigio, etc¨¦tera, objetivos todos ellos muy dif¨ªciles de conseguir por otros medios en una situaci¨®n de dictadura. En el orden te¨®rico, pronto se formul¨® una explicaci¨®n que reun¨ªa los requisitos ortodoxos y que, en consecuencia, fue aceptada por todos: una parte de las remuneraciones que el trabajador cobra en concepto de asalariado, el capital monopolista se lo arrebata a trav¨¦s de su explotaci¨®n en concepto de vecino de un barrio mal dotado (?plusval¨ªa indirecta?); de aqu¨ª que fuese viable una lucha econ¨®mico- pol¨ªtica en cuanto vecinos del barrio.Mas pronto surgieron dos graves problemas. El primero, la dificultad ?en s¨ª? de incorporar al vecino com¨²n a la flamante asociaci¨®n; un vecino com¨²n que llega a su casa tarde y cansado, y que, aunque comprenda que su barrio es un desastre, ve m¨¢s factible cambiar de barrio que cambiar el barrio. Y a ¨¦ste obst¨¢culo derivado del potente control ideol¨®gico que sobre la gente ejerce el sistema, se a?adi¨® que el orden de prelaci¨®n de los partidos en cuanto a los objetivos a conseguir a trav¨¦s de las asociaciones era el siguiente,: hacer crecer el partido, controlar la asociaci¨®n, fomentar la lucha contra la dictadura, no dejar que otros controlasen la asociaci¨®n... y arreglar problemas del barrio. Un orden de preferencias perfectamente perceptible para el vecino com¨²n. que por cualquier causa se acercaba a los locales de las asociaciones.
A¨²n as¨ª, ¨¦stas cumplieron un papel, si no brillante, tampoco desde?able en cuanto a arreglar o paliar problemas de los barrios populares, adem¨¢s de convertirse en una estimable fuente de incordio y desgaste para la autoridad municipal y para la dictadura.
Con este trasfondo, en la creaci¨®n de la FPAV, ahora hace un a?o, hubo de todo menos vecinos comunes. Sea por su implantaci¨®n, sea por su capacidad organizativa, el PCE llev¨® la batuta en la federaci¨®n, flanqueado por la ORT y el PT. (M¨¢s datos: el MC no quiso entrar en el contubernio fundacional y fue el gran perdedor de la batalla constitucional; el PT rompi¨® su ?entente? con el PCE al cabo de medio a?o; el PSOE apenas hizo acto de presencia, sin duda por estar demasiado ocupado en prepararse como ? alternativa de poder? al m¨¢s alto nivel; y la derecha, siempre tan sabia, no vio necesario m¨¦zclarse con la plebe -encima, en locales sin calefacci¨®n- sin tener a la vista la amenaza de una revoluci¨®n).
Quede claro, sin embargo, que la hegemon¨ªa del PCE no fue f¨¢cil ni c¨®moda, porque en la federaci¨®n hab¨ªa representantes de muchos partidos e ideolog¨ªas no citados y gente politizada por libre, as¨ª como una fluctuaci¨®n en la asistencia que pod¨ªa conducir a votaciones inesperadas, una inmadurez pol¨ªtica a veces conmovedora, a veces irritante, no por explicable Snenos entorpecedora, una incoherencia que conduc¨ªa a algunos delegados a contar batallas que nada ten¨ªan que ver con el orden del d¨ªa... A esto habr¨ªa que a?adir la hostilidad gubernativa -que, sobre todo en una primera etapa, impidi¨® a la federaci¨®n tener su local propio y celebrar sus reuniones en paz, o sea, sin polic¨ªa- y, por ¨²ltimo, la penuria de med¨ªos materiales.
La resaca
Pese a todo, este primer a?o de la FPAV habr¨ªa podido terminar mejor si sus directivos hubieran conseguido ofrecer un programa atractivo, coherente y aut¨®nomo, capaz de lograr una mayor¨ªa convencida; si no hubieran dado esa conocida impresi¨®n de un triunfalismo falso, basado ¨²nicainente en la garant¨ªa de capear las dificultades a trav¨¦s de un funcionamiento burocr¨¢tico. Porque la realidad es que la dictadura est¨¢ m¨¢s o menos liquidada -el sistema ha cambiado su forma de dominaci¨®n-, y si antes los vecinos comunes estaban a diez leguas de la asociaci¨®n de su barrio, ahora est¨¢n a once, y lo mismo sucede de las asociaciones en relaci¨®n con la federaci¨®n; en cuanto a los partidos de izquierda que act¨²an en las asociaciones, parece que en lo ¨²nico que est¨¢n de acuerdo es en continuar recitando que las asociaciones deben ser independientes de los part¨ªdos, que hay que ver lo importante que es el vecino com¨²n y otras hermosas cantinelas.La triste realidad es que un interesante cauce de participaci¨®n de la gente en asuntos que conoce y le afectan en forma inmediata, como son los problemas de su barrio, est¨¢ deteriorado; que un excelente medio para que la gente participe directamente en una problem¨¢tica econ¨®mica y pol¨ªtica plenamente a su alcance est¨¢ desacreditado. Y que en esta degradaci¨®n de las asociaciones tienen una gran responsabilidad los partidos de izquierda, que han demostrado una notable incapacidad tanto para llegar a unos acuerdos m¨ªnimos que dieran coherencia a su actuaci¨®n, como para impulsar una verdadera participaci¨®n de los vecinos en el movimiento ciudadano.
No se trata, como pretenden algunos, de que las asociaciones se han ?quemado? por su lucha contra la dictadura. Es m¨¢s grave, porque la quema viene, sobre todo, de los caciqueos de las luchas internas, de los controles, de que los vecinos comunes percib¨ªan que por encima de cualquier problema que la asociaci¨®n tuviese entre manos estaban otros intereses que a ellos les tra¨ªan sin cuidado.
Si a estas alturas los partidos se retirasen de las asociaciones, la mayor¨ªa de ¨¦stas se derrumbar¨ªan, aunque tal vez esto fuese lo m¨¢s conveniente para que alg¨²n d¨ªa pudieran resurgir con pies y cabeza.
En cuanto a la EPAV, ser¨ªa muy de desear que la dimisi¨®n de la junta directiva fuera algo m¨¢s serio que un mero formulismo.
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