El "enga?o" de los senadores
EL DIRECTOR del penal cordob¨¦s est¨¢ altamente capacitado para el ejercicio del m¨¦todo Ollendorf. Todo consiste en responder con ideas o argumentos que nada tengan que ver con la pregunta. As¨ª, si se inquiere sobre la salud de un familiar, se contesta comentando lo excelente del tiempo. Con el m¨¦todo Ollendorf no se resuelve ning¨²n problema, pero, al menos, se ampl¨ªa el l¨¦xico.Las acusaciones vertidas por el a¨²n director del penal cordob¨¦s contra los senadores Cela (de designaci¨®n real) y Bjorkmann (PSOE) acerca de la presunta grabaci¨®n ilegal (?) de la entrevista que ambos mantuvieron con Eleuterio S¨¢nchez (publicada en EL PAIS SEMANAL, 4-XII) son graves para el funcionario de Prisiones que las formula, por cuanto reputa de mentirosos a dos senadores; pero, a la postre, lo que significan es un torpe intento de desviar la conversaci¨®n.
El Senado ha decidido investigarla situaci¨®n de las c¨¢rceles espa?olas y procurar la elaboraci¨®n de un Estatuto del Preso. Los senadores Cela y Bjorkmann fueron a C¨®rdoba a dialogar con un preso como Eleuterio S¨¢nchez, que puede aportar datos interesantes sobre c¨®mo ven este problema los presos sociales. No lo hicieron de tapadillo y con magnetofones escondidos para alzarse con alguna primicia literaria o period¨ªstica. S¨®lo pretend¨ªan -y as¨ª lo hicieron- sacar a la luz p¨²blica la informaci¨®n que tan celosamente guardan los responsables de nuestros centros penitenciarios. El que llegara hasta las mesas de redacci¨®n de EL PAIS la transcripci¨®n de la conversaci¨®n de ambos encuestadores con un preso social no se debe a pruritos de protagonismo de los dos senadores, sino exclusivamente a la tenacidad y profesionalidad de un corresponsal de este peri¨®dico. Si la conversaci¨®n fue tomada magnetof¨®nicamente o al dictado por la h¨¢bil pluma de quien, hoy por hoy, es el primer novelista espa?ol, poco importa.
Acaso el Reglamento de Prisiones obliga al director de un penal a velar por que no se graben conversaciones con los presos. Recuerde el director del penal de C¨®rdoba que en el Reglamento de Prisiones a¨²n se tiene por castigo limitar al preso a ingerir s¨®lo el rancho carcelario. Cierto que los regl¨¢mentos est¨¢n para cumplirlos; pero tambi¨¦n para reformarlos cuando en las postrimer¨ªas del siglo XX a¨²n siguen vigentes normas penitenciarias como las espa?olas.
Pero no caigamos en el m¨¦todo Ollendorf y nos pongamos a redactar l¨ªneas sobre un director de penal cuya dimisi¨®n han pedido no ya los presos, sino hasta los funcionarios a sus ¨®rdenes. No escribamos sobre acusaciones de mentiras y senadores enga?osos, m¨¢s peligrosas para quien las lanza que para quien las recibe. Sigamos investigando y escribiendo sobre las c¨¢rceles, sobre su infraestructura cuasi-medieval, sobre las motivaciones sociales que conducen al delito, sobre la desesperaci¨®n de los presos y, tambi¨¦n, sobre la amargura de un Cuerpo como el de Funcionarios de Prisiones, olvidado por la Administraci¨®n y en ocasiones injustamente tratado a cuenta de un sector minoritario de sus miembros. Meditemos sobre estos temas y olvidemos por un momento al se?or Lorenzo, que todav¨ªa dirige el penal de C¨®rdoba. En las condiciones y de la manera que los senadores del Reino tendr¨¢n ocasi¨®n de informar.
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