"Nuestra intervenci¨®n tiene que ser muy meditada y ¨²nicamente en circunstancias especiales"
?Debemos tomar todos medidas para impedir que estas muertes ocurran, tanto en cuanto a que nosotros seamos las v¨ªctimas, como en cuanto a que las provoquemos.? ?Nuestra intervenci¨®n tiene que ser muy meditada y ¨²nicamente en circunstancias especiales.? Estas son dos de las afirmaciones que el general de la Guardia Civil Manuel Prieto, jefe de la VI Zona, pronunci¨® en Salamanca el mi¨¦rcoles, con ocasi¨®n de la entrega de un donativo a la viuda del guardia civil Antonio Tejero, muerto de un disparo en San Rafael (Segovia).
Dada la importancia de la alocuci¨®n, y aunque en nuestra edici¨®n de ayer ofrecimos un resumen de la misma, la transcribimos hoy.?Distinguidas autoridades, queridos guardias civiles, familiares de este guardia, uno m¨¢s que amplia la lista de los numerosos muertos, en diversas ocasiones y circunstancias, de la Guardia Civil.
Le pudiera parecer extra?o a alguien que el acto que vamos a celebrar seguidamente, materialista en s¨ª, haya tenido la presencia, por invitaci¨®n nuestra, la cual agradezco profundamente de las autoridades de Salamanca y de estos guardias que hoy componen casi la totalidad de los que est¨¢n francos de servicio. Vamos a proceder a entregar a la viuda del guardia Tejero un cheque con una cantidad con que la sociedad compensa la muerte de un guardia, la muerte de su marido.
Con una brevedad imperiosa, pues si no debiera extenderme mucho para poder llegar a todos y cada uno de los guardias con la exposici¨®n de lo que piensa el mando de la situaci¨®n actual y de la respuesta que est¨¢n dando la Guardia Civil y el resto de las fuerzas de orden p¨²blico, exposici¨®n que dej¨® para una ocasi¨®n m¨¢s ¨ªntima, no por no molestar la atenci¨®n ben¨¦vola de las autoridades, ya que con su presencia dan patente muestra de su afecto, uni¨®n e identificaci¨®n con nosotros.
Yo no pretendo hacer, bien lo sabe Dios, cr¨ªtica ni acusaci¨®n para persona, organizaci¨®n ni estamento alguno. L¨ªbreme mi intenci¨®n de hacer semejante cosa. Pero de lo que s¨ª quiero dejar constancia es de que la Guardia Civil, como todo ser humano, tiene un l¨ªmite en su resistencia. No nos podemos conformar con que se pague con dinero una muerte. Debemos tomar, todos, medidas para impedir que estas muertes ocurran, tanto en cuanto a que nosotros seamos las v¨ªctimas, como en cuanto a que las provoquemos.
Aqu¨ª est¨¢ la autoridad gubernativa, representante del Gobierno en esta provincia. Sobre su responsabilidad cae -lo hace perfectamente, como el resto de los gobernadores de toda Espa?a- la utilizaci¨®n de la Guardia Civil. Yo s¨¦ que afortunadamente ellos meditan profundamente antes de ordenar una intervenci¨®n nuestra. Pero por mucho que mediten, no se pasar¨¢n; se quedar¨¢n, lo m¨¢s, en lo justo.
La Guardia Civil es una organizaci¨®n formada en la dura carencia del elogio. Al guardia civil s¨®lo se le exige, y yo, que soy de los que exigen, lo puedo saber mejor que nadie, porque hoy, mi empleo es facil¨ªsimo. Yo siempre podr¨ªa ser juez. Pod¨ªa no tener ninguna preocupaci¨®n, porque mi responsabilidad pod¨ªa quedar limitada a exigirla para algunos de mis inferiores, pero ser¨ªa indigno conmigo mismo si no pusiera de mi parte todo lo posible para que no tuviera nadie responsabilidad, porque todo el mundo actuase de acuerdo con unas directrices emanadas de la alta superioridad, que al propio tiempo sean compatibles con el esp¨ªritu que el duque de Ahumada le quiso dar a la Guardia Civil. Que nosotros como hombres, hombres sencillos hombres del campo, hombres del pueblo, queremos al pueblo por encima de todo. Pero lo que no podemos consentir es que alguien, en nombre de ese pueblo, nos ataque, nos exija, incluso nos mate.
"No tenemos sino armas de fuego"
Creo que todos tienen que reconocer, autoridades presentes, personal del cuerpo que me oye, familiares, cualquiera ajeno a nosotros mismos, creo que tiene que reconocer que estas palabras tienen un profundo sentido de justicia. Nosotros no queremos el mal de nadie, pero tendr¨¢n que reconocer los dem¨¢s que tampoco queremos el nuestro. Que no se nos emplee en lo que no debamos, porque la Guardia Civil, por desgracia a lo mejor, o por constituci¨®n desde la creaci¨®n, no tenemos un medio para defendernos sino el uso, de las armas de fuego, puesto que los procedimientos intermedios que tenemos no son definitivos en su eficacia, ni est¨¢n acordes con la seriedad que tiene que imprimir la sola presencia de nuestro tricornio, que ya el duque de Ahumada busc¨® esta prenda de cabeza para que impusiera respeto, y no le puso distintivo para que lo mismo se respetase al guardia m¨¢s moderno que al general m¨¢s antiguo, nosotros, nuestra actuaci¨®n, nuestra intervenci¨®n, tiene que ser muy meditada y ¨²nicamente en circunstancias especiales.Yo no pretendo (hablo a t¨ªtulo personal y me supongo que interpreto el sentir del guardia m¨¢s sencillo), yo no pretendo hacer mal a nadie, pero que nadie piense que si me veo atacado y no tengo m¨¢s remedio que defenderme, voy a morir como un m¨¢rtir sin tratar de impedirlo por el procedimiento que est¨¦ a mi alcance, y tendr¨¢ que reconocer la sociedad, las autoridades y las personas sensatas, que afortunadamente las hay, que eso es lo que tiene que hacer la Guardia Civil. No ofender, por descontado, pero tampoco dejarse matar.
Me parece muy natural que sintamos la muerte de un compa?ero nuestro, en este caso concreto, y tambi¨¦n sentimos la muerte de cualquier persona ajena a nuestro cuerpo. Sentimos profundamente que en, M¨¢laga, no hace mucho, se haya matado, haya muerto (todav¨ªa est¨¢ por ver qui¨¦n dispar¨® la bala que le caus¨® la muerte) un joven perteneciente a una organizaci¨®n, a un partido hoy d¨ªa legalizado.
Y la prueba est¨¢ de que la sociedad y la Guardia Civil lo comprende, y las instituciones lo sienten, que un aparente contrasentido hace que en el cementerio de San Miguel, de M¨¢laga (qu¨¦ prueba de afecto, de uni¨®n y de compasi¨®n ante la muerte), el obispo de la di¨®cesis le diga una misa de corpore insepulto.
Y estoy plenamente convencido que si hoy el se?or obispo no est¨¢ aqu¨ª entre nosotros, correspondiendo a la invitaci¨®n que le he hecho, ha sido por algunas circunstancias que es seguro que existen, porque es indudable que para la Iglesia todos somos iguales: los que defienden el orden y los que lo atacan, pero ah¨ª se demuestra la magnanimidad de la Iglesia, su universalidad extraordinaria.
Y yo quiero, en nombre de todos los guardias, rendir un tributo de admiraci¨®n y respeto al obispo de la di¨®cesis de M¨¢laga que dijo la misa de corpore insepulto, y expresar nuestra devoci¨®n cristiana al pastor evang¨¦lico de Salamanca.
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