Ayer regres¨® ¨¦l escritor Juan Larrea
Juan Larrea lleg¨® ayer a Madrid, despu¨¦s de cuarenta anos cabales de exilio, en un avi¨®n, que lo tra¨ªa de Buenos Aires con su nieto, Vicente Luy Larrea, que, seg¨²n el poeta, ?ha sido la raz¨®n principal de mi viaje. Que conozca Madrid y algunas otras ciudades espa?olas?. La coartada, entonces, es la presentaci¨®n de su libro Guernika, los textos prohibidos en Espa?a desde 1947 sobre el importante cuadro de Picasso, editados ahora - por Cuadernos para el Di¨¢logo y Alejandro Finisterre.
Los primeros momentos en Espa?a est¨¢n llenos m¨¢s -que de emoci¨®n visible, de cierta ternura socarrona. ?Dije cuando me invitaron a ir a Santander, al cincuentenario de la Generaci¨®n del 2 7, que mientras estuviera el Valle de los Ca¨ªdos donde est¨¢, yo seguramente no vendr¨ªa a Espa?a, y ya ves. El Valle sigue all¨ª y yo estoy aqu¨ª. Espero - habla con una sonrisa- que cuando pase algo de tiempo quiten, por lo menos, a Franco.? ? Despu¨¦s de todo -a?ade- los rusos ya sacaron a Stalin del Kremlin.? Tambi¨¦n muestra extra?eza ante una ciudad que ha crecido de manera, desmesurada, y cierta desconfianza hacia un nivel cultural que adivina, si no muy alto, sensiblemente distinto del que dej¨®. ?La ¨²ltima vez que estuve en Madrid fue en 1937, en plena guerra. Ven¨ªa yo de paso a Valencia, e iba a formalizar la donaci¨®n de mi colecci¨®n. De lo que ten¨ªa que haber sido el Museo de Am¨¦rica. Estas casas y estas calles no exist¨ªan entonces, en absoluto.? Refiri¨¦ndose a su libro, le extra?a y lo teme: ?Tengo miedo de que no se comprendan los niveles m¨¢s profundos del libro. Yo escribo, y lo que resulta acaba por ser revolucionario, pero en profundidad, sicol¨®gicamente revolucionario. Es la presencia de todo lo otro, detr¨¢s de lo m¨¢s evidente.? Juan Larrea, apasionado devoto del arte incaico, escritor y animador de vanguardias en Espa?a y en Am¨¦rica, aprendi¨® bien la lecci¨®n de Rimbaud. Primero abandon¨® el castellano por el franc¨¦s para la poes¨ªa. Luego, Ia poes¨ªa misma. ?No s¨¦ de manera concreta por que empec¨¦ a escribir en franc¨¦s. Lo sab¨ªa desde ni?o, y me anim¨® el que ya Huildobro lo hiciera en esa lengua. Sobre todo, encontr¨¦ que en franc¨¦s pod¨ªa decir cosas imposibles en castellano: Y luego, siempre he odiado la profesi¨®n de poeta. Cuando viv¨ªa en Espa?a, rehu¨ªa los cen¨¢culos: nunca entr¨¦ en Pombo, ni en casa de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, que quer¨ªa, conocerme. Yo acompa?aba a veces a Gerardo Diego hasta la puerta, pero luego me iba. No s¨¦ si es un error, pero yo era as¨ª. Estaba en otra ¨®rbita. Y aunque he salido de aquella fase m¨ªstica, cat¨®lica extremad¨ªsima, siempre he pedido a la vida que satisfaciese ya esas ansias que las iglesias prometen para despu¨¦s. Yo lo quer¨ªa, lo quiero, en la vida?.
?Tengo -dice- una gran fe en la vida. Era lo que me un¨ªa a Vallejo. Como la creencia en Dios obligara la creencia en la vida. Y en eso sigo el destino espa?ol: en el Siglo de Oro, junto a los hechos ¨¦picos, florec¨ªa la m¨ªstica en Espa?a. As¨ª que yo, a pesar de que escrib¨ªa en franc¨¦s, cumpl¨ªa ese destino fundamental espa?ol: traspasar las fronteras, el ultra al margen de la palabreria y el escudo. Por eso, el movimiento ultra¨ªsta fue simb¨®licamente tan importante.? ?Y as¨ª -dijo Larrea- pas¨¦ de la l¨ªrica de la palabra a la ¨¦pica de la acci¨®n. Ahora, antes, todas, las cosas que he hecho son poes¨ªa.?
EL PAIS pregunt¨® a Larrea lo que nos preguntamos todos: por qu¨¦ no vino hasta ahora. ?No tengo -nada que hacer ac¨¢ -dijo-. En realidad han sido las circunstancias, lo de fuera. Yo, como Vallejo, soy el personaje de un drama, que habla a veces por su cuenta y muchas no, pero que no es el autor del drama. Mi vida, como la de todos, la ha protagonizado el conjunto. El drama espa?ol. Todo lo que he hecho y no, es consecuencia y parte del drama espa?ol. ?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.