Con Chicote desaparece una ¨¦poca de Madrid
El pasado domingo, a las cinco de la tarde, fue enterrado con Pedro Chicote un peque?o trozo de la historia entra?able de Madrid. Al popular barman, que ya llevaba varios a?os apartado de toda actividad y pr¨¢cticamente recluido en su casa, se le par¨® el coraz¨®n al comenzar la hora familiar de la cena de Nochebuena.Chicote, Perico Chicote para varias generaciones del ?todo Madrid?, hab¨ªa nacido el 13 de mayo de 1899, en el seno de una humilde familia madrile?a. A los ocho a?os trabaj¨® en un mercado, y a los once como repartidor de telegramas. Fue en 1916 cuando entr¨® en contacto con la profesi¨®n que habr¨ªa de darle fama y dinero a lo largo de toda su vida, el incorporarse como ayudante de barman en el hotel Ritz.
Era el Madrid de la belle epoque, remanso de paz entre las capitales europeas, azotadas por la gran guerra, crisol de todos los servicios secretos beligerantes y escenario de fiestas fabulosas, a alguna de las cuales asisti¨® la famosa Mata Hari. El Madrid de las tardes del Ritz, plasmadas en un famoso cupl¨¦, donde bailaban los j¨®venes elegantes de la ¨¦poca.
De las galantes tardes del Ritz, el joven barman pas¨® al bar Pidoux, cl¨¢sico escenario tambi¨¦n de escarceos amorosos en plena Gran V¨ªa, y en 1931, en la misma avenida, abri¨® su propio establecimiento, Chicote, por el que han pasado celebridades y gente influyente bajo la Rep¨²blica, la dictadura y la Monarqu¨ªa.
Antes, durante y despu¨¦s de la guerra
Chicote, hombre cordial¨ªsimo y servicial con todo el mundo, no tuvo grandes apuros con el brutal, cambio de situaci¨®n provocado por la guerra civil. Bajo la II Rep¨²blica, por Chicote pasaban a tomar sus copas los diputados de Izquierda Republicana o los ministros, y hasta pol¨ªticos de la CEDA o del PNV se pasaban por all¨ª, a las horas propicias, para procurarse alguna emoci¨®n m¨¢s fuerte que contar a los amigos de Valencia o Bilbao. Durante la guerra abundaban, como es l¨®gico, los uniformes: comisarios, los oficiales de Durruti, las arriesgados y marciales pilotos de los chatos... A finales de marzo del 39 cambi¨® la decoraci¨®n, y Chicote puso en la fachada de su establecimiento el escudo nacional, conforme a la revisi¨®n de ¨²ltima hora, es decir, con yugo y flechas.Cambi¨® la clientela, aunque no sus motivaciones. Nuevos uniformes, nuevos ricos y, como fondo ambiental, dos secuelas de una dura posguerra: el estraperlo y la prostituci¨®n de altura. Por Chicote pasaron los primeros frascos de penicilina y las primeras medias de nylon que se vendieron en Espa?a. Aquel bar se convirti¨® en centro de reuni¨®n de promotores de negocios m¨¢s o menos l¨ªcitos. En los cuarenta y los primeros cincuenta, a Chicote iba a desembocar un curioso comercio import-export que, por v¨ªas paralelas a las legales, nac¨ªa en la calle de Serrano, en el bar Roma, amparado por fantasmales licencias de importaci¨®n firmadas en un cercano Ministerio.
En aquellos a?os frecuentaban Chicote dos tipos de p¨²blico: el que acud¨ªa a las horas del aperitivo y del caf¨¦, integrado, sobre todo, por pe?as de escritores, actores o aficionados al f¨²tbol y el que recalaba por all¨ª a la hora del coktail que, por mor de las influencias, ya era el whisky time. Ocupaban entonces las mesas bellas muchachas, probablemente con tragedia posb¨¦lica a cuestas, listas para ejercer el amor mercenario. Hab¨ªa hambre en Espa?a, pero en Chicote siempre hab¨ªa dinero.
El ocaso del desarrollo
Los a?os dorados de Chicote terminaron con la tecnocracia y el desarrollo econ¨®mico. La Lola de Dar¨ªo Fem¨¢ndez Fl¨®rez vio llegar - en Chicote por la tarde, en Casablanca por la noche- a los americanos de las bases. Y el ambiente cambi¨®. Los d¨®lares de los mozos de la USAF no pudieron sustituir, pese a su valor, a los billetes de mil y a los regalos rumbosos que propiciaba el mercado negro.A partir del 55, Chicote vivi¨® de su fama anterior, pero un poco l¨¢nguidamente. Las chicas ten¨ªan m¨¢s a?os y los clientes tambi¨¦n. Aquellos muchachos de Balarrasa y pel¨ªculas por el estilo eran ya unos oto?ales poco dados a este tipo de galanteos. Pedro Chicote encontr¨® entonces satisfacciones en el Real Madrid de Di St¨¦fano, aquel equipo que ganaba las Copas de Europa sin encontrar rival en el continente. Chicote fund¨®, junto con otros amigos - Gaviria y Padilla, entre ellos- el Hongo Club, una curiosa agrupaci¨®n que ten¨ªa por objeto acompa?ar al equipo en todos sus desplazamientos europeos.
Chicote en todo este tiempo se hab¨ªa convertido en el restaurador de los actos oficiales organizados por El Pardo. Si en el estadio Bernab¨¦u o en la plaza de toros de Las Ventas hab¨ªa furgones de su firma, posiblemente es que asist¨ªa al acto Franco y, como de costumbre, Chicote era el encargado de ofrecer la copa de ?vino espa?ol?. Ten¨ªa tambi¨¦n a su cargo el bar de aquellas Cortes espa?olas ya tan lejanas. Los d¨ªas de Pleno sol¨ªa ir personalmente e invitar a beber gratis a los periodistas.
A lo largo de toda su actividad profesional, coronada con la presidencia de la Asociaci¨®n de Barman Espa?oles, Chicote fue recogiendo botellas de licores ex¨®ticos hasta formar un museo de bebidas que, con sus 20.000 piezas, es posiblemente el m¨¢s importante del mundo en su g¨¦nero.
Cordial, campechano y entra?able, Perico se ha ido a morir en el momento m¨¢s entra?able del a?o, en Nochebuena. El domingo le despidieron muchos amigos de los que no olvidan los viejos y, para ellos, buenos tiempos.
Otras muchas personas, para las que Perico fue el amigo o el cl¨¢sico confidente del otro lado de las barras que simplemente degustaron tinas copas servidas en su casa en momentos amables, le dedicar¨¢n un recuerdo: dos partes de cari?o, dos partes de nostalgia y unas gotas del tiempo perdido. El c¨®ctel de la vida.
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