El espejismo de la paga extraordinaria
NUMEROSAS EMPRESAS se han encontrado con dificultades de tesorer¨ªa para sufragar a sus empleados la paga extraordinaria de Navidad. No pocas a¨²n no han podido abonarla o, simplemente, no han querido quedarse sin liquidez ante el abono de los salarios ordinarios de diciembre. Pero no vamos a entrar ahora en el fondo de los problemas crediticios que asolan a la peque?a y mediana empresa -y a no pocas de las grandes-, sino tan s¨®lo, sugerir la mera supresi¨®n de las pagas extraordinarias. No se trata de reducir el salario anual de los trabajadores, sino de mantenerle o aumentarle y, siempre, clarificarle; de terminar con el espejismo de las pagas extra.La filosof¨ªa de las pagas extraordinarias ordenadas por el Estado arraig¨® en Espa?a por motivaciones de inter¨¦s pol¨ªtico y no por preocupaciones de justicia social hacia la clase trabajadora. Una masa salarial que en la posguerra era de subsistencia se pagaba con dos pagas extraordinarias: la del 18 de julio (que ayudaba a afrontar las vacaciones veraniegas y buscaba atraer simpat¨ªas por v¨ªa monetaria hacia el r¨¦gimen) y la de Navidad (tambi¨¦n con connotaciones con el nacional-catolicismo imperante y que permit¨ªa sufragar los gastos, navide?os luego se a?adi¨® en algunos casos la Paga de benneficios (que induc¨ªa a creer a los trabajadores que participaban en los beneficios de sus empresas y se colocaba estrat¨¦gicamente despu¨¦s de la cuesta de enero).
Todo era (y sigue siendo en la mayor¨ªa de los casos) pura ficci¨®n salarial. Las pagas del 18 de julio y de Navidad se han utilizado siempre para pagar deudas y equilibrar presupuestos familiares, antes que para solaz o, regalo de los trabajadores. La paga de beneficios es peor que una ficci¨®n: es mentira. Empresas con muy diferentes resultados en sus cuentas de explotaci¨®n reparten un mismo porcentaje ordenado por el Estado.
Todo un caos econ¨®mico-pol¨ªtico que tiene una resultante sociol¨®gica: el espejismo de las pagas extraordinarias. Las econom¨ªas familiares no se basan en c¨¢lculos sobre el monto anual de ingresos, sino sobre las trampas que podr¨¢n ser peri¨®dicamente saltadas por el milagro de las pagas. Las empresas con beneficios no se sienten obligadas a pactar el reparto real de ¨¦stos con sus.trabajadores, y aquellas con n¨²meros rojos en sus balances ahondan su camino hacia la quiebra pagando unos beneficios que s¨®lo existen en la imaginaci¨®n patemalista del Estado.
Y al anterior panorama a¨²n ha de a?adirse el de las empresas que, al margen de que sus cuentas sean boyantes o naveguen a la deriva, todav¨ªa sufragan a algunos de sus empleados cuartas o hasta quintas p agas; en no pocas ocasiones por debajo de las ta de lo libros de contabilidad.
Parece de sentido com¨²n acabar con las pagas extras, las gabelas salariales incontroladas y arbitrarias y otras historias ya pasto de los humoristas o del anecdotario de pasados tiempos. El espa?ol que trabaja debe saber que gana un salario anual de tantas pesetas y que a ¨¦l debe atenerse, mes tras mes, previendo los gastos extraordinarios que pueda encontrarse en determinadas ¨¦pocas del a?o, incluido el pago de sus impuestos. Lo que carece de sentido es el actual chalaneo salarial a base de pagas extras en las que, por una vez, empresarios, trabajadores y Estado se encuentran, al parecer, tan a gusto en una in¨²til y enga?osa ceremonia de la confusi¨®n.
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