Un cap¨ªtulo m¨¢s de Feldman
Hubo un tiempo en que Hollywood se autodenominaba y era aceptado como gran f¨¢brica de sue?os. Due?o y se?or de un inundo, sin rivales geogr¨¢ficos ni posible competencia, pod¨ªa permitirse el lujo de no s¨®lo dictar modas y usos por lo general bien aceptados, sino su propio c¨®digo de honor, su fe en destinos m¨¢s o rnenos honorables, impuesta con una convicci¨®n y un ¨¦xito econ¨®mico altamente rentables. Todo ello vino dado a trav¨¦s de diversos g¨¦neros, de la comedia al drama, del melodrama al franco follet¨ªn, desde el falso documental a los relatos hist¨®ricos. Sin embargo, prim¨® sobre todos el cine de aventuras. Todo cab¨ªa en ¨¦l: Robin Hood y sus bosques, el capit¨¢n Blood y sus filibusteros, la Brigada Ligera y su famosa carga, a lasomb¨ªa de especialistas como Errol Flyn, precario sucesor de Fairbanks, cuando no de otros cumplidos caballeros.Cuando historias y h¨¦roes de propio peculio se acabaron, se ech¨® mano de la literatura, como siempre. Stevenson, Julio Verne, Jack London, hasta el mismo Melville, fueron desenterrados para hacer estremecer el coraz¨®n honrado de un p¨²blico bien dispuesto a admitir cualquier tipo de haza?as con tal de que un buen final feliz les permitiera abandonar la sala safisfechos.
Mi bello legionario
Gui¨®n de Martin Feldman y Chris Allen. M¨²sica de John Morris. Dirigida por Martin Feldman. Int¨¦rpretes: Martin Feldman, Anne Margret, Michael York, Peter Ustinov, Trevor Howard. Humor. Estados Unidos, 1977. Local de estreno: Conde Duque.
Tras tanto h¨¦roe magn¨ªfico, indestructible, inmarchitable, tras tanta aventura pintoresca o ex¨®tica, ten¨ªa que llegarle el turno fatalmente al Beau Geste de Wren, ya adaptado a la pantalla por Herbet Brenon en los tiempos heroicos del honrado cine mudo.
William Wellman realiz¨® esta segunda versi¨®n que, junto con Tres lanceros bengal¨ªes -filme por cierto favorito de Jos¨¦ Antonio-, marcan la pauta a seguir en su g¨¦nero.
Hoy soplan muy distintos vientos en el cine. Cierto tipo de contracultura se ha enfrentado a sus formas tradicionales utilizando el arma eterna de la parodia, instrumento altamente eficaz en manos de Feldman. En su carrera apiresurada de destructor de mitos, fatalmente deb¨ªa llegarle, esta vez tambi¨¦n, el turno a Beau Geste, como pod¨ªa haberle sucedido a cualquiera de sus hermanas menores. Pero el caso es que a ¨¦l le ha tocado en suerte, quiz¨¢ por mostrar un flanco m¨¢s d¨¦bil, y aqu¨ª est¨¢, convertido en corrosivo combinado donde se mezclan viejos h¨¦roes, lords libertinos, bellas aventureras y antiguos rostros conocidos. Frente a homenajes a Buster Keaton y Harold Lloyd, surgen antihomenajes a la televisi¨®n o James Bond, un humor disparatado como siempre, a la velocidad que Feldman acostumbra en sus relatos; y en un ambiente de carcajadas navide?as.
Babelia
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