El Cordob¨¦s no podr¨¢ volver con el toro de 1978
El Cordob¨¦s ha desmentido que vaya a volver a torear. Con ello ha desbaratado que se haga realidad el sue?o m¨¢s feliz de los empresarios. Nadie, desde que se march¨®, ocupa su puesto; nadie, es, desde entonces, no ya tan taquillero como ¨¦l, sino simplemente taquillero. Ni antes. La fuerza de El Cordob¨¦s arras¨® la categor¨ªa y personalidad de todos sus compa?eros. Su caricatura del toreo lleg¨® a tener m¨¢s valor que el toreo mismo.
Algo hay de culpa, tambi¨¦n, en varios de estos compa?eros, a quienes les vino muy c¨®modo quedarse de segundones, a cambio de gozar de aquel especimen que llamaban con no mucha propiedad toro, implantado por El Cordob¨¦s. El pago que recibieron por callar, por no molestar, por no competir, por dejar que el fen¨®meno interpretara tranquilo su n¨²mero, fue sumar contratos de sustanciosa cuant¨ªa para medirse con ese toro que era una mona, al que no hac¨ªa falta lidiar pues sal¨ªa dominado de los toriles, y al que lo mismo daba hacerlo el toreo ortodoxo que la suerte del pandero. Su fortuna es que aquellos cr¨¦ditos de entonces les valieron para ser primeras figuras despu¨¦s. Cerraron el paso a nuevas promociones y ahora todos pagan el r¨¦dito de aquellos desvar¨ªos.Y, de paso, quedaban muy bien, como los serios del escalaf¨®n, hasta maestros les dijeron, para servir de paradigma a las sencillas gentes del pueblo que no quer¨ªan saber nada de tremendistas y buscaban, angustiadas incluso, modelos que sirvieran de contraste desmitificador del salto de la rana y toda la farfolla que El Cordob¨¦s llevaba tras de s¨ª.
Pero han pasado seis a?os y el toro, con todos los reparos que se le puedan poner, ha vuelto a la plaza. Han pasado seis a?os para la fiesta y para El Cordob¨¦s, que ya tiene 43. Y ya no es lo mismo. El salto de la rana y el beso al ano se los pod¨ªa dar (como se los dio) a aquella mona, pero no a este toro de 1978, que requiere lidia -m¨¢s o menos- y puede pegar cornadas. Por a?adidura, a diferencia de entonces hay una autoridad con el ojo abierto, unos veterinarios concienciados y una afici¨®n en plano de intransigencia, y estos son demasiados serios impedimentos para que El Cordob¨¦s (de quien nunca se dijo que fuera tonto) intente volver con su circunstancia. Aunque la popularidad perdida le atormente y los empresarios sue?en su retorno como los ni?os con los Reyes Magos.
Babelia
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