Isabel Tenaille
Yo veo poco el invento, ya saben, pero un d¨ªa, ya va para tiempo, estaba en Barcelona en casa de unos contraparientes, que adem¨¢s lo tienen en color, y all¨ª descubr¨ª a la Tenaille a la hora del sopipollo. Qued¨¦me y olvid¨¦me y entre las azucenas reclin¨¦me. La sopa se qued¨® fr¨ªa.Esto es la Lolita de Nabokov, me dije, pero duchada en camis¨®n teol¨®gico por las jesuitinas. Lo cual que en cuanto pude, vuelto ya de la Generalitat, le ped¨ª a ni?a Isabel que presentase un libro m¨ªo y la ninfa lo hizo muy bien, y comprob¨¦ de cerca que los hoyitos eran verdad, tanto los de la cara como los hoyitos propiamente dichos. O sea los hoyitos del rev¨¦s. Y conste que yo las veo venir, que lo mismo me pas¨® con Marisol cuando era un pispajo y un rayo de luz, y yo me dec¨ªa para mis adentros, para mi gabardina de exhibicionista y susto de colegialas: bueno, ser¨¢ un rayo de luz y un ¨¢ngel, pero de Trento ac¨¢ los ¨¢ngeles ya tienen sexo y hasta ligas. Y en efecto.
En trance de definir a la Tenaille, un d¨ªa, en p¨²blico, dije as¨ª:
-Es todo lo contrario de Marisa Medina.
Porque a m¨ª me parece que esta ni?a Isabel (ten cuidado) ha venido, con su encanto de empleadita de mercer¨ªa, de mercerita aseada, a romper el marisamedinismo, matriarcal y barroco de Televisi¨®n Espa?ola. Pero la han quitado de sitio, en la tele, y ya no la veo nunca, porque dice Tom Wolfe que glosar la televisi¨®n es el primer s¨ªntoma de decadencia de un columnista, y, sobre todo, porque no tengo televisor. Que si no la ver¨ªa, a ni?a Isabel (ten cuidado), y a Tom Wolfe que lo parta un rayo.
As¨ª que arrastro mi pasi¨®n inconfesable por las cafeter¨ªas con televisor, hasta que un d¨ªa leo esta cosa estremecedora de ni?a Isabel (ten cuidado):
-Yo no me desnudo.
Pues es verdad, pues no hab¨ªamos ca¨ªdo, pues todav¨ªa es uno capaz de amores blancos, como un novio formal del Opus. Jam¨¢s habr¨ªa llegado yo a la transgresi¨®n de imaginar el destape de ni?a Isabel (ten cuidado).
Pero ya que ella lo dice. Y me puse a darle vueltas a la imagen, me puse a imaginar seiscientas veinticinco l¨ªneas de desnudo y siempre se me escapaba alguna l¨ªnea. Para amortizar tanta celebraci¨®n inconsciente, escrib¨ª unos cuantos art¨ªculos sobre el te¨®rico destape de la Tenaille, y mi teor¨ªa general es que dar¨ªamos el alma por ver lo que a ella le falta, antes que dar la vida por asistir una vez m¨¢s a lo que a otras les sobra.
Luego he visto en Diario 16 e incluso en Ya, y ahora en ABC, por pluma de mi querido Carlos Luis unos cuantos art¨ªculos sobre el tema, que debiera haber sido objeto de pacto en la Moncloa, porque se va convirtiendo ya en un caso nacional, y ni?a Isabel (ten cuidado) es la ¨²nica espa?ola de la transici¨®n que va a pasar vestida a la historia.
Ahora resulta, hombre, que esta tarde voy a Barcelona, con Isabel y con Forges, a recoger unos trofeos que nos da Luis del Olmo, la bella fuente de Canaletas, de cu?o popular y catal¨¢n, en port¨¢til. Escribo esta cr¨®nica con el temor y el temblor de pensar si ni?a Isabel va a desnudarse en la fiesta radiof¨®nica, dando r¨¦plica, con la fuente clara de su agua viva y adolescente, a la vieja fuente catalana.
En todo caso, ya digo, lo de la Tenaille nos tiene a todos atenazado el coraz¨®n con la dulce tenaza de su apellido, porque la tromba del destape ha pasado pronto, las mujerazas del desmadre son todas iguales y las generaciones viriles de la guerra y la posguerra hemos comprendido lo que ya sab¨ªamos: que al final s¨®lo se enamora uno de una cara, que nuestras fantas¨ªas sexuales eran pura represi¨®n de Franco, y lo que queremos verle a la Tenaille, como a nuestra primera novia de provincias, es la carita desnuda hasta los pies. Traigo aqu¨ª lo de ni?a Isabel porque es un caso moral: el desencanto nacional de la carne, que es triste, seg¨²n Mallarm¨¦e (el desnudo ya no vende), y el encanto o encandilamiento por la sonrisa de la Tenaille, estatua de sal televisiva en la Sodo ma/Gomorra de la transici¨®n. Los ultras se equivocaban tambi¨¦n en esto. La pornograf¨ªa no ha echado abajo las instituciones y el coraz¨®n varonil de la raza vuelve a enamorarse de una chica sencilla. Sobre el desnudo o no desnudo de la Tenaille tendria que poner algo la Constituci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.