"Las bodas de F¨ªgaro", en la Zarzuela
La segunda representaci¨®n del ciclo Opera para la juventud constituy¨® un ¨¦xito en todos los ¨®rdenes. El teatro de la Zarzuela registr¨® un lleno y el p¨²blico, mayoritariamente juvenil, reaccion¨® con gran entusiasmo. Muchas veces peque?as causas producen grandes efectos, y me parece que este intento de sacar ? a la calle? la Escuela de Canto o la Compa?¨ªa de Opera Popular, realizado sin m¨¢s pretensiones que las de un criterio de utilidad p¨²blica, va a tener excelentes resultados. Primero y principal, reconectar al p¨²blico de hoy con un hecho cultural de la importancia de la ¨®pera, del que estaba forzosamente alejado desde que el teatro de la plaza de Oriente dej¨® de ser real, aunque siga siendo Real, para convertirse en una pura irrealidad. Como el coliseo oper¨ªstico se dedica a sala de conciertos, el teatro de la Zarzuela acoge la ¨®pera. S¨®lo falta construir una sala de conciertos para representar g¨¦nero l¨ªrico espa?ol. Despu¨¦s se cambia el nombre a todo y quedan las cosas en orden.En fin, aparte notas de humor, empujadas quiz¨¢ por el excelente humor que campea en esa maravilla mozartiana que es Las bodas de F¨ªgaro, lo cierto es que asistimos a un Mozart verdaderamente feliz: vivo, juvenil, fresco, como reci¨¦n creado. El conjunto de valores de la Escuela Superior de Canto -algunos de los cuales pidan ya con firmeza el terreno de la profesionalidad internacional- traba o espl¨¦ndidamente a las ¨®rdenes musicales de Franco Gil y esc¨¦nicas de Horacio Rodr¨ªguez de Arag¨®n. Franco es m¨²sico refinado. Verle dirigir proporciona alegr¨ªa al comprobar c¨®mo es ¨¦l quien primero lo pasa en grande con todos los recovecos del teatro mozartiano, siguiendo la natural ascensi¨®n de las melodias, recitando para s¨ª el_texto completo, animando con suavidad a los profesores de la RTVE, m¨¢s que con gesto de mando, en actitud de colaborador insinuante, de impulsador flexible de la gracia y el estilo. Horacio Rodr¨ªguez de Arag¨®n - ?c¨®mo record¨¦ al otro Horacio, m¨¢ximo entusiasta de la gran familia art¨ªstica!- dispuso la escena con talento, sencillez y, lo m¨¢s interesante, con musicalidad. Que ese intercambio de valores est¨¦ticos -palabra, m¨²sica, acci¨®n, pl¨¢stica- es raz¨®n constitutiva del g¨¦nero oper¨ªstico, y Mozart lo realiz¨® como quien dice buenos d¨ªas.
En cuanto al reparto, tuvimos en Paloma P¨¦rez I?igo -otro miembro de la dinast¨ªa- una condesa de gran prestancia, bella voz, buena l¨ªnea y algunos nervios que atacaron, en alg¨²n pasaje, la seguridad de afinaci¨®n. La Susana de la coreana Young-Hee-Kim-Lee se alz¨® como firme promesa de una gran artista: ¨¢gil, segura, expresiva, tocada de garbo musical y esc¨¦nico. Tambi¨¦n posee naturales dotes teatrales -por acci¨®n y gesto- Evelia Marcote, cuy avoz de bello y velado timbre, sirvi¨® un ?cherubino? que viene a ser una de las especialidades de la casa. Espl¨¦ndido, en todos los aspectos, el F¨ªgaro de Daniel Su¨¢rez Marzal, dominador como cantante y como actor, de este personaje, que Rossini descoyuntar¨ªa hasta el exceso. Su¨¢rez Marzal, como Berm¨²dez (conde de Almaviva), pisan fuerte en las tablas, pero lo hacen sin marruller¨ªas, por v¨ªa de una honda asimilaci¨®n del estilo, al que sirven con medios vocales de gran calidad. Los dem¨¢s se integraron en el conjunto como profesores de una orquesta cl¨¢sico-vienesa, es decir, sabedores de que sus partes son, en alg¨²n momento, coprotagonistas. Amparo Herrero (Marcel¨ªna), Juan Pedro Marqu¨¦s (Bartolo), Gloria Gonz¨¢lez (Barbarina), Alfonso Ferrer (D. Basilio), Fernando Gallego (Antonio) y Santiago de la Cruz (D. Curzio) contribuyeron con toda eficacia al estupendo resultado global, al que prest¨® brillantez el coro o la colaboraci¨®n, al clave, de Zanetti. Vaya una cita de honor a los decorados y figurines de Burgos, realizados por Cornejo y L¨®pez, y otra, superespecial, al alma de la escuela y, por lo mismo, de esta salida oper¨ªstica: la profesora Rodr¨ªguez de Arag¨®n, infatigable, voluntariosa, emprendedora e ilusionada hoy como hace treinta a?os. Para ella fueron gran parte de los aplausos que, despu¨¦s, se dirigieron a Jes¨²s Aguirre como prueba de adhesi¨®n al empe?o oper¨ªstico, serio y abierto. Como escribe Roberto Pl¨¢: ?Estamos ante una puerta que se abre, y hay que valorar con suma atenci¨®n y con cautela responsable el paisaje que espera detr¨¢s y que aparece, por vez primera, ante nuestros ojos.? La respuesta ha sido, con la asistencia masiva, las ovaciones rese?adas, que a todos alcanzan.
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