Espa?a y el norte de Africa.
EL VIAJE que realiz¨® la semana pasada a Tr¨ªpoli don Juan de Borb¨®n, la visita de Felipe Gonz¨¢lez a la capital argelina y la amistosa acogida dada por el Rey a Hassan II en Madrid son hechos cuya coincidencia en tan breve lapso de tiempo dif¨ªcilmente puede ser casual.La misi¨®n diplom¨¢tica encomendada al conde de Barcelona en Libia parece, por lo dem¨¢s, el anuncio de que nuestra pol¨ªtica exterior va a contar, desde ahora, con la experiencia y talento de uno de los espa?oles m¨¢s capacitados para llevar a cabo negociaciones delicadas, quebr¨¢ndose as¨ª el absurdo tab¨² que imped¨ªa incorporar a las altas tareas del Estado a un hombre que ha dado sobradas pruebas de patriotismo.
De otro lado, la presumible colaboraci¨®n que, con su viaje, presta el primer secretario del PSOE a la defensa del archipi¨¦lago canario, sometido desde Argelia a la guerra de ondas del enloquecido se?or Cubillo, constituye un prometedor indicio de que el l¨ªder de la Oposici¨®n parlamentaria distingue n¨ªtidamente entre pol¨ªtica de gobierno y pol¨ªtica de Estado; y, todav¨ªa m¨¢s all¨¢, entre los intereses pol¨ªticos y los intereses nacionales. La posici¨®n internacional de Espa?a, en un planeta dominado por los acuerdos entre las grandes potencias y en una Europa cuya hegemon¨ªa se disputan Alemania y Francia es demasiado d¨¦bil como para convertir los temas de nuestra defensa y nuestra seguridad en materia de conflictos partidistas y como para negar la colaboraci¨®n a tareas que nos incumben a todos los espa?oles.
De manera muy especial, la tensa y complicada situaci¨®n en el Magreb exige una gran prudencia a todos los pol¨ªticos espa?oles, sea cual sea su partido, y una excepcional cautela a los responsables de nuestra acci¨®n exterior. La primera conclusi¨®n que cabe avanzar es que Espa?a dif¨ªcilmente puede protagonizar, en esa ¨¢rea de tormentas, la direcci¨®n de los acontecimientos. En cambio, puede verse involuntariamente arrastrada a conflictos no previstos ni deseados, de los que s¨®lo obtendr¨ªa descalabros mientras otros conseguir¨ªan ganancias.
En torno al Sahara no s¨®lo trenzan sus jugadas Marruecos y Argelia. Cada vez se hace m¨¢s evidente que Francia considera a esa zona dentro de su ¨¢rea de competencia como gran potencia europea; y que su prop¨®sito es satelizar nuestra acci¨®n exterior en torno a sus proyectos. La pieza b¨¢sica de la estrategia francesa es, sin duda, Mauritania, hoy aliada de Marruecos pero hasta 1974 pr¨®xima a Argelia, y siempre bajo la dependencia de Francia, que considera a este pa¨ªs-tap¨®n un posible factor de equilibrio en el Magreb y un seguro tabique defensivo para sus grandes intereses en el ?frica occidental de etnia negra.
En las ¨²ltimas semanas parece perfilarse una audaz jugada del Quai d'Orsay, presumiblemente motivada por la penetraci¨®n militar marroqu¨ª en Nuakchott y por el temor a un conflicto armado que ensanchar¨ªa las fronteras del reino de Hassan, debilitar¨ªa a la vecina Argelia y situar¨ªa al ej¨¦rcito de Rabat en las mismas puertas del Africa negra franc¨®fona.
Se trata, naturalmente, de una especulaci¨®n; o, mejor dicho, de uno de los escenarios posibles que los estrategas franceses familiarizados con la teor¨ªa de juegos, manejan. La idea clave de este escenario ser¨ªa propiciar un entendimiento entre el Polisario y Mauritania, que reconocer¨ªa a los rebeldes la soberan¨ªa sobre su parte del Sahara. De esta forma, Mauritania, cord¨®n protector del Africa occidental, quedar¨ªa amparada, a su vez, por el territorio entregado al Frente Polisario, quien seguir¨ªa recibiendo el apoyo militar y econ¨®mico de Argelia como Estado independiente y que amenazar¨ªa a Marruecos desde su flanco sur.
Si los principales actores en el Magreb son dos pa¨ªses africanos y uno europeo, con Mauritania como simple pe¨®n, la pol¨ªtica de alianzas de Rabat y Argel con las dos grandes superpotencias no es tan n¨ªtida y unidireccional como la ideolog¨ªa de los respectivos reg¨ªmenes y su historia reciente podr¨ªan hacer creer. Argelia ha encontrado en Estados Unidos un cliente de enormes posibilidades para el gas natural. Marruecos, por su parte, parece haber recibido una respuesta negativa de Washington a su petici¨®n de adquirir sat¨¦lites de reconocimiento para la lucha con los guerrilleros del Polisario en el desierto; y ha firmado un importante convenio para la venta de fosfatos con los sovi¨¦ticos a largo plazo.
En medio de este tablero de ajedrez, en el que se juegan simult¨¢neamente partidas diferentes, Espa?a ve pender sobre su integridad territorial dos espadas de Damocles: la reivindicaci¨®n marroqu¨ª de Ceuta y Melilla y la protecci¨®n dada por Argel a los independentistas canarios. De otra parte, nuestros intereses pesqueros en el Atl¨¢ntico, insatisfactoriamente cubiertos por el acuerdo con Marruecos, aunque se vean favorecidas compa?¨ªas de nombre espa?ol y nuestras inversiones y proyectos en Argelia, no tienen una cobertura simult¨¢nea f¨¢cil ni una priorizaci¨®n clara. El an¨¢lisis de la situaci¨®n, que no arroja ninguna salida indiscutiblemente mejor que las otras posibles, puede servir, al menos, para que los sectores de la opini¨®n p¨²blica comprometidos con el Frente Polisario, bien por razones morales y humanitarias, bien por el sentimiento -de que los acuerdos de Madrid mancillaron el honor nacional, abandonen las tentaciones de enfocar de manera simplista y emocional un problema complejo y que es manejado con toda frialdad por otros pa¨ªses.
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